Con la muerte de Georgie Dann se difunden obituarios en los que hay una inevitable coincidencia: nos dejó canciones divertidas que aparecían en verano, intrascendentes en sus letras y con ritmo acelerado con ecos tropicales. Eran como aquella "Pachanga" de los años 50. Para que su figura, agradable pero tampoco la de un galán, tuviera una escenificación en su espectáculo, él contrataba a media docena de jovencitas bailarinas, muy atractivas y con poca ropa.
El tipo de canción que Georgie Dann impuso en los veranos de 1970 y 1980 hizo fortuna. Daba la impresión de ser para niños en algunos casos; en otros, no, pues contenían estribillos picarescos. Y animaban tanto al público que muchas parejas no se resistían a salir a la pista para danzar al compás de sus notas. Algunas, ya entrada en años, se despreocupaban del posible ridículo y hasta, en mangas de camisa ellos , se deslizaban dándose encontronazos con otras, como si estuvieran en una atracción ferial de coches eléctricos. En verbenas, en discotecas populares, en fiestas de pueblos en toda España. A Georgie Dann le traía sin cuidado que lo llamaran hortera. Quizás algunos sesudos articulistas con mala baba y descontrolada bilis no se daban cuenta que no todo en la vida es escuchar a Bob Dylan o Leonard Cohen.
A Georgie Dann, en su cédula de identidad Georges Mayer Dahan, nacido en París el 14 de enero de 1940, lo conocí a poco de llegar a Madrid en 1965. Había tomado parte pocos años antes en el Festival del Mediterráneo, que se celebraba en Barcelona, donde quedó en tercera posición con su canción "Tout ce que tu sais" (Todo lo que sabes). Me contó que había estudiado ocho años en el Conservatorio, que tocaba el clarinete, saxofón y acordeón, porque su padre, músico, le alentó desde chico a estudiar música. No estaba él muy decidido, pues había pensado ser nadador profesional, siendo un buen dotado deportista.
Georgie Dann cursó también estudios de Magisterio. Ejerció poco tiempo como maestro pero de aquella experiencia me recordó que improvisaba con sus pequeños alumnos unas divertidas clases inventándose canciones sobre la marcha. Cantaba con ellos. Uno de los cuáles era hijo de un directivo de la televisión francesa, que proporcionó a aquel coro infantil de la escuela de Georgie una actuación ante las cámaras. Tal éxito consiguieron que otro encargado de una firma discográfica contactó con Georgie para que grabara un disco, tras hacerle unas pruebas. Y así surgió aquel Georgie Dann que no pensaba ni por asomo convertirse en intérprete de la canción. Para completar aquella súbita experiencia, Georgie asistió a unas clases de baile que le enseñó un negro, vecino suyo.
El caso es que, ya decidido a ganarse el pan como cantante, emprendió viaje a varios países hispanos donde aprendió nuestro idioma y se apasionó por la música folclórica de aquellos lares.
Quienes crean que Georgie Dann era sólo un compositor de letras y música facilonas se equivoca de medio a medio. Él pertenecía a una generación que en Francia había bebido las fuentes de George Brassens, Charles Trenet, de Edith Piaf, Jacques Brel, Leo Ferré, Yves Montand… Pero encontró otro camino tras permanecer en México un par de años cuando sólo había previsto estar quince días. Y no sabía ni una palabra de español. Allí, Pedro Vargas, el gran tenor e intérprete de rancheras, cuate de Agustín Lara, le recomendó que fuera a ver a Roberto Cantoral, el autor de "El reloj". Llegó a su casa, se sorprendió al ver que su colega tenía una piscina en forma de guitarra, y quedaron en que el mexicano le adaptaría las letras de sus canciones en francés al castellano.
Ya recién llegado a Madrid en el mentado 1965, las primeras canciones suyas que aparecieron en discos eran versiones de éxitos pop melódicos del momento, como "Aline", "Caprí c´est finí", "Catedral de Winchester", incluso "Juanita Banana", que era más próxima a lo que luego cantaría Georgie. En el repertorio del artista francés siempre figuró al principio de su carrera el tema "Casatschok" que por sus reminiscencias muchos creyeron que pertenecía al folclore ruso lo que era falso. Fue un baile de moda en el París de los años 60, que se compuso allí y se bailaba en las discotecas a diario. Luego se expandió por media Europa.
Sería a partir de la década de los 70 cuando el francés impondría ya el estilo y las canciones que iban a identificarlo en adelante con su aire desenfadado y cómico. Porque el humor nunca le abandonó a Georgie Dann. "Balapapa" es de 1970, "El dinosaurio" de 1972, "La rana" de 1973 y su primer pelotazo: "El bimbó", fechado en 1975. En adelante, cada año llegado el calor se esperaba una nueva canción de Georgie en esa línea que comentamos. Unos títulos eran de su cosecha, y otros adaptaciones de temas ya estrenados, del pasado, como "El cumbanchero", de 1976. Al año siguiente grabó "El cafetal". Con "Pachito Eché", que tampoco firmaba él, logró otro número 1 en 1978. Y, sucesivamente, los que siguen, entre otros, pues su discografía abarca varios centenares de temas: "En un bote de vela", "El africano", que en 1985 arrasó, "El negro no puede", tres años después "El chiringuito", que todavía se escucha y se baila. "La barbacoa" se le ocurrió cierto día que en la terraza de su chalé le hicieron un reportaje con sus bailarinas para una revista. Después, prepararon una barbacoa, y con un ambiente alegre encontró la idea para esa canción millonaria. Y en otro de sus éxitos, "Mami que será lo que quiere el negro", el cantante nos contaba que la gente alteró el estribillo repitiendo "Mami que será lo que tiene el negro", lo que según él suponía un vocablo de doble intención.
Georgie Dann estaba acostumbrado no sólo a lanzar novedades llegado el estío. Sus discos se reeditaban en otras épocas del año. Y a finales de los años 90 una multinacional del disco sacaba al mercado Cd con una recopilación de sus éxitos. Con el nuevo siglo el nombre de Georgie Dann y sus canciones ya tenían menos eco. Su figura, vestido con llamativas chaquetas de lentejuelas, con sus cabellos negros bien cuidados, iba ya desapareciendo de los escenarios y en la radio y la televisión donde siempre fue una estrella, tampoco ya interesaba a las audiencias. En 2012 contaba que se pasaba las horas silbando por las habitaciones de su chalé, cuando no se entretenía como tantas veces escuchando discos de jazz. Fue en 2018 cuando trató de recuperar algo del pasado, un hueco en alguna programación. Y grabó "Buen rollinski", tema futbolero aprovechando un campeonato europeo en Rusia. Pero mas bien pasó inadvertido.
Georgie Dann nos dejó un legado que muchos recordarán cuando quieran recordar ese tiempo en el que reíamos y bailábamos al compás de sus alegres canciones.