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Alberto Cortez: "Llevo un desfibrilador en mi corazón, mi seguro de vida"

Canta ahora sentado en un sillón por sus problemas de movilidad.

Canta ahora sentado en un sillón por sus problemas de movilidad.
Alberto Cortez anunció su regreso en Telecinco | Cordon Press

Setenta y seis años cumplió Alberto Cortez el pasado mes de marzo, arrastrando problemas de salud que le han impedido volver a los escenarios, lo que ahora ha hecho en la última primavera, iniciando una gira que responde al título de El regreso. Ya en 1996 padeció la obstrucción de la carótida y fue intervenido en Buenos Aires con toda urgencia. Le quedó una dolorosa secuela: la de no poder ya acompañarse con su guitarra como él solía hacer siempre en sus actuaciones. Otros alifafes sufriría después el consagrado cantautor argentino: "Tengo un desfibrilador para mi corazón, gracias al cual, llevo un seguro de vida". Controla con una descarga una arritmia cardíaca, un repentino ataque al corazón. Y hace ya algunos meses, mientras paseaba por los alrededores de su casa a las afueras de Madrid, como suele hacer todas las mañanas, tropezó, cayendo violentamente al suelo, lo que le produjo una serie lesión en el tobillo de su pierna izquierda, teniendo que someterse a una operación de cirugía plástica.

Estos contratiempos físicos han obligado a Alberto Cortez a mantenerse en reposo muchas semanas y lógicamente estar apartado de los escenarios. Confiesa que tres años es el tiempo que está ausente de ellos. Yo recuerdo que hizo algunas actuaciones aisladas en ese periodo, pero cierto es que sus habituales giras por España y sobre todo Hispanoamérica ya no las realizó desde 2013, efectivamente. Y esa prolongada convalecencia, durante la que pudo componer algunas nuevas canciones, le sirvió para someterse a un severo régimen alimenticio hasta perder bastantes kilos dada su ostensible obesidad. También para seguir pensando en su futuro pues, como él refiere: "Nunca fui coleccionista de dinero. Y, claro está que lo necesito, no tengo la vida resuelta". Así es que por tan razonable motivo y porque le ilusiona, planeó esa gira llamada El regreso el pasado mes de abril, que lo ha llevado a actuar en Madrid, Bilbao, Barcelona, Santander y otras capitales. En el pasado solía actuar con una orquesta, o por lo menos un quinteto. Ahora únicamente lo acompaña un pianista, el prestigioso Fernando Badía. Lo que no puede Alberto es permanecer de pie en el escenario, ni por tanto moverse, fastidiado en su cadera. Ha de cantar sentado en un sillón, en algún confortable taburete que le preserve de alguna previsible caída. Y, por supuesto, alguien ha de acompañarlo hasta su asiento y trasladarlo luego al camerino. Son las consecuencias de aquella inoportuna caída, de la que nunca se recuperó. E insistimos que llama la atención su físico actual, considerablemente más delgado.

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Los públicos donde ha actuado estos últimos tres meses lo han recibido siempre con respeto en atención a lo que siempre ha sido: un maestro de la canción, un autor que si al principio de sus años en España, mediados los años 60, interpretaba canciones festivas como Me lo dijo Pérez, supo elevar la calidad de sus letras musicando a poetas como Antonio Machado y Miguel Hernández, y crear hermosas melodías llenas de poesía, sentimiento y hondura. En su repertorio no puede eludir la interpretación de Las palmeras, En un rincón del alma, El abuelo, Distancia, Castillos en el aire… Al cantar Cuando un amigo se va, suele emocionarse interiormente. No es para menos. La noche en la que su padre moría en la Argentina, a miles de kilómetros, Alberto cantaba en Madrid. De madrugada paseó un buen rato por las calles mientras le resbalaban las lágrimas por su rostro. Se fue a descansar, pero antes tuvo la necesidad de escribir unas estrofas, la letra de la que sería una de sus mejores creaciones, a la que unos días después ya sentado ante su piano, puso una inspirada música: Cuando un amigo se va. Se la piden mucho. Como también canta a Atahualpa Yupanqui: Los ejes de mi carreta. O recuerda al que fue su entrañable amigo, compañero en una gira internacional, Facundo Cabral, el de No soy de aquí y Pobrecito mi patrón. Lo mataron sin saberse por qué. Alberto Cortez sostiene que quien le disparó dos tiros erró su víctima, que era el empresario que acompañaba al cantante, con quien posiblemente tendría algún problema de drogas. Pero Cabral era inocente. El asesino pudo ser detenido: era un costarricense llamado Alejandro Jiménez.

La vida, larga vida de Alberto Cortez, con más de medio siglo por los escenarios de España y prácticamente toda Hispanoamérica, le ha permitido reunir muchos recuerdos, que ha ido vertiendo en un libro de memorias, que se editará próximamente. Hace ocho años una compatriota suya, Laura Etcheverry, ya publicó un grueso volumen sobre su admirado cantautor, titulado Alberto Cortez. La vida. Entre esas evocaciones, hay una que tal vez no sea del conocimiento de muchos de sus seguidores. Resulta que pudo ser actor de Hollywood. O eso es lo que le propuso a un juvenil Alberto Cortez cierto tipo que "le tiró los tejos", decía ser importante ejecutivo cinematográfico y quería a toda costa encamarse con él. Pero el cantante le dio calabazas, y le hizo ver educadamente que eso no iba con sus gustos sexuales: “Yo nunca he tenido ese interés”. No se le conocen novias cuando todavía estaba en la Argentina. Sí que en una gira que hizo con una compañía por Europa a principio de los años 60 se enamoró de la que iba a ser la mujer de su vida, una belga llamada Renata. Con ella lleva casado desde el 2 de junio de 1964. Han cumplido, por tanto cincuenta y dos años de feliz matrimonio.

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Se lleva bien Alberto con todos sus colegas, en general. Pero con algunos, el afecto es más conocido, caso del que le une a Joan Manuel Serrat. Cree que dejó huella en el cantautor catalán "porque de otro modo no hubiera cantado piezas mías, que yo musiqué como Retrato, Las moscas o Las nanas de la cebolla.

Cuando se le insinúa que si piensa en la retirada Alberto Cortez es tajante y ostensiblemente responde que nunca se lo ha planteado. Lo curioso es que esa inalterable vocación chocó en su juventud con los estudios de abogacía que había emprendido. Decididamente no llegó a concluirlos. Y es de las personas más sensatas y responsables que conocemos en su profesión. Por eso se autodefine así: "Soy un Quijote de la música porque no renuncio a mis principios".

Le espera, tras sus actuaciones este verano en España, una enésima gira, primero por Italia y después rumbo a México, Ecuador y Estados Unidos. ¡Ah! Se llevó una gran alegría en diciembre al comunicársele que había sido honrado con la Medalla al Mérito de las Bellas Artes. "Pero como el Gobierno sigue en funciones, no me la han entregado todavía. Espero que sea pronto…"

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