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Rosa Belmonte

La música en el infierno

'Música para sobrevivir', que se estrenó aquí en 1981, contaba la experiencia de Fania Fénelon en Auschwitz y cómo la música facilitó su vida.

'Música para sobrevivir', que se estrenó aquí en 1981, contaba la experiencia de Fania Fénelon en Auschwitz y cómo la música facilitó su vida.
Vanessa Redgrave en Música para sobrevivir | Amazon

No sé cuándo cambió de nombre en español, pero la serie que en TVE vimos como Música para sobrevivir, ahora en Amazon, es Había que sobrevivir (en el original, Playing for time). Ojalá empiecen a rescatar otras series de la época. No sé, Hombre rico, hombre pobre, 79 Park Avenue, Capitanes y reyes… La miniserie de 1980 se estrenó aquí en noviembre de 1981 y estaba basada en las memorias de Fania Fénelon, miembro de la resistencia francesa y cantante de cabaret que acabó en Auschwitz y sobrevivió gracias formar parte de la orquesta que entretenía a los malos. La adaptó Arthur Miller y la dirigió Daniel Mann. Fenelon también escribió la ópera La orquesta femenina de Auschwitz. Vanessa Redgrave, la protagonista (también las otras), se afeitaba la cabeza de verdad y eso, aunque suene frívolo, impresionaba mucho. La acompañaban Jane Alexander, Marisa Berenson, Viveca Lindford o Maud Adams. Vista ahora descubrimos a una jovencísima y desconocida Christine Baranski que entonces no sabíamos que nos iba a dar tantas alegrías y tantas carcajadas.

Redgrave era Fania Fenelon y Jane Alexander, Alma Rose. Cuando esta enfermó, el doctor Mengele la cuidó. Es verdad que duró dos días. Pero en lugar de llevarla a las cámaras de gas cuando empezó con los dolores de cabeza, de estómago y la fiebre alta, fue a la enfermería. El 4 de abril de 1944 murió en la cama y los nazis la honraron. Era judía, pero también era la sobrina de Gustav Mahler. Y la directora de esa orquesta que sale en Música para sobrevivir (como se llame ahora en Filmin), la Mädchenorchester von Auschwitz. La orquesta era una de esas cosas extrañas de los campos. Y no digo que los campos no fueran extraños, además de una atrocidad. También estaba el puff (el prostíbulo) y Canadá, donde se guardaba todo lo robado a los judíos (se llamaba así porque los polacos pensaban que Canadá era un sitio con muchas riquezas).

Alma Rosé llegó a Auschwitz II-Birkenau en 1943 y ya existía el grupo. Había sido un empeño de Maria Mandel, la bestia (cuántas películas de Nazisploitation inspiraron esta energúmena e Irma Grese). Alma perfeccionó la orquesta. Era muy severa (lo es Jane Alexander en la serie), ensayaban ocho horas, actuaban para las SS (y si hacían armaban jaleo, Alma paraba). También recibían judíos recién llegados. Y tocaban a Schuman (el favorito de Mengele), Wagner, Strauss, Verdi, Tchaikovski o Beethoven (sonaba mucho el primer movimiento de la Quinta). Supongo que nadie tocó esa música a Primo Levi porque de cuando él llegó a Auschwitz escribió: "Una banda empieza a tocar junto a la puerta del campo. Toca ‘Rosamunda’… y nos parece tan extraño que nos miramos sonriendo burlonamente… Al terminar ‘Rosamunda’ siguen tocando otras marchas… y aquí que aparecen los pelotones de nuestros compañeros que vienen del trabajo… Tienen un modo de andar extraño, inhumano, duro, como fantoches rígidos que sólo tuviesen huesos, pero andan marcando escrupulosamente el ritmo de la marcha".

Cuando vimos Música para sobrevivir ya habíamos visto Holocausto. Aunque no Shoah. Todo era horrible en Música para sobrevivir. Pero claro que quienes participaban en la orquesta tenían privilegios, aparte de vivir. Alma tenía categoría de kapo y consiguió que ninguna de las suyas fuera enviada a las cámaras de gas. Su barracón tenía una estufa y suelo de madera, recibían mejor comida y cuidados médicos. Al morir Alma las enviaron a Bergen-Belsen y Fénelon casi muere de tifus.

Primo Levi también escribió que lo que él escuchaba eran marchas y canciones populares. "Están grabadas en nuestras mentes, serán lo último del Lager que olvidemos: son la voz del Lager, la expresión sensible de su locura geométrica, de la decisión ajena de anularnos primero como hombres para después matarnos lentamente". Claro que lo mismo daría esa música que algo sublime como La muerte y la doncella de Schubert, la que el torturador de Sigourney Weaver escuchaba en la película de Polanski y ella tenía clavada en su mente.

Pero es verdad que la otra música también existía en el campo. Pero no sé si era música. En su libro Melodías de Auschwitz, Simon Laks: "Ya que este no es un libro sobre la música. Es un libro sobre la música en un campo de concentración nazi. Podría decir, asimismo: sobre la música en un espejo deformante". Laks también fue director de orquesta en Auschwitz. Y por eso sobrevivió. Escribe Carmen Pardo en El silencio de la cultura: "La música, en el caso de los prisioneros, tal vez sólo servía para mejorar el estado de salud de los propios músicos y, como admitía Laks, la música no ayudaba al resto a sobrevivir. La música era un engranaje del propio campo, dividida entre su capacidad para engendrar disciplina en los cuerpos, para producir placer en los verdugos y dolor entre la mayoría de los cautivos". Sí, la música servía para sobrevivir a unos pocos. Menudo asco de música.

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