The man in the high castle, la serie que acaba de estrenar Amazon en Estados Unidos, es una adaptación de la novela distópica de Philip K. Dick publicada en 1962. Las fuerzas del Eje han derrotado a los aliados en la Segunda Guerra Mundial y los Estados Unidos están divididos en tres zonas. Los alemanes han ocupado el este; los japoneses, el oeste, y en el centro hay una zona neutral. Nueva York no aparece en la novela, aunque la serie aprovecha para abrir con algunas imágenes inquietantes, como una gran esvástica en los letreros luminosos de Times Square. Pero el gran acierto de esta ficción televisiva es que ‘Edelweiss’ sea la canción de la cabecera. ‘Edelweiss’, compuesta en 1959 por Rodgers y Hammerstein (fue la última canción de este) para Sonrisas y lágrimas, provoca una fuerte asociación con los nazis. No es una vinculación histórica sino de cultura popular, que suele ser más poderosa. El capitán von Trapp la canta junto a su familia en una declaración de patriotismo austriaco. Es una despedida y toma la flor alpina como símbolo nacional (Vanessa Redgrave la cantó en el lecho de muerte de Natasha Richardson, lo que sólo está superado por Victoria de los Ángeles cantando el ‘Pie Jesu’ del ‘Réquiem’ de Fauré en el funeral de su hijo Juan Enrique).
‘Edelweiss’ me lleva a mi distopía favorita. A mis fantasías infantiles. Los von Trapp no llegan a escapar y los nazis los mandan a campos de concentración. La acción de la película transcurre en 1938 aunque en la vida real María se casó en 1927 y vivió hasta el 38 con el marido y los niños en Salzburgo. Salieron del país con la excusa de una gira por América. Viajaron a Italia en tren. De ahí fueron a Londres y luego a Estados Unidos. En la película huyen por las montañas hacia Suiza (un disparate desde Salzburgo). Como eso los habría acercado más a los nazis tampoco es tan descabellado pensar que los hubieran ‘atrapado’.
En marzo de 1938, el Tercer Reich invadió y se anexionó Austria. Los nuevos gobernantes arrestaron pronto a decenas de miles de presuntos enemigos. El uno de abril se despachó el primer transporte de presos austriacos a Dachau (entre la élite del país iba hasta el alcalde de Viena). En el tren empezaron las atrocidades y continuaron en el campo. El político nacionalista Fritz Bock recordaba que durante mucho tiempo los austriacos fueron la atracción principal. Pero no los vamos a mandar a todos a Dachau. En esta historia alternativa, a María y a las niñas se las envía a Ravensbrück, el primer recinto para mujeres. Como en los primeros campos había habido abusos sexuales (estamos hablando de campos donde todavía el exterminio en masa no se contemplaba), se planteó que no hubiera presencia masculina. Himmler decidió que los hombres de la SS estuvieran en la comandancia y como centinelas pero que para el trato cotidiano con las reclusas hubiera mujeres, que nunca fueron admitidas en la SS. A Himmler también se le ocurrió meter perros en el campo, en la creencia de que las mujeres sentirían un gran temor ante los animales. Hombre, daban más miedo las guardianas.
Los chicos sí escaparían, como Joseph Bottoms en Holocausto.
Al capitán, trasladado a Buchenwald, le podía haber pasado como al poeta Jura Soyfer. Trabajaba como porteador de cadáveres y contrajo el tifus. Murió en febrero de 1939, a pocos días de saber que la SS estaba a punto de liberarlo.
Las chicas también pueden sobrevivir. Y cantar. Formar una orquesta como Alma Rosé, la sobrina de Mahler. Claro, que cualquiera se pone a cantar allí ‘My favorite things’.