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'Del mito al caos', de GarCía: no toda la música (nueva) que se hace en España es basura

Estamos ante un trabajo autoproducido, libre y muy cuidado, compuesto por diez hermosas canciones que orbitan en torno al rock y el pop.

Quienes dicen que el panorama musical patrio da ascopena tienen parte de razón cuando, por ejemplo, argumentan que los grandes –Bunbury, Loquillo, Sabina o Robe Iniesta, entre no muchos más- superan los cincuenta y no tienen, a simple vista, relevos cualitativos naturales, o cuando se rasgan las vestiduras por haber escuchado hasta setenta veces siete, en treinta emisoras y en un sólo día el, entre viral y vírico, "Despacito" –menos mal que no contiene mensajes subliminales…, al menos, que sepamos-.

En realidad, el argumento se tambalea en cuanto uno baja al barro y comprueba que, en las salas pequeñitas, en los pubs menos luminosos, en los garitos aún no gentrificados por hipsters, se matan por sobrevivir algunos músicos con talento, gente que cree en lo suyo y que se deja el alma –y, sobre todo, el bolsillo- haciendo una canción o un disco. Son especies en extinción que aún no se han extinguido y que, en el mejor de los casos, actúan para un centenar de personas; en el peor, no cobran –y esto no es ya cosa del Gobierno, eh: hay mucho truhán regentando locales-.

En este ecosistema, Santi García (Madrid, 1972) lanza su primer disco, Del mito al caos, un trabajo autoproducido, libre y muy cuidado, compuesto por diez hermosas canciones que orbitan en torno al rock y el pop –aunque con muchos matices, como, por ejemplo, de jazz o ska- y que ofrecen letras reflexivas, dolientes y, sobre todo, muy bien escritas –aunque, en la primera canción, hay un verso que es un topicazo imperdonable: "Una triste orgía de desolación y soledad"-.

Cuenta García a LD que su "formación musical es fundamentalmente clásica. He pasado más de diez años de mi vida en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid estudiando piano y acordeón, además de solfeo y armonía". "La sensación de encontrar de verdad mi sitio en la música –añade- apareció cuando comencé a escribir mis primeras canciones. Formé parte de varias bandas de rock en las que, además de teclista, actuaba como compositor y letrista. Para la música en general, estas bandas no tuvieron trascendencia alguna; para mí, sin embargo, supusieron el caldo de cultivo perfecto para atreverme a comenzar a expresarme, de verdad, a través de la música".

García, en general, ha sido músico de: "He acompañado con el piano y el acordeón, tanto en el estudio como en directo, a Fran Espinosa, Carlos de Abuín, Marta Espinosa o No Procede". Entre estos, sobresale el nombre del cantautor madrileño Santy Pérez: "Contactó conmigo para proponerme tocar con él. Su propuesta me rejuveneció veinte años y la acogida en su banda y el nivel de intimidad que conseguimos desde, prácticamente, el primer momento, otros veinte".

De hecho, el propio Pérez ejerce de vocalista en la mayor parte de las canciones de Del mito al caos e, incluso, ha metido mano en las letras: "Realmente a medias, y que se hayan respetado estrofas completas mías, en "De sombras y huellas". En el resto, excepto en las que yo no canto, también hice aportaciones grandes en un principio pero, finalmente, sólo se quedó algún verso que otro o alguna palabra que sonaba mejor que la que estaba primero. El motivo es, simplemente, que García, con tanto cambio mío, no reconocía sus canciones como propias".

García dice que sus "grandes influencias en lo que a música popular se refiere son Dylan, Cohen, Springsteen o Sabina"; sin embargo, si hay un nombre propio que asoma en Del mito al caos es el de Robe Iniesta. La influencia del artista extremeño es evidentísima en canciones como "De sombras y huellas" –"Sueño con un mundo peor: cine serie B de terror" es un verso que bien hubiera podido firmar el autor de "Golfa", "A fuego" o "De manera urgente"-, "Material sobrante" –"Morir a cada instante / para nacer de cada herida"- y la torrencial "Corren", quizá la mejor pieza del álbum –"Suelo imaginarme casi todo roto, / suelo imaginarme apenas soledad"-.

Saltándose el logos y relatando un desorden ordenado, Del mito al caos arranca con "La angustia y sus márgenes", un rock in crescendo que, amén del tópico antes citado, alberga un verso brillante: "Los sueños despilfarran su metralla en diferido". "Sin ti (Me vi)" es un canto pop y pegadizo sobre un alma en cuarentena. En "Material sobrante", quien canta es Santi García, y sobresale el solo de guitarra de Miguel Sempere, un músico a descubrir y, en mi opinión, el mejor guitarrista de la cantera del rock nacional. "Cuentos pendientes" tiene un barniz de jazz y "Debería", una balada pop, es quizá la más solemne: "Si el final ha comenzado y el aforo es limitado, / que nos traten con cuidado antes de que dicte el juez" –en el disco hay como una sombra de un divorcio doloroso-. En la melancólica "Atrás fueron quedando", quienes cantan son los uruguayos Adrián y Martín Rosito, y la pieza final, "Devuélveme", es bonita, pero suena desubicada: por su discurso general, el disco merecía un final menos descafeínado, más tronante y con más mala leche.

En definitiva, que Del mito al caos, de "GarCía" –juega con su apellido por el gran número de colaboraciones que hallamos en el álbum-, es la prueba de que, si se atraviesa la espesa niebla cotidiana, aún se pueden encontrar artistas españoles –no conocidos- que apuestan de verdad por la canción elaborada y no por la comida rápida. El disco se lanza y se presenta el 3 de septiembre, en un concierto en la sala Galileo Galilei. Hay que desmentir estos versos: "Todo el mundo lo sabía / pero nadie hizo nada". Hagámoslo pues.

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