Julio Valdeón (Valladolid, 1976) cambió Pucela por Nueva York para escribir, teniendo "clarísimo que era imprescindible salir" de su patria chica. Cuenta a LD que en la capital del mundo "no se puede salir de copas: primero, porque no saben servirlas, y luego, porque las hostias –económicas– son de pánico". Escribiente y vocero de, entre otros medios, La Razón, Efe Eme o La Cultureta de Onda Cero, y autor de novelas como El fulgor y los cuerpos (Espasa, 2002) o Verónica (Algaida, 2008), conversamos a propósito de su última obra, Sabina. Sol y sombra (Efe Eme, 2017), una biografía del bardo ubetense repleta de admiración y crítica, sin sobredosis de baba ni de puñales, cargadísima de testimonios –Pancho Varona, Antonio García de Diego, Luis García Montero, Andrés Calamaro, etcétera–, muy periodística, muy musical, muy luminosa. Y muy bien escrita.
Se mosquea Valdeón diciendo que las ventas de su libro van bien, pero que los colegas de profesión apenas le están haciendo caso: "En España ha habido muy poca tradición de ensayismo musical y se ha minusvalorado el género. En EEUU eso no pasa: Greil Marcus es una estrella. En España, aunque hay un boom de literatura musical en los últimos años, sí que tienes la sensación de que cae en un terreno de nadie. Si escribes sobre, por ejemplo, Gil de Biedma, los suplementos culturales te toman más en serio".
En estas, afirma que, para buena parte del mundillo, Sabina es un paria, un cantautor kitsch de rumba, bolero o rock&roll: "La crítica musical de España es un puto disparate donde Sabina es tabú. Si uno no se ha formado leyendo revistas musiqueras, y leías, por ejemplo, los artículos de El País, te podías pensar que Sabina gozaba de cierto prestigio. Pero la escritura musiquera nunca le ha tocado. Ni a él, ni a Serrat ni a Miguel Ríos. Les consideran tabú, casposo. Si Cohen hubiese nacido en Zamora, seguramente, este público del que te hablo lo despreciaría. Sabina ha tenido éxito comercial, pero hablo de otra cosa, de prestigio".
Arropo su causa –me resguardo en mi firma– y le menciono un artículo del que el propio Valdeón habla en Sabina. Sol y sombra, publicado en El Confidencial por Víctor Lenore, titulado "Joaquín Sabina: ¿Maestro o trilero musical?". Opina Valdeón: "Ese artículo no es algo aislado. Más bien diría que sigue la línea de tantos y tantos y, en realidad, puede ser peor. Lo habitual es la indiferencia. Al final, el rock&roll no deja de ser una especie de traje generacional, la carpeta empapelada con fotografías de músicos con la que te reafirmabas en el instituto. Detecto un empeño casi pueril en reivindicarte a través de los discos que amas, y un abrumador desinterés en explicar la música que se hace en nuestro país. Mucho yo, mi, me, conmigo, vamos. De ahí que luego, como resulta que en el último disco de Sabina suena una rumba, van algunos y escriben, "Ah, igual que "19 días y 500 noches"". Y no, "Churumbelas" no tiene nada que ver con las rumbas de "19 días y 500 noches". Pero claro, como no les interesa Bambino, ni Peret, ni María Jiménez, como no salen de Wilco, o del rap estadounidense, o del indie, pues escuchan una guitarra española y unas palmas y zas, "19 días"".
En su biografía, Valdeón reivindica al Sabina músico, al autor de letras y melodías, al firmante exclusivo de canciones como "Amor se llama el juego", "19 días y 500 noches", "Caballo de cartón" o "Calle Melancolía": "Como la peña no tiene ni puta idea de música, siempre se habla de las letras de Sabina. Algunos libros que le han dedicado parecen una especie de comentario de texto de bachillerato. Joaquín escribe canciones, no poemas. Eso no lo desmerece. Un letrista de canciones puede ser una figura artística de tanto o más calado que un poeta. Hay poetas que no valen para nada. Bob Dylan es un mago del lenguaje, pero hace textos concebidos para ser cantados".
