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'Ghosteen', de Nick Cave & The Bad Seeds: el dolor asumido, elevado a lo sublime

El artista australiano publica un álbum hipnótico, tristísimo y muy hermoso en el que refulge la muerte de su hijo Arthur.

El artista australiano publica un álbum hipnótico, tristísimo y muy hermoso en el que refulge la muerte de su hijo Arthur.

Tiene Nick Cave una especie de consultorio virtual para fans muy interesante que se llama The Red Hand Files. Con textos muy desarrollados, huyendo de vaguedades y de monosílabos, el líder de los Bad Seeds responde a las diversas preguntas de sus admiradores, quienes se interesan, por ejemplo, por sus métodos de composición, el origen de algunas de sus canciones, sus escritores y músicos favoritos o, como un tal Joe, de Bexhill-On-Sea (Reino Unido), por la fecha de lanzamiento de su nuevo disco. "Querido Joe –le respondió el cantante australiano a finales de septiembre–, puedes esperar un nuevo álbum la semana que viene. Se llama Ghosteen".

El decimoséptimo trabajo de Nick Cave & The Bad Seeds se estrenó en Spotify, Youtube y derivados el pasado 3 de octubre, y verá la luz en formato físico el 8 de noviembre. La grabación arrancó en 2018 y concluyó a principios de este año. Arropado –es un decir, ahora les explicaré el porqué– por su mano derecha, Warren Ellis –coproductor, coautor de algunas canciones, y al mando de sintetizadores, teclados, loops y vientos...–, Thomas Wydler –batería–, Martyn Casey –bajo–, Jim Sclavunos –percusión– y George Vjestica –guitarra–, este disco doble se divide en dos partes: una primera, llamada "Los niños", compuesta por ocho canciones, y una segunda, "Los padres", que alberga dos piezas largas, unidas por un texto recitado –"Fireflies", colgado en The Red Hand Files al poco de que la web iniciara su andadura–.

En 1997, Cave publicó el magnífico The Boatman’s Call –que contiene, entre otras, joyas como "Into my Arms", "People Ain’t No Good" o "Brompton Oratory"–, un disco en el que el piano es el rey absoluto, en el que las guitarras son mínimas y, en el que, salvo excepciones, no suenan más de cuatro/cinco instrumentos por canción. Paradójicamente, en la contraportada del, por entonces, álbum más desnudo de la banda aparecía una fotografía en la que posaban más "Malas Semillas" que en cualquier trabajo anterior.

Comparado con Ghosteen, el sonido hermoso y sencillísimo de The Boatman’s Call es casi sinfónico. En su último disco, Cave ha desmenuzado sus canciones hasta el extremo. Nunca antes había sido tan microscópico, tan minúsculo, el papel de sus músicos, y nunca antes había tenido tanto peso su voz. En este trabajo no hay rugidos –nulos en sus últimos discos, habituales en sus conciertos–, sino falsetes. El cantante se gusta, interpreta con elegancia, busca la belleza y la solemnidad desde su garganta. Desde un punto de vista instrumental, Ghosteen es, sobre todo, sintetizadores y pianos sobre loops. Apostando todo al mínimo común divisor sonoro, el australiano culmina una trilogía que empezó con Push the Sky Away, un LP de rock muy sobrio sostenido en loops –en realidad, ya estaban muy presentes en el más exuberante Dig, Lazarus, Dig!– y que continuó con el más crudo y trágico Skeleton Tree, un réquiem por la muerte de su hijo Arthur.

En este sentido, si Skeleton Tree es una herida en carne viva, Ghosteen encaja –relativamente– en la quinta fase del duelo: la de aceptación. Esto se resume escuchando la última parte de la pieza que cierra el álbum, "Hollywood", en la que el australiano se refiere a la historia de Kisa Gotami. Esposa de un hombre rico, su hijo murió y fue a pedirle ayuda a Buda. Éste le dijo que le llevase semillas de mostaza que le diesen en casas en las que no había muerto nadie. La mujer las buscó, pero siempre le decían: "Pocos somos los vivos y muchos los muertos". En todos los hogares que visitaba siempre había habido un difunto. Entonces, comprendió lo que Buda quería decirle: su desesperación no tenía ningún sentido. Pese al sufrimiento y al llanto, su hijo no volvería a la vida. Más tranquila, fue al bosque y enterró al crío.

En Ghosteen, parece que –no me atrevo a afirmar– Cave entierra a Arthur, pero no a su fantasma. Cree sentir la presencia espiritual de su hijo, a quien le dice que está a su lado y le suplica que le busque. Haciéndose ilusiones, desea que vuelva en el próximo tren, mientras oye brincar a los caballos en los pastos del Señor. En la sobrecogedora "Waiting for You", canta: "A veces, un poco de fe puede llegar muy, muy lejos. / Tu alma es mi ancla, nunca pedí que me liberaran".

Por otro lado, es consciente de que el pasado, "con su resaca salvaje", se aleja y el futuro comienza. Hay serenidad, pero amargura: "Intento olvidar para recordar que nada es algo / donde algo está destinado a ser" ("Ghosteen Speaks"). Jesucristo, a quien se refiere en varias canciones –a veces, acostado en los brazos de la Virgen María–, le ha fallado: le prometió una palabra "que iluminaría la noche", pero le ha dejado sólo, en medio de ninguna parte, "con un hombre loco de pena y a cada lado un ladrón, / y todos colgando de un árbol, de un árbol" ("Sun Forest").

Cave aprendió a componer sobre el trauma de la muerte de su hijo yendo más allá, recurriendo a imágenes bucólicas –aunque inquietantes: "Los campos son sólo campos y no hay Señor / y todo el mundo está escondido, y todo el mundo es cruel / y no hay escasez de tiranos y no hay escasez de tontos" ("Bright Horses")– en las que aparecen bosques, hojas, fotones, átomos, caballos que resplandecen y galeones que vuelan. El rey, que primero fue un joven príncipe, canta canciones que anhelaban ser cantadas mirando al cielo, alto y nublado, con la esperanza, como dice en "Spinning Song", de que "La paz vendrá a tiempo. / Un tiempo vendrá para nosotros".

Sabiéndose una luciérnaga que un niño ha atrapado en un tarro, Cave se despide esperando que llegue su hora, su lugar en el Sol, y anhelando encontrar la paz de su mente. Nos deja un álbum hipnótico, envolvente, tristísimo y muy hermoso. No es un disco fácil: su apuesta musical es arriesgada y disgustará a quienes se quedaron en "Loverman" o en "Stagger Lee". Por su radicalismo, por su ambición, por su temeridad y, en definitiva, por la alta calidad de sus canciones, a Ghosteen le calza muy bien el adjetivo "brillante". Como canta en "Waiting for You", esperemos que el líder de los Bad Seeds quiera seguir en el negocio de hacer felices a sus admiradores por mucho tiempo.

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