En el drama, como en los demás géneros, en ocasiones menos es más. Y esa es una lección que La innegable verdad, la nueva miniserie "de etiqueta negra" estrenada por HBO, se salta a la torera siempre que puede. Dirigida y escrita por Derek Cianfrance (Blue Valentine, Cruce de caminos) y concebida como vehículo de lucimiento del actor Mark Ruffalo, el estreno de esta adaptación del best-seller de Wally Lamb se adapta como un guante a la definición de "puro drama".
Dramón, sí, pero no drama de sobremesa. Todo en La innegable verdad, la historia de dos gemelos, Dominick y Thomas, este último un esquizofrénico internado tras cortarse la mano en una biblioteca pública, supura sabor de cine "indie americano", pobreza y miserabilismo. Resulta, en ocasiones, extenuante por su acumulación de desgracias, pero la portentosa doble interpretación de Mark Ruffalo consigue evitar lo lacrimógeno. Todo el mundo en la serie parece vivir la vida con intensidad, pero no es precisamente una vida caracterizada por la abundancia o la cordura (ojo aquí a la presencia de Juliette Lewis).
La serie, como vehículo actoral, resulta ejemplar en este sentido. Ruffalo demuestra su compromiso con esta historia del "blue collar" norteamericano tanto en su papel de obrero sacrificado como en el de enfermo esquizofrénico. Sin convertir la serie en su show particular (o, en realidad, dando la impresión de humildad) resulta conmovedor y complejo, sutil o contundente, según la situación lo requiere. Su labor es increíble (por creíble) y probablemente será reconocida en las temporadas de premios. Cianfrance, como autor también del guión, pone el acento en la tragedia y solo en el primer capítulo uno asiste a escenas de maltrato infantil, enfermedad, muerte, mutilación y locura, con una terrorífica visita a un psiquiátrico público digna de un filme de terror. Pero su cámara, continuamente pegada al rostro del actor, sirve de pegamento al conjunto y logra reflejar una América Profunda deprimida anímica y económicamente, casi a punto de perder la razón.
Todo esto resultaría problemático si no fuera, a su manera, efectivo. Y lo cierto es que lo es. Cianfrance se balancea entre la recreación efectista y los temibles modismos del cine independiente, pero de alguna manera logra salir relativamente indemne de todos ellos gracias a la soberbia y gris atmósfera y la dirección de actores. Cada obra alberga sus desafíos, y el de La innegable verdad es el de destacar entre los tópicos del melodrama de sobremesa y esa mini-serie de prestigio que, por supuesto, desea ser a toda costa.
Lo consigue haciendo gala de una contundencia notables. La sutileza, en realidad, no es el arma favorita de Cianfrance, por mucho que uno asocie este rasgo (no necesariamente una virtud) al entorno "indie" del director o la voz en off más bien literaria que adorna el relato. Otra cosa es lo "sofisticado" que uno crea o desee ser con semejantes mimbres. La innegable verdad, eficaz y adictiva como es en su acumulación de desgracias, no lo es más en el género dramático que un vehículo de acción de Liam Neeson salvando a su hija de terroristas extranjeros.
El primer episodio de La innegable verdad ya está disponible en HBO.