Justicia a Camilo Sesto
Ha muerto uno de los grandes de la canción española y si no fuera por LD muchos de quienes por edad le conocieron tarde y mal seguirían pensando que acabamos de enterrar a un friki.
Hay muchos motivos por los que estoy orgulloso de escribir en Libertad Digital. Este periódico, y todo el grupo mediático que lo sustenta, nació hace ya casi dos décadas del empeño de Federico y un grupo de personas afines que hicieron ellos mismos lo que anhelaban ver y no encontraban en la prensa española.
Sin comprometer nunca su estilo y razón de ser ni caer en servidumbres políticas o financieras, LD ha llegado a ser una referencia indiscutible de multitud de liberales españoles e hispanoamericanos de las más diversas tradiciones y edades.
El periódico es asimismo un bastión de una forma de hacer prensa directa y sin los melindres que todos copian de la América más cursi. Una prensa cada vez más difícil de encontrar en el mundo próspero, que es a la vez clásica y rabiosamente moderna. En su fidelidad a lo fundamental e imperecedero, pero también porque abraza todo lo nuevo que es bueno y no mero postureo.
Además de un oasis de frescura en el páramo de la normalidad yerma y rigorista que se impone, este proyecto editorial ha hecho posible que podamos seguir escuchando a Federico cada mañana en la radio. ¡Y cuántos ratos de alegría no nos da cada semana con su lucidez y su ingenio!
El elogio general de LD y esRadio podría concretarse en infinidad de ejemplos. El último de ellos es la cobertura de la muerte de Camilo Sesto. Ha muerto uno de los grandes de la canción española y si no fuera por LD muchos de quienes por edad le conocieron tarde y mal seguirían pensando que acabamos de enterrar a un friki.
Quizá fuera por ese empastre a lo de La Vega que se hizo en la cara, y porque durante años se prestó a la caricatura que hacían de él acudiendo a los platós de quienes se le burlaban. Pero estoy convencido que era también por esa marca suya torrencial, tan valenciana como les riuaes, que siempre se les atraganta a quienes, solemnes y temerosos de lo que mueve sin mediación al alma humana, establecen el canon desde sus teclados.
A Camilo se le presentó desde que tengo memoria como un personaje enfermizo y digno de lástima. Uno de esas viejas glorias ridículas que los hipsters ya no tan jóvenes sacan a relucir en las verbenas dejando claro que es en broma, no sea que alguien les confunda con sus padres, a los que desprecian, o se piense que se creen las letras desgarradas del estribillo.
Y ha sido LD, con su excelente despliegue de obituarios y las glosas de Federico con Jara y Alaska en esRadio, el medio que más ha hecho por apartar el manto del prejuicio bobo del talento único de Camilo. Nadie como Federico ha exaltado estos días la voz luminosa y poderosísima del artista de Alcoy. Su capacidad casi inagotable de componer y producir éxitos -entre ellos el monumental e improbable Jesucristo Superstar- nos hubiera pasado desapercibida si no escucháramos esRadio. Igual que una inmensa popularidad en la América hispana que le llevó a llenar el Madison Square Garden y le permitía ser una estrella en Miami cuando ya se le desdeñaba en nuestra acomplejada y desagradecida España.
También en esRadio, que tiene entre sus muchas virtudes el entusiasmo por la riquísima cultura popular española de la que hoy tantos reniegan, hablaron Carmen Jara y el propio Federico de su lado más humano. Lo hicieron de manera inteligente y sobria. Sin esconder, magnificar, mitificar o dramatizar sus abusos de las drogas y muchas turbulencias personales.
En otros cantantes con más prestigio, las dificultades íntimas son rasgos de genialidad, pero no en Camilo: los misterios que le envolvieron y las temporadas que estuvo mal eran en su caso una descalificación de su trabajo, que le hacían aún más friki y le disminuían como artista.
Junto a Jara y Federico en Es la mañana de Federico estaba también Alaska, que recordó que Camilo poseía las mejores cualidades del artista y se entregaba siempre a lo que hacía, en todos los escenarios, por pequeños y humildes que fueran, y en todas las empresas que acometía.
La última de sus canciones que triunfó rotundamente en España fue "Mola mazo", que era parte de su álbum Alma (2002). Muchos se tomaron la canción como el destarifo extravagante de un inadaptado en decadencia. Pero lo cierto es que "Mola mazo" no puede estar mejor hecha. Aúna la cadencia pegadiza y simple de los éxitos del verano con la intensa emoción del mejor Camilo. Su letra clara, fluida y llena de sustancia reivindica a su autor y es un himno a la libertad y el carácter propio en la línea del "A quién le importa de Alaska" (¡y de toda la aventura de LD!).
Por la devoción que le tienen mi madre y mi tío, que no tienen Twitter y no pueden pasar más de esas élites que aspiran a gobernarnos el gusto, crecí oyendo ciertas canciones de Camilo, a quien en mi casa se le respetaba y quería.
Pese a ello, la primera vez que le oí hablar fue hace dos o tres años en una vieja entrevista de Bayly que recuperé en YouTube. Soy un gran seguidor de las entrevistas de Bayly, pero ese día no me gustó cómo trató a su invitado. A ratos parecía -como por otra parte hace a veces- que le hubiera llevado para reírse de él, pero Camilo respondió con gran habilidad e inteligencia. Evitó el enfrentamiento y se zafó de las preguntas más incómodas sin conceder nada, con optimismo y un buen humor muy valenciano que desarmó a Bayly con alguna que otra puya y conquistó al público, que le ovacionó y coreó sus canciones.
La otra noche, la televisión autonómica valenciana À Punt emitió un especial dedicado a Camilo en el que se recuperaban varias entrevistas concedidas a lo largo de su vida por el cantante. En una de ellas se le pregunta por la participación del artista en "una serie de programas de televisión donde no te trataron muy bien". Camilo, que ya habla con esa voz apagada y farragosa de grabadora a la que se le acaban las pilas, contesta con resignado realismo: "Es que España cambió mucho. Las televisiones que había, los programas que había cambiaron mucho. Y bueno, lo teníamos que hacer, ir al programa. O voy o no voy y no saben de mí. Y tuve que tragar y pasar también por esos programas".
En su siguiente intervención, el entrevistador se hace eco del estigma que pesó contra Camilo. "¿Por qué crees que es tan complicado demostrar públicamente que te gusta Camilo Sesto?". A lo que el de Alcoy contesta tras un silencio meditativo con una retahíla confusa y evidente tristeza: "No sé, no sé cuál es el problema. El dilema de siempre. Camilo hace Jesucristo Superstar. Es guapito… Espérate, dame un margen de confianza y después opinas".
Amigos, colegas y admiradores toman la palabra después para lamentar el trato que recibió en España. Teddy Bautista recuerda su generosidad con los amigos y se pregunta: "¿Por qué no se recuerdan las cosas buenas de Camilo y solo están centrados en las tonterías que ha dicho?". Ruth Lorenzo atribuye la crueldad con Camilo a la frustración personal, y Marta Sánchez a la ignorancia, al "no conocer el legado musical de un artista para opinar, de no conocer los logros".
"Este es un país en el que cuando se triunfa hay que llevar una pancarta pidiendo perdón", concluye el productor Miguel Ángel Arenas, Capi.
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