Producciones, "cuando menos, discutibles"
La tropa sabinera sabe que, sobre todo, desde la publicación de El hombre del traje gris (1988), la firma Sabina ha albergado "un grupo de tres" formado por Pancho Varona y Antonio García de Diego. El primero, dice Valdeón, "se portó muy bien respecto al libro. Yo le dije, desde el principio: 'Hay cosas que habéis hecho que a mí no me convencen, y quiero contarlo'. Y se portó de maravilla, es el ángel de la guardia de este libro. Hay que reivindicarle. A él y a Antonio García de Diego. Han hecho canciones monumentales, piezas claves en el rock y en el pop de este país. Realmente, han sido un grupo de tres". Le compro el argumento, pero le reprocho el sonido de la mayor parte de los discos. Responde el biógrafo: "Las producciones eran, cuando menos, discutibles. Las grabaciones de los ochenta han envejecido muy mal. De las conversaciones con Pancho se trasluce el desprecio absoluto en España de la industria musical por su propio patrimonio. Ahora no se pueden recuperar aquellas cosas, sacar ediciones especiales, o remezclarlo quitando capas de mierda, de sonido pachulí. No se puede porque se han perdido los másters, cuando no se grababa encima para ahorrar. No queda nada".
Valdeón cuenta que el ictus que sufrió el cantautor en 2001 le cambió la vida, perdiendo "un poquito de tuétano en la música", cuando no las ganas de publicar nuevas canciones. En el caso de Varona y De Diego, "era muy difícil trabajar con Joaquín en los últimos años. Para Dímelo en la calle y Alivio de luto, buscaban papeles, a veces, literalmente en la papelera. Joaquín no salía de su habitación porque tenía la depresión". "Cierra las puertas de su casa –añade– y cambia a los amigos músicos por los amigos literatos. En los últimos años no ha escuchado apenas música, y eso le ha perjudicado. Además, se aísla completamente de la calle y sus canciones se vuelven más retóricas: te habla de una tía, pero tú no te lo crees. Y, claro, te acaba haciendo Vinagre y rosas".
"Un absoluto encantador de serpientes"
En lo personal, Valdeón dice que Sabina "es un tío de una generosidad abrumadora. También es un poco desastre, y complejo y poliédrico. Hay que vivir con esa fama, esa adoración que te hace desconfiar un poco de tus semejantes, porque no sabes para qué se te acercan. Toda la gente que me ha hablado de él me ha mostrado mucha gratitud y cariño hacia él. Además, es un absoluto encantador de serpientes en las distancias cortas, y es muy salao. Eso sí, lo mismo está tres años sin verte, porque tienes que pasar por la secretaria, porque no te coge el teléfono…".
Insiste en lo de la generosidad y pone un ejemplo: "Sabina se fue a Perú y grabó con los músicos de Chabuca Granda. Graban 10-12 canciones y una de ellas es "Yo también sé jugarme la boca". Esa canción se la regala a Caco Senante. Le dice: 'Toma la cinta, con los músicos de Chabuca'. Claro, suena… Caco le pregunta: '¿Cómo me diste esta pista, tío?'. Respuesta de Sabina: 'Porque los regalos que hay que hacer son los que te jode hacer. Si no, no tiene mérito'. Es un tipo muy generoso".
Para finalizar, ¿hay algún compañero del gremio patrio que esté a la altura del autor de discazos como Física y química o Esta boca es mía? Respuesta: "Bunbury es nuestro único artista internacional de rock y pop con Sabina. Yo he visto a Bunbury en Nueva York, y hace un lleno total y no hay un solo español. Luego, sobre todo, desde Pequeño, ha publicado alguno de los mejores discos de este país en los últimos veinte años. Un tío con unos huevos y una cultura musical, que toca a Paolo Conte y a Tom Waits, que recupera el folclore mexicano… Aunque, conste: Sabina es el primero que incorpora aquellos palos, que mezcla el pop y el rock con lo mexicano, con lo argentino, que tiene presente a Paco Ibáñez y a los italianos y a los franceses, y encima lo hace sin pedirle permiso a nadie y con un bagaje literario y musical abrumador". Comulgo con el argumento.
Julio Valdeón. Sabina. Sol y sombra (Efe Eme, 2017), 537 páginas. ISBN: 9788495749147. 25,95 €.