Canta en Barcelona este sábado 27 de enero (Palau de la Música) y el lunes en Madrid (Nuevo Apolo) uno de los cantautores más románticos y veteranos: Salvatore Adamo. Siciliano de nacimiento –vino al mundo en Comiso el 1 de noviembre de 1943- se fue a los tres años de vida con sus padres a Bélgica, donde su progenitor buscaba alguna oportunidad para sacar adelante a su numerosa familia, su mujer y siete hijos. Duro trabajo le costó a Antonio Adamo, que tuvo que malvivir con los suyos en unos barracones que habían servido de cárceles para los alemanes en la II Guerra Mundial, Aparte de que su profesión ya era sacrificada, diez horas trabajando bajo la tierra, en una mina a las afueras de Bruselas.
Salvatore Adamo era un chico espabilado, que llevaba por nombre el de su abuelo, quien sabedor de su afición musical le regaló una guitarra cuando el chico tenía once años. Fue el comienzo de una carrera que lo llevaría desde sus primeras actuaciones en la radio a los más grandes escenarios europeos y de medio mundo. Su facilidad como compositor, completada con su buena memoria para aprender idiomas fue una llave que le abrió las puertas de muchos países. En España varias de sus más conocidas composiciones tuvieron sus respectivas versiones en la voz de Raphael, a quien aparte de varios motes como el de "Niño de Linares", recibió de algunos cronistas uno muy significativo: "el Adamo español". Han transcurrido más de cincuenta años y todavía nuestro compatriota incluye en su actual repertorio uno de los más grandes éxitos del ítalo-belga: "Mi gran noche". Se da la circunstancia de que el tema original creado y estrenado por Adamo fue escrito en tono de broma, en tanto la versión de Raphael prescinde de ese matiz. Sabedor de ello desde hace tiempo cada vez que Salvatore ha venido a cantar a nuestro país (la última vez hace un año en Bilbao y Barcelona) ha decidido evocar al menos el estribillo de "Mi gran noche" tal y como conocemos en la voz del artista jienense.
Otras piezas conocidas de Adamo, que tuvieron su difusión a mitad de los años 60 del pasado siglo, y aún no ha retirado de su repertorio, son: "Mis manos en tu cintura", "La noche", "Cae la nieve", "Tu nombre", "Un mechón de tu cabello", "Inch Allach"…, de un total de medio medio millar de títulos de su caletre. En casi todas ellas se cuenta una historia de amor, o se expresan emociones sentimentales, que para Adamo siguen siendo esenciales para conquistar a su público. Dice que "las españolas me siguen escuchando desde hace 50 años". Y es verdad, porque entre nosotros tuvo siempre una gran aceptación, con su aire entre tímido y algo pillo por su pícara sonrisa. Recuerdo, mediados los 60, su presentación en un abarrotado Palacio de la Música en Madrid, cuando todavía no eran muy habituales esos hoy llamados conciertos de artistas del pop melódico. Luego, en algunas entrevistas, Adamo siempre se mostró como es él habitualmente: sencillo, enormemente simpático y con cierto aire despreocupado y juvenil, muy respetuoso y lejos de esos otros divos exentos de la menor cortesía.
Jacques Brel, aquel bohemio intelectual definió a Salvatore Adamo con una frase algo cursi: "Jardinero del amor". Realmente, repasando las letras de sus canciones, hay frases cual brotadas de un rosal. Por su parte, Adamo siempre ha dicho que la base de su inspiración habría que encontrarla en las "canzonettas" de su niñez que le cantaba su padre con nostalgia de su Sicilia natal. Y también desde luego las composiciones que luego escucharía en Bélgica de los grandes cantautores de los 50 y 60: Georges Brassens, Brel, Charles Aznavour… El padre de Salvatore llegó a alcanzar el éxito de éste pero en un viaje que hizo a Sicilia para reencontrarse con la familia en 1966 tuvo la desgracia de morir ahogado.
Salvatore fue siempre un hombre que no cejó de cantar al amor. En consecuencia cabe pensar que vivió al menos una juventud enamorada, antes de casarse en febrero de 1969 con Nicole Durand –cumplirá por tanto dentro de unos días cuarenta y nueve años de casado-, con quien tuvo tres hijos, de los cuáles uno de los dos varones, Benjamín, se ha dedicado a la música. Él mismo comenta que a veces los periodistas solemos decirle que es uno de los pocos artistas que siguen con su mujer de siempre. Únicamente se le atribuye una hija nacida fuera de esa unión citada. Desde luego no se olvida aquel intenso rumor que circuló por las revistas del corazón a partir de 1964, cuando durante una gala multitudinaria, ante ochenta mil espectadores, regaló una rosa roja a la princesa Paola, casada con el príncipe Alberto de Lieja. Luego de aquella ofrenda, se dijo que la pareja había sido vista en Londres, acercando mejilla con mejilla en una "boîte". Desde luego en Italia, Francia, Bélgica y España se divulgaron algunas imágenes de la pareja en actitud cariñosa. Al "flirt" contribuyó que Salvatore le dedicara una bella y tierna melodía: "Dulce Paola". Poco a poco aquellas murmuraciones fueron apagándose. Y ya es cuando al corazón de Salvatore llegó Nicole, a la que convirtió en su mujer. Con ella sigue muy feliz en su casa de Bruselas. Suelen pasear en barco, que es una de las aficiones predilectas del cantante. Mérito tiene como artista al llevar tantos años en el candelero. (O candelabro, que diría aquella miss madrileña)