Que tu primera película sea A pleno sol puede resultar complicado para remontar en el cine. Pero no parece que a Marie Laforet eso le perjudicara. Sobre todo porque en la segunda película, Saint Tropez Blues, cantó y a partir de ahí empezó a grabar discos. Y a convertirse en cantante folk (ese "Blowing in the wind"), pop y rock. En una de esas leyendas del cine y la canción francesa que sólo hay en el cine y la canción francesas. Cantaba sobre todo versiones de temas anglosajones. También versiones en castellano de sus éxitos, como la tristísima "Ven, ven" (a la altura de las lamentablemente maravillosas "Il venait d’avoir 18" y "L’appuntamento"), una versión de "Rain, rain" de Simon Butterfly (en francés, claro, era "Viens, viens"). O "Y volvamos al amor" ("Les vendages de l’amour"). En 1967 lanzó "Mon amour, mon ami", que muchos años después escuchamos en la voz Virginie Ledoyen en Ocho mujeres, la película donde François Ozon puso a cantar a Deneuve, Béart, Darrieux, Ardant, Huppert, Ledoyen y Ludivine Sagnier.
Volviendo su debut en A pleno sol (1960), es difícil tener más suerte. Un asfixiante thriller de suplantación, intento del crimen perfecto y gente guapa de romperse. Además de la música de Nino rota. La suerte de Laforet no es sólo la de compartir espacio con un casi perfecto Alain Delon. Porque para guapa ella. Incluso con una breve aparición de Romy Schneider. O teniendo de competidora la belleza de Ischia. Con un aspecto parecido, Laforet era más guapa que Jane Birkin y más refinada que Jacqueline Bisset. Un bellezón con ojos perturbadores a quien es difícil ganar. Sobre todo tuvo la suerte de participar en la gran película de René Clément basada en El talento de Mr. Ripley, fabulosa novela de Patricia Highsmith. A la escritora le encantó la adaptación. Salvo el final, que le pareció moralizante.
Marie interpreta a Marge Duval, que recibe la carta de Philippe Greenleaf (Maurice Ronet) anunciándole la ruptura. Ella ve una carta con un tono demasiado frío. La ha escrito Ripley, que suplanta al asesinado Greenleaf. "Es anodino, insípido, es peor que si estuviera muerto", dice ella de Greenleaf. Pero todo eso, además de amoral y psicópata, es Ripley. Alain Delon es capaz de demostrar la amoralidad de Ripley mordisqueando un melocotón.
Marie Laforet murió el sábado a los 80 años en Genolier (Suiza). Había nacido el 5 de octubre de 1939 en Soulac-su-Mer (Gironda). Ya mayor contó que con tres años fue violada por un vecino. "Me fue imposible hablar de ello durante décadas… Pero sin esta violación no me habría dedicado a un trabajo público que iba en contra de mi timidez natural. Lo elegí como vía de escape". El vecino se metía por las tardes en su habitación aprovechando la ausencia de su madre, enfermera en un hospital. "Cuando mi madre volvía me veía las marcas en el cuerpo, los morados, las petequias. Pero pensaba que me había golpeado jugando". Años después, una vez adulta, Marie lo recordó todo. Y se lo contó a su madre. También quién había sido. La madre: "¿Cómo? ¿Era el padre el que te hacía eso? Pensaba que podía ser el hijo". El hijo tenía cinco años y la madre de Laforet había interpretado aquello como un juego cruel entre niños. La creyó pero a Laforet nunca se le olvidó la extraña reacción de su madre.
Con su muerte, el ministro de Cultura francés, Franck Riester, escribió en Twitter que Marie Laforet encarnaba una forma de libertad total. En sus elecciones artísticas y en su vida, dirigida con el amor y la pasión como únicas brújulas (se casó cinco veces). "La desaparición de la chica de los ojos dorados nos conmueve. La nieve cae como lágrimas". Nos ha faltado llorar un Loira.
Patricia Highsmith dijo de A pleno sol que era "tan bella para la mirada como interesante para el intelecto". Lo mismo lo estaba diciendo también de Marie Laforet.