Hay un momento en David Bowie: The Last Five Years –documental dirigido por Francis Whately, y emitido en España por Movistar+ este martes– en que el productor Tony Visconti muestra al artista londinense cantando su último single, "Lazarus", en un bruto radical, sin rastro de instrumentación o maquillajes vocales. Al "Look up here, man, I’m in danger" le sigue un leve jadeo, una inspiración quebrada. "I’ve got nothing left to lose", continúa, y, de nuevo, toma aire con dificultad. Escuchamos a un Bowie solemne, lúgubre y todavía vivísimo, con el nervio del que, pese a saber de la inminencia del fin, quiere morir matando. O sea, creando. "Un hombre en la cumbre de su carrera", apunta Visconti emocionado. La escena contagia.
En su reportaje, Whately –autor de otro trabajo sobre los inicios del Camaleón: Five Years– se rodea de músicos, amigos, productores o actores del músico y, combinando sus testimonios con entrevistas pretéritas del artista, contextualiza sus dos últimos trabajos discográficos en el cómputo global de su obra, más el musical Lazarus, y los aborda con elegancia, respeto, veneración y humor. Al margen de que el espectador sea o no admirador de Bowie, The Last Five Years es un producto muy bien hecho, profundo, fluido, agridulce y, en ocasiones, emocionante.
El relato de The Last Five Years arranca en 2003. Entonces, Bowie estaba inmerso en una gira mundial, A Reality Tour –en 2010, se publicó un magnífico DVD y un CD doble que recoge canciones de los conciertos ofrecidos en Dublín el 22 y el 23 de noviembre–. El guitarrista Earl Slick dice que "lo más feliz que vi a ese hombre, en 42 años que he pasado con él y sin él, fue en esa gira". Su bajista, Gail Ann Dorsey, cuenta que lo veía "siempre divertido y bromeando". En el set de estos shows, aparecía una pieza llamada "Never Get Old". Todo iba de maravilla.
La cosa se torció cuando, de buenas a primeras, Bowie llamó a Visconti y le dijo: "Estoy cansado". Al poco, el músico interrumpió un concierto celebrado en Praga por unas molestias en el brazo. Días después, tras finalizar su actuación en el festival Hurricane de Scheesel (Alemania), sufrió un infarto. Fue el punto de partida de un silencio que rompió, de un modo inesperado, siete años después: arrancaba la grabación de su vigésimocuarto álbum de estudio, The Next Day. El documental muestra cómo el disco fue abordado con la discreción más absoluta. Van dos ejemplos: 1) si los músicos abrían la boca al respecto, tendrían "problemas legales", y 2) cuando el cantante hablaba al respecto con el diseñador de la cubierta, Jonathan Barnbrook, se refería al trabajo como "The Table".
El Bowie que transpira The Next Day repudia los focos, se refiere a las celebridades con napalm, cree que el mundo es un lugar más peligroso que ayer y, por primera vez –"Where Are We Now?"–, mira al pasado. Pese al bagaje, la reinvención es continua: un año después, el músico contactó con la compositora y directora de big band de jazz Maria Schneider con la intención de explorar un mundo nuevo. Al poco, se quitó una espina de juventud y, junto a Enda Walsh, creó un musical: Lazarus. "Él estaba enfermo y sentía que escribir un musical estaba en su lista de cosas por hacer", cuenta Visconti.
En estas, hubo un día en que citó en sus oficinas al productor de la obra, Robert Fox, y, desde una pantalla de ordenador, a través de Skype, le dijo que él estaría implicadísimo en el proyecto, pero desde cierta ausencia: "Estoy en tratamiento, tengo cáncer". El documental lo encaja como un disparo con silenciador. La piel, de inmediato, se vuelve de gallina.
"Something happened on the day he died…"
El director de vídeos musicales Johan Renck relata que, cuando estaban hablando de la realización del videoclip de "Blackstar", Bowie, asustado, señaló: "Estoy muy enfermo y, probablemente, voy a morir". Acto seguido, bromeó sobre el asunto.
The Last Five Years muestra cómo los últimos meses de vida del artista fueron un ajetreado no parar: composición y grabación de canciones nuevas, retoques en el musical, videoclips... En octubre de 2015, una semana después del rodaje del vídeo de "Lazarus", dejó el tratamiento. Asumió que la enfermedad había ganado. Y, como ya sabemos, murió dos días después de la publicación de su último álbum: Blackstar.
Concluyo. En The Last Five Years, Bowie aparece retratado como un tipo que siempre tuvo la necesidad urgente de aprovechar el tiempo. Él quería ser una estrella de rock con el propósito de "ser productivo". La fama, a la que define como "una especie de hospital mental lujurioso", sólo era un daño colateral –aunque terrible–. Se sentía afortunado por "haber sido capaz de aprovechar cada momento". Estaba obsesionado con no dejarse nada en el tintero. Y, hasta el final, focalizó sus esfuerzos y su genio en esta tarea. Qué bien la llevó a cabo.