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Así puso Rosa Morena lo "sexy" al flamenco-pop

La cantante Rosa Morena ha fallecido tras soportar una larga enfermedad. Deja tras de sí una carrera original y diferente.

La cantante Rosa Morena ha fallecido tras soportar una larga enfermedad. Deja tras de sí una carrera original y diferente.
Rosa Morena | RTVE

Se ha muerto Rosa Morena y con ella me han venido los recuerdos de cuando se discutía si fue ella la pionera del denominado flamenco-pop: canciones andaluzas con arreglos especiales y una instrumentación que invitaba al baile por rumbas. La verdad es que Dolores Vargas le llevó la delantera, con su "Achilipú". Y Encarnita Polo le disputó ese reconocimiento. Pero al margen de aquella discusión acerca de la preeminencia de ese ritmo, la extremeña Rosa Morena fue una cantante muy popular entre mediados los años 60 hasta una década después. En adelante bien cierto es que vivió del pasado, soportando los dolores de una grave enfermedad.

En el apartado íntimo, Rosa Morena sólo tuvo a un galán que la encandiló durante unos años, hasta romper con ella, quien no volvió más a tener, que se sepa, amor alguno. Y así, casi en soledad, sin apenas familia, ha muerto en un hospital de Badajoz, su tierra, a la edad de setenta y ocho años.

Manuela Otilia Pulgarín González vino al mundo en la capital pacense el 11 de julio de 1941. Su numerosa familia era de extracción humilde, hija de un padre minero y luego chófer. Una tía suya la inscribió en un concurso de radio, sorprendiendo a la audiencia con sólo cinco años imitando a Antonio Molina. Cantaba en los concursos de noveles de Radio Extremadura aquellas coplas del ídolo malagueño: "El macetero", "A la sombra de un bambú", "Como quieres que te quuera".... A los doce años se ganó una beca para estudiar en Madrid. Pasó por los estudios de la cadena Ser donde José Luis Pécker le dio la bienvenida en "Cabalgata Fín de Semana". De allí saltó al circo de Price, en sus entonces programas de variedades. A los catorce años se fue a Hispanoamérica. En Buenos Aires fue estrella del programa de Pipo Mancera y grabó el tango "Yira, yira" por bulerías. El legendario Miguel de Molina le auguró un brillante porvenir. Coincidió con Chubby Checker, el creador del "twist" en un espectáculo, y el representante del astro americano, Mario Pescara, llevó a Rosa Morena a Nueva York, donde se midió, siendo sólo una chiquilla, con artistas tan importantes como Celia Cruz y Olga Guillot. Pasó la extremeña por los escenarios del "Blue Ángel", el "Chateau Madrid" e incluso el mítico Madison Square Garden.

Rosa Morena, de breve estatura, se movía con frenéticos y sensuales movimientos al ritmo flamenco que le dictaban las notas de sus rumbas. Era anunciada como Rosa Morena, seudónimo que le regaló su primer profesor de canto, el maestro Millán. Vivía la jovencita Rosa Morena en una nube, actuando en Panamá, Venezuela, Chile, Guatemala, Ecuador, Puerto Rico, Canadá... Tuvo la suerte de participar en un festival monstruo en el Radio City Hall neoyorquino a beneficio der los niños poliomielíticos. Las estrellas que allí tomaron parte eran para quitar el hipo: Judy Garland, Frank Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis Jr.... Rosa Morena, que tuvo allí su oportunidad, se pellizcaba para convencerse de que todo aquello era verdad. Sinatra, entusiasmado con el arte de Rosa Morena, la tomó en brazos. Vigilaba la madre de la artista extremeña, porque ésta sólo contaba entonces quince años. En aquella ocasión interpretó "Angelitos negros", el célebre bolero, por bulerías, acompañada a la guitarra por "Sabicas", un pamplonica que se exilió en las Américas y gozó de justa fama con su instrumento de cuerdas.

Luego del festival, algunos de los que habían tomado parte en él se fueron a una sala de fiestas donde nuestra compatriota bailó a ritmo de blues y bulerías nada menos que con Ella Fitzgerald. De aquella experiencia le surgió a Rosa Morena un contrato para participar en una película musical con destino a la televisión con Judy Garland y Dean Martin, y allí interpretó un éxito de Lola Flores: "Limosna de amores". A su vuelta a España rodó dos películas: Flor salvaje, en 1965, y El secreto de las esmeraldas, cuyo galán era Julio Pérez Tabernero, descendiente de una conocida familia de ganaderos salmantinos. Durante cinco años, él y Rosa Morena mantuvieron un intenso idilio.

Y a mitad de los años 60 del pasado siglo y en adelante es cuando Rosa Morena se identificó con ese flamenco-pop, grabando un montón de discos con canciones muy difundidas a través de la radio de la época; la más conocida, "Échale guindas al pavo", versión que la extremeña hizo de un estreno de la mítica Imperio Argentina en la película "Morena Clara" de 1934. Sus actuaciones en público le hicieron ganar la leyenda de ser una "flamenca sexy".

Su físico, era una baza para atraer a sus admiradores, mas tenía gracia y temperamento cantando. En 1987 se fatigaba mucho en sus actuaciones. Le diagnosticaron una grave enfermedad que afectaba a su pulmón izquierdo. Vivió un tiempo de amargura e intranquilidad, sometida a duras sesiones de quimioterapia. Buscó en una clínica de París, desesperada, la solución para su mal. Le recomendaron irse a un sitio tranquilo, y eligió Recife, en la isla de Lanzarote, donde transcurrieron para ella ocho años de espera. Ya no podía cantar: se asfixiaba. Su convalecencia resultó positiva, pues reapareció en 1998 con el disco "Tela de araña".

Su nombre se había difuminado pero, vencida su enfermedad, todavía estuvo unos años actuando y siendo referencia en programas de televisión de una mujer que se había enfrentado al cáncer, hasta lograr, supuestamente, vencerlo. Y así nos pareció a sus amigos. Me llamaba por teléfono desde su casa de Badajoz, con su humor de siempre, pues fue una mujer llena de vitalidad. Adoraba a su tierra, dedicó un pasodoble a la capital pacense. Y en respuesta a esa entrega, el Ayuntamiento rotuló una calle con el nombre de la artista. En el ámbito personal echaba de menos haber tenido un marido, unos hijos y un hogar. Ya no nos reiremos juntos más, Rosa, como hace pocos meses, cuando a través del teléfono intercambiábamos chistes y recuerdos.

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