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Soleá Morente, entre el rock y el flamenco

Este verano a Soleá Morente le van muy bien las cosas con su gira por varias importantes ciudades españolas.

Este verano a Soleá Morente le van muy bien las cosas con su gira por varias importantes ciudades españolas.
Soleá Morente | Gtres

En el mundo del flamenco abundan las dinastías. Enrique Morente fue una institución. Un ser admirado, querido que desgraciadamente se nos fue para siempre en diciembre de 2010. Frecuentaba El Café de Chinitas, acreditado tablao madrileño, donde se enamoró de una bailaora gitana que le fascinaba: Aurora Carbonell. Y acabaron casándose, viviendo entre los Madriles y Granada, en una preciosa casa en el Albaicín desde la que se divisa una imagen espléndida de la Alhambra. Tres hijos tuvieron. La mayor, Estrella, convertida ya desde hace tiempo en una cantaora privilegiada. Luego está Soleá y el menor, José Enrique, quienes también siguen las raíces paternas y cantan.

El caso de Soleá es curioso, muy de nuestro tiempo, y luego diremos por qué. Digamos en principio que se llama Soledad Morente Carbonell, que nació en Madrid en 1985 y que ahora mismo es una artista en ciernes que va imponiendo un estilo propio, sin olvidar sus ancestros. Es bonito que de su nombre, ya de por sí llamativo, pase a llamarse Soleá, como el cante trianero. De chica, Soleá Morente estaba acostumbrada a escuchar discos desde la mítica Niña de los Peines a Billie Holliday. Enrique Morente, aun siendo un fiel practicante de las más puras esencias del cante jondo tenía asimismo buen oído para las grandes voces del jazz y del rock. Y Soleá fue familiarizándose con géneros tan diversos.

Como es natural, aprendió a canturrear y a bailar, contemplando a sus mayores. Y no es extraño que, poco a poco, su padre le dejara participar en algunas de sus grabaciones, en principio en su Misa Flamenca y luego en Pablo de Málaga y en Omega. Ahora bien: cuando la segunda de sus hijas le planteó, quinceañera, su deseo de ser artista, Enrique le pidió seria y razonablemente que antes tenía que estudiar una carrera universitaria; él, por desgracia, se decía, no había podido hacerlo. Y Soleá le obedeció. Primero pensó en ser traductora, pero no alcanzó la nota para ingresar en la Facultad correspondiente. Eligió entonces Filología Hispánica, que concluyó felizmente.

Contaba Estrella Morente que en casa todos estaban muy contentos de los estudios de Soleá. Tal cariño y respeto le tenían por la buena marcha de su carrera que llegada la hora del almuerzo no empezaban a sentarse a la mesa hasta que la universitaria llegaba con sus libros al brazo. Y ya Enrique Morente no pudo negarse a que Soleá eligiera su futuro. Proyectaron un disco, siguiendo la disposición de ella. Iban seleccionando canciones que le gustaban, como "Palabras para Julia", que tiene una maravilla de letra, y más creaciones de Paco Ibáñez, de Víctor Manuel .

Y en esas la familia Morente quedó rota por la inesperada muerte del patriarca tras una operación quirúrgica que, en principio, no parecía nada arriesgada. Desde entonces Aurora, la madre, Estrella, Soleá, José Enrique, quedaron completamente deshechos. Pero la vida sigue. Y Aurora Carbonell se dedicó a preparar una serie de homenajes a su marido, y a pintar de vez en cuando. Estrella continuó su carrera imponente. José Enrique hace sus pinitos. Y Soleá estrenó hace pocos meses su primer disco. Yo presencié una sensacional actuación de Enrique Morente en Almería, durante su feria de agosto, un par de años creo recordar antes de su muerte. Y allí sacó a su familia al escenario, porque todos son artistas.

Soleá Morente ha actuado algunas veces con su hermana Estrella, participando también en algunas de sus grabaciones. Antes de estrenarse con trabajo propio cantó en un par de discos de Los Evangelistas, un cuarteto granadino, del que dos de ellos, Antonio Arias (que procedía de Lagartija Nick, y Jota, de Los Planetas), ya eran conocidos de la casa. Enrique Morente contó con ellos para su revolucionario álbum Omega, que a lo peor no gustó tanto a los puristas pero atrajo a gente más joven no relacionada tanto con el flamenco. Soleá tomó nota de aquel proceder de su padre, que no ponía límites a su mente creativa. Y eso es lo que ha vertido ahora en "Tendrá que haber un camino", donde interpreta a su modo y peculiar manera sevillanas, tangos, fandangos, una granaína, versos de García Lorca y Machado. También colaboraciones de su madre, de sus hermanos, de la orquesta marroquí Chekara, de la guitarra veterana de su tío Montoyita.

El resultado es una grabación interesante donde el flamenco suena de otra manera, no la habitual de los discos clásicos. Ya lo dice la propia Soleá Morente: No me considero cantaora, pero sí flamenca. Sobre todo soy muy rockera. Pues eso, que el pop rock y el flamenco se dan la mano aunque no deje de sentirse siempre más esto último.

Este verano a Soleá Morente le van muy bien las cosas con su gira por varias importantes ciudades españolas. Es su primera gira. Figura en la banda sonora de la película estrenada pocos meses atrás, Toro, Sangre y Alquitrán, de sus colegas Los Evangelistas. Mitad paya, mitad calé ha heredado la belleza de su madre, la querencia de los cantes de su progenitor. Vive entre el Albaicín granadino y el Rastro madrileño (que es de donde procede la familia gitana de Aurora Carbonell). La han llamado La Beyoncé del Sur. Igual que uno podría motejarla como la Amy Winehouse flamenca.

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