Una excelente gala de zarzuela, celebrada recientemente nada más empezar el nuevo año en el Auditorio Nacional de Música de Madrid, nos permitió contemplar la actuación desinteresada, dado su carácter benéfico, de la gran concertista de castañuelas Lucero Tena. Eligió cerrar la primera y segunda parte del espectáculo, acompañada de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Católica de Murcia, con "El baile de Luis Alonso" y "Las bodas de Luis Alonso". Fue muy aplaudida. Hacía tiempo que no sabíamos de ella, pero ya en 2015 nos hemos enterado que intervino en importantes conciertos, uno de ellos en Alemania, junto a Plácido Domingo. Su dominio absoluto del arte de las castañuelas, que lleva interpretando como excepcional solista desde hace más de sesenta años, es digno de resaltarse, cuando por su edad –setenta y siete años cumplidos en septiembre último- estaría más que justificada su retirada. Pero no quiere y suele comentar que mientras le respondan sus manos, continuará en los escenarios.
Tiene una interesante biografía que se inicia en Durango, México. Llamada María de la Luz Tena Álvarez, sufrió con cuatro años de edad las fiebres de Malta, que contrajo al ingerir una porción de queso en mal estado. El médico que la atendió, una vez desaparecieron los signos de esa enfermedad, creyó conveniente aconsejarla que, para su más rápido y total restablecimiento, debía practicar algunos ejercicios físicos. "No había entonces gimnasios donde yo vivía –recordaba- y por eso me decidí a tomar lecciones de baile". Tuvo varias profesoras de arte clásico español. Practicó mucho, actuó en funciones de aficionados. Hasta que en 1954, muy ilusionada, quiso conocer a la gran Carmen Amaya, la más grande bailaora flamenca de su tiempo, aún hoy una leyenda, que se hallaba actuando en México. La joven aspirante a emular el arte flamenco, una vez fue recibida por aquella genial gitana, le pidió que le diera clases, a lo que ésta se negó. No obstante, Carmen Amaya, para no desilusionarla, la dejó asistir a algunos de sus ensayos. Ocurrió, pasados unos días, que una hermana de la gran artista, primera bailarina de su compañía, cayó enferma de hepatitis, circunstancia que le permitió a Lucero Tena sustituirla. Lo hizo bien y permanecería tres años con el elenco de aquella sensacional artista surgida en el Somorrostro barcelonés. Al año siguiente, Lucero Tena llegó a Madrid, contratada por Manuel del Rey, empresario de un tablao que había inaugurado con éxito dos años antes, El Corral de la Morería. Allí, Lucero Tena desplegó su arte durante un cuarto de siglo. Cuando dejó de bailar se dedicó solamente a exhibir su arte como concertista de castañuelas, bien en el mencionado local con repertorio flamenco, o participando en los entonces populares Festivales de España, con música clásica. Si en la primera de esas facetas la acompañaba el guitarrista Serranito y un cantaor, Gabriel Moreno, en la otra actuaba con grandes orquestas. En esas circunstancias fue dirigida por eminentes maestros: Rostropovich, Frübeck de Burgos, López Cobos… Recorrió sesenta y cinco países, donde su arte era siempre bien recibido. Puede decirse que Lucero Tena fue la introductora de las castañuelas como instrumento orquestal. No fue desde luego la única en tocarlas en ese periodo de tiempo que va desde finales de los 50 hasta el presente, pero nos atrevemos a afirmar que gracias a ella ese arte se difundió en gran parte del mundo, en escenarios internacionales. Su virtuosismo está fuera de toda discusión. Al punto de que el eximio compositor Joaquín Rodrigo le regaló un par de piezas escritas expresamente para ella en 1966, tituladas Dos danzas españolas.
Su época más celebrada fue la que va desde mediados de los años 60 hasta un decenio posterior, actuando todas las noches en el mencionado Corral de la Morería cuando grandes estrellas de Hollywood visitaban ese tablao, donde ella les invitaba a subir al escenario para que ensayaran algunos pasos de baile o palmoteos. Fue el caso de Ronald Reagan, antes de asumir la Presidencia de los Estados Unidos, quien aceptó gustoso, aunque un tanto sorprendido, probar suerte como improvisado bailaor y palmero a la vera de Lucero Tena. Precisamente en aquel local conocería un día al doctor Carlos Mendoza, que había acudido con un grupo de colegas a festejar un simposio, con quien contraