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'You Want It Darker': Leonard Cohen está preparado para morir… pero sin prisa

El cantautor sabe de la proximidad de su fin, mantiene un diálogo socarrón y desconfiado con Dios y ofrece un discurso crepuscular de derrota.

El cantautor sabe de la proximidad de su fin, mantiene un diálogo socarrón y desconfiado con Dios y ofrece un discurso crepuscular de derrota.
Portada del álbum | Facebook de Leonard Cohen

Leonard Cohen (Montreal, 1934) dijo en una entrevista concedida a The New Yorker que se encuentra "preparado para morir" y, acto seguido, el ejército tremendista de necrógrafos se dispuso a enterrarlo en vida. Días después, en la presentación de su último disco, You Want It Darker, el genial cantautor canadiense se retractó, habló de exageración y consoló a los que lo queremos vivo, al menos, unos cuantos discos más: "Me propongo vivir hasta los 120 años".

Bien es cierto que You Want It Darker cierra, junto a Blackstar, de David Bowie, y Skeleton Tree, de Nick Cave & The Bad Seeds, una trilogía musical y literaria de luz mortal, de poesía fúnebre –y elitista–. Con sus respectivas variantes, claro: el disco del Camaleón se mostró enigmático –lo entendimos tras su muerte, a los dos días de la publicación del álbum–, cínico y epitáfico; el de la banda australiana, como una herida en carne viva, como una copla desesperada a la muerte de un hijo de 15 años, y el tercero, el del bardo canadiense, como un ejercicio de por si acaso: tiene consciencia de la proximidad de su fin, si bien –y es aquí donde hay que tranquilizar a los necrógrafos– este, por ahora, no se manifiesta inminente.

You Want It Darker es, junto a Songs of Love and Hate (1971), el disco más oscuro de Cohen. El autor de piezas como "Avalanche", "Suzanne" o "The Future" emplea los ingredientes típicos de su casa –cinismo, existencialismo, pesimismo, espiritualidad, picaresca y (en menor medida, pero algo hay) también erotismo– más un suplemento de cansancio, desprecio y mala leche. "Estoy enfadado y cansado todo el tiempo", canta en "Treaty". La semana pasada, Pérez-Reverte nos contaba que existen dos tipos de hombres: por un lado, los que saben que van a morir; por otro, los que no lo creen. El músico pertenece al primer grupo y, en su nuevo trabajo, exhibe su certeza: "Hineni, hineni, / I’m ready, my Lord ("Aquí estoy, aquí estoy, / estoy listo, mi Señor").

En este sentido, a lo largo del disco, Cohen mantiene una especie de diálogo sordo, socarrón y desconfiado con Dios. Así arranca la canción que da nombre al disco: "Si eres quien reparte las cartas, estoy fuera del juego. / Si eres el curandero, significa que estoy roto y cojo. / Si tuya es la gloria, entonces, mía debe ser la deshonra". La primera parte de este último verso está tomado del libro bíblico de las Crónicas (29, 11). No es la única referencia religiosa: en la misma pieza, encontramos un fragmento del kadish y una referencia a Jesucristo; en "Treaty", aparece la fiesta del Jubileo –más detalles, en Levítico, 25– y una sombra de la conversación de Eva con la serpiente, y en "Steer Your Way", las "fábulas de la Creación y la Caída" –expulsión de Adán y Eva del Jardín del Edén–.

También hay un discurso crepuscular de derrota. "Sonaba como la verdad, / pero hoy no lo es", canta en "If Seemed the Better Way"; "He renunciado a mí, y sé / que no estoy solo: he conocido a unos cuantos", en "Traveling Light". Incluso, cuando se trata el tema del amor –salvo en "If I Didn’t Have Your Love", la canción más cursi–, nos topamos con un barniz de nihilismo, cuando no de tiempo perdido. Así, en "Leaving The Table", suelta: "Es una verdadera pena, si alguna vez te amé, si supe tu nombre. (…) No necesito una amante, no, no, / la bestia miserable ha sido amansada" –estos últimos versos podrían referirse a la muerte de la efervescencia sexual–.

Desde el punto de vista musical, You Want It Darker suena hermoso y sencillo. La producción corre a cargo de Adam Cohen, hijo del cantautor. Por su parte, Patrick Leonard es coautor de cinco piezas, y Sharon Robinson, corista y compositora fija del canadiense, de una. Hay música folk, pop, blues, jazz y un remate de cuarteto de cuerdas. El coro de la sinagoga Shaar Hashomayim solemniza dos canciones y un bouzouki –un instrumento griego de cuerda– heleniza otra. No sabemos si este será el último álbum de Cohen, pero, con él, caray, qué bien se ha cubierto las espaldas. Bien se merece lo de volver a fumar. Que sea por muchos años.

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