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Calamaro rinde un tributo sublime a la belleza en el Price

El argentino ofreció un concierto magnífico en el que, en clave acústica, sonaron himnos como "Media verónica" o "Estadio Azteca".

El argentino ofreció un concierto magnífico en el que, en clave acústica, sonaron himnos como "Media verónica" o "Estadio Azteca".
Calamaro, en un concierto de la gira "Licencia para cantar" | Efe

Casi al final del concierto, tras interpretar "Paloma", Calamaro recogió una camiseta de la selección argentina de fútbol, lanzada desde el público –por no se sabe quién-, y la utilizó a modo de capote. El Price se había convertido en una olla caliente y vivísima de gente puesta en pie que, aplaudiendo y coreando –fue, quizá, el estribillo más escuchado durante la noche- "Oe, oe, oe, Andrés, Andrés"-, agradecía al artista su exposición musical, su ofrecimiento artístico, su tributo sublime a la belleza. Y aún quedaba, perdón por el tópico, tela que cortar.

Escribió Umbral que la columna es el solo de violín del periodismo; con la gira acústica "Licencia para cantar", Calamaro está interpretando el solo de violín –sin violín- de su carrera. Junto a Germán Wiedemer (piano), Antonio Miguel (contrabajo) y Martin Bhrum (percusiones). Uno sabía que el show prometía, que el tour contaba/cuenta –caray- con la bendición mediática y ‘tuitera’. Mas el empirismo llega aún más lejos. Keats dijo que "la belleza es verdad y la verdad belleza, no hace falta saber más que esto en la Tierra". Así podría resumirse el espectáculo ofrecido por el argentino en la noche del viernes.

Sobre un escenario sencíllísimo, sin más decoración que la de una alfombra y el pertinente juego de luces lilas, rojas y amarillas –como en la canción de Serrat-, Calamaro y sus mosqueteros ofrecieron un bufé de boleros, tangos, matices tropicales y, en palabras del cantante, "enjundia jazzista". El concierto se retraso una miaja, porque el aforo tardó en completarse. ¿Faltaban entradas por vender? No, el cartel de "localidades agotadas" se colgó hace varios días. Sí ocurrió que la circulación por el centro de Madrid era desesperante y cuasi imposible, con la Línea 1 de Metro cerrada –el Teatro Circo Price se encuentra muy cerca de la estación de Atocha-, calles cortadas y atascos criminales.

La tropa se olvidó de todo eso cuando Calamaro arrancó con "La libertad", seguida de "Zamba de mi esperanza" y "Estadio Azteca". La banda sonaba sobria y firme, y el público, festivo, aplaudía durante las canciones, se desgañitaba cantando y hasta recitaba, junto al artista, aquellos versos del Martín Fierro: "Gracias le doy a la vida, / gracias le doy al Señor, / porque entre tanto rigor / y habiendo perdido tanto / no perdí mi amor al canto / ni mi voz como cantor". El cantante continuó con "Algo contigo", y el respetable la celebró como si interpretara "Sin documentos".

Después sonaron joyas poco habituales como "Algunos hombres buenos" –de cuando Los Rodríguez- o "Ansia en Plaza Francia" –de Honestidad brutal-. Su último disco, Romaphonic Sessions, se vio representado en versiones como "Garúa", "El día que me quieras" o "Milonga del trovador" –en general, señalando a quién correspondían las "partituras" y los "versos"-, y piezas propias como “Los aviones” o “Siete segundos”. La nota humorística la pusieron Calamaro y Bhrum con una serie de chistes cárnicos y rockeros a propósito del “vegano radical” Paul McCartney, quien prohibió vender bocadillos de chorizo criollo en la ciudad argentina de Córdoba –de dónde es el percusionista-. "Es como prohibir vender cerveza en Madrid", dijo el cantante.

El público se desmelenó definitivamente durante el último tercio del concierto, una cascada de greatest hits en la que sonaron "Tuyo siempre", "Carnaval de Brasil" –junto a "Walk on the Wild Side", de Lou Reed-, "Para no olvidar", "Flaca" o "Paloma". Y ahí es donde arrancaba este relato, que continuó con dos bises sublimes –con dos canciones en cada uno- y una emocionante declaración: "Madrid legendario. Hace 25 años que toqué en Madrid, y cada vez me encuentro un público más profundo y más sincero". El show finalizó con un enérgico "El tercio de los sueños" y con la gente reclamando que a Andrés le dejen "ver los toros muy tranquilamente". En nuestra última entrevista, a propósito del arranque de "Licencia para cantar", nos decía el argentino: "Digo lo que pienso y canto lo que quiero. No me corresponde a mí pronunciarme sobre la importancia de las canciones, pero seguramente la tienen".

Caray, que si la tienen.

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