Hermoso disco que acaba de salir al mercado con la espléndida, sugerente, cálida voz grave de Alba Molina, y que dedica a sus padres, Lole y Manuel, a punto de cumplirse, en mayo, un año de la muerte de éste. Era consciente de su irremediable final, víctima de un cáncer, cuyas cenizas dejó dispuesto se arrojaran en parte al río Guadalquivir y el resto a un lugar que él frecuentaba, El Rincocillo, en Algeciras. Si aquel matrimonio, roto cuando Alba apenas contaba diez años, significó una revolución dentro de una línea de nuevo flamenco, ella quiere ahora reivindicar la figura de la pareja en las once canciones seleccionadas, bulerías, sobre todo, tangos y otros toques flamencos con la firma de Manuel Molina Jiménez, su padre.
Y ahí suenan aquellas coplas, ya transcurridas cuatro décadas, donde Lole y Manuel nos llegaban al alma con "Nuevo día" y luego "Romero verde", tan en la memoria de muchos todavía, "Todo es de color", ídem de ídem, "Tu mirá", "Cuento para mi niño", "Al Mutamid", cuando ambos calés introducían ritmos árabes en sus cantes. Nunca fueron muy ortodoxos con el flamenco, aunque lo respetaron siempre, sin apartarse desde luego de la esencia. Ella, Lole, con su grandiosa voz, y Manuel, genio de la guitarra, compositor inspirado, bohemio en su manera de vivir, que había pasado tiempo atrás por el grupo Smash y sabía fundir el rock con los jipíos y el jondo.
Pues, bien: Alba Molina, que tiene voz propia y no se parece a la de su madre, conserva desde luego la herencia genética artística de sus antepasados y nos recrea aquellas bellas canciones, que así brotan de nuevo como si fueran flores regadas convenientemente. Hay un breve anecdotario en la vida de esta sevillana de treinta y siete años, que merece recordarse. Por ejemplo, que ejerció de modelo desfilando por la Pasarela Cibeles y otros destacados certámenes, mostrando su elegancia, así como su morena belleza le permitía lucirse en algún concurso de misses en Jerez de la Frontera.
Pero un día, segunda mitad de los años 90, le dio por probarse como cantaora. Enterado su padre, que no la había alentado a ello, sabiéndola capaz de no dejar mal a la familia, estuvo casi una semana fuera de casa "empinando el codo", manera que Manuel tenía de celebrar los acontecimientos de los suyos. Alba ya hacía sus pinitos como autora, componiendo "Verde aceituna", que dedicó a sus padres y éstos se reunieron de nuevo aunque sólo para grabar el álbum de 1994 "Alba Molina". Contribuyó mucho al debut discográfico de Alba Molina el noviazgo con Alejandro Sanz, su primer amor, del que estuvo "colgada" mucho tiempo. Él le dedicó un par de composiciones y colaboró en "Despacito", primer disco de ella, año 1997, donde también tomó parte su padre.
Y desde entonces ya tuvo claro Alba Molina su futuro. Desde luego partiendo de su gitanería flamenca, aunque coqueteando con el pop rock, las baladas, los boleros, la música brasileña… Con repertorio suministrado siempre por Alejandro Sanz, a quien nunca, insistimos, olvidó y Pedro Guerra, Jorge Drexler, Dorantes, Navajita Plateá…Y en la memoria, permanentemente, la sombra de su padre, al que tanto quiso y admiraba. "Sufrí mucho cuando se separó de mi madre", diría. Manuel Molina se casó, tras su divorcio con Lole Montoya, con Lola Rodríguez, que le dio un hijo, al que pusieron su mismo nombre. Hay otro Manuel, de una relación anterior del guitarrista, cuando era soltero. "Y puede que yo tenga otros hermanos que no conozca", comenta Alba Molina.
En esos meandros musicales de Alba Molina, entre el flamenco y el funky, el pop y el cante por derecho, la recordamos ligada a un grupo que formó a poco de nacer el nuevo siglo, Las Niñas. Por entonces, 2001, le nació su hija Lucía. Nunca ha querido referirse a su vida sentimental. Hemos podido saber que en 2006 colaboró con el grupo Pereza para grabar el disco "Los amigos de los animales", donde se hizo novia de uno de sus componentes: Leiva. En años sucesivos se sintió más racial, cantando junto a su padre en un espectáculo que mantuvieron de tarde en tarde hasta 2014, "Molina, Alba y Manuel". Asimismo se integró con otras voces calés en "Divas del flamenco" para rendir un homenaje a Frank Sinatra.
Y en 2009 comparte vida amorosa y artística con Andreas Lutz en "Tucara". Allí cantaba "No puedo quitar mis ojos de ti". Más flamenca que en cualquiera de sus anteriores disco, en "Alba Molina canta a Lole y Manuel" está la magia de una artista con garra, a la que acompaña la guitarra de Joselito Acedo y las palmas de algunos familiares, como su propia madre, aunque ésta interviniera como "de tapadillo”, sin querer figurar para nada en los créditos de la grabación. Puede estar orgullosa Lole de que su dinastía continúa ahora felizmente en el cante.