Bunbury en Madrid: demasiado bueno para un festival
El artista aragonés brilló en el Festival Río Babel. Su oferta musical: un huracán conceptual no reñido con la diversión y el baile.
Lo peor del concierto que Enrique Bunbury ofreció en Madrid este viernes por la noche, encabezando el cartel del Festival Río Babel, fue precisamente ese: su ecosistema, su marco festivalero. Al firmante de maravillas como "Porque las cosas cambian", "San Cosme y San Damián" o "Supongo" se le disfruta más cuando no está emparedado por otros artistas. Y con esas prisas. Así, un minuto después de que el músico aragonés rematara su show con la hermosísima "Lady Blue", en el escenario contiguo, Alamedadosoulna comenzaba –lícitamente, claro– su función, sin dar un respiro a los asistentes para una mínima digestión, musical e intelectual, de lo que habían vivido/disfrutado/cantado en la hora y media previa.
Porque, pese a los recortes lógicos –va una perogrullada: los conciertos que los artistas ofrecen en festivales siempre duran menos que los que celebran por su cuenta–, pese a las ausencias de piezas habituales en este Ex Tour, como "La constante", "Tesoro", "Dos clavos a mis alas" o "De todo el mundo", podadas del repertorio –y tocadas, por ejemplo, en el concierto del Palacio de los Deportes de Madrid, en diciembre–, el set list ejecutado por Bunbury y Los Santos Inocentes–los guitarristas Álvaro Suite y Jordi Mena, el bajista Robert Castellanos, el percusionista Quino Béjar, el baterista Ramón Gacías, el saxofonista Santi del Campo y el teclista Jorge Rebenaque– no fue comida rápida, sino un menú de degustación nutrido, fino y agresivo, un huracán conceptual no reñido con la diversión y el baile, un cóctel de profesionalidad precisa, cercanía y desenfreno controlado, muy a lo Nick Cave.
Bunbury comenzó con un póker de su último trabajo, Expectativas: "La ceremonia de la confusión", "La actitud correcta", "En bandeja de plata" y "Cuna de Caín". Después, hizo un recorrido por sus diferentes épocas, incluyendo éxitos de Héroes del Silencio, como "Mar adentro", "Héroe de leyenda" y "Maldito duende" –con incursión breve entre el público incluida en esta última–. La banda sonó poderosa y elegante. Sorprendieron el barniz nuevo de "El anzuelo", oscuro y cancaneante, la introducción como de salón de "Sí" y ese cruce sonoro bastardo de Tom Waits con reggae en "De mayor". "Despierta", "El hombre delgado que no flaqueará jamás" y "Hay muy poca gente" sonaron como truenos. El cantante, ya se ha contado, se despidió con "Lady Blue", más o menos, hora y media después de que hiciera suyo, y de qué manera, el escenario. Perdonen el cinismo, pero el show fue demasiado bueno y complejo para un festival.
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