
En los conciertos se hacen grandes amistades de barra que duran exactamente lo que tarda en disolverse el último acorde. Envuelto en el aroma amargo de la cerveza el último colega que, sin conocerme de nada, me echa el brazo por encima del hombro me contaba en la Joy Eslava que no pensaba aplaudir a Lapido porque "había sido el responsable de que los Cero se separasen". Y añadió: "¿Cómo han podido estos cabrones dejarnos sin estas canciones durante veinte años?". Eso nos preguntábamos todos, ¿qué fue de 091?, mientras canturreábamos su "¿Qué fue del siglo XX?".
Aunque no son exactamente como Lennon y McCartney lo cierto es que Lapido y García constituyen el núcleo fundamental de la banda de rock 091, que se despidió exactamente hace veinte años con un concierto mítico en Granada, después de una carrera en la que vivieron rápido, murieron jóvenes y dejaron un bonito cadáver en forma de recuerdo entre los fans que ahora colocan el letrero de "agotadas las localidades" por toda España. Lapido porque es el principal compositor del grupo. García porque es el solista y figura más carismática. Junto a un bajo (Jacinto Ríos), un batería (Tacho González) y otra guitarra (Víctor Lapido) conforman una de las bandas más potentes y sutiles, complejas y contundentes, del panorama musical español. Rock guitarrero y melódico, de decibelios altos -cortesía de García, Ríos, González y Lapido bros.- y metáforas ambiciosas -made in Lapido- 091 exigen una escucha atenta a la vez que son capaces de provocar un trance místico.
Como decía, hace veinte años se separaron pero dado que iban muy por delante de su generación es precisamente ahora cuando mejor se entiende una propuesta musical tan diáfana a la par que cañera. No hay palabra ni acorde que no se distinga perfectamente. No tengo ni idea de los problemas personales que pudiera haber entre ellos, ni si hubo una Yoko Ono, pero sí es cierto que nunca llegaron a cuajar como grupo de éxito a pesar de que sí lo fueron "de culto".
Una causa complementaria para que no explotaran tuvo que ver con el hecho de tener su base de operaciones en una ciudad como Granada, alejada del centro neurálgico de la industria. Entonces todavía no había Internet y los circuitos de publicidad y edición eran más escasos y estaban más controlados. Además, su música era de una "honestidad brutal", rock en el que la poesía de Lapido jamás condescendía a la sensiblería mientras que García cantaba con una voz ligeramente de falsete, tan peculiar como poderosa. Con el furor riguroso de las guitarras The Clash y la poesía pulp fiction al estilo de los versos pop de Luis Alberto de Cuenca, 091 ha sido de los pocos grupos españoles que ha resistido la comparación con los grupos anglosajones, al tiempo que sus letras aguantaban el paso de los libretos de CD al papel de los poemarios.
En sus canciones transita el cine de Rohmer, J. B. Lenoir, Polifemo, Juan XXIII, Kant, el Che, Dorian Gray, King Kong, Muddy Waters, Elmore Jones, Howlin’ Wolf, referencias a Pablo Neruda ("amar es un viaje con agua y con estrellas") o Salomé bailando en una torre de la Alhambra. Las referencias culturales de Lapido sonaban pedantes en un país de analfabetos funcionales, donde la gente lo único que entiende de las canciones anglosajonas es "Yesterday" y "Satisfaction".
Incapaces del más mínimo postureo y la demagogia, 091 han vuelto como se fueron, austeros y elegantes, profesionales y vocacionales, exprimiendo todos los segundos de un par de horas de concierto en la que cada canción es un himno ("Otros como yo") o un poema de contenido social que suena hoy tan pertinente como en 1996. O más ("Sigue estando Dios de nuestro lado").
Las monjas reparten comida a los que no han cobrado el paro
otros se conforman vendiendo pañuelos en los semáforos
pero la calle se llena de noche de poetas y borrachos
y de gente que enciende el mechero sobre la palma de su mano.
Y que termina en un crescendo que es a la vez una declaración de guerra, una profecía y un guiño irónico: "La vida qué mala es". Y tanto, si conciertos como los de 091 tienen que terminarse. Les queda una larga gira por toda España durante 2016, el año en el que se volvió a evidenciar que veinte años no es nada cuando hay por igual trabajo, vocación y pasión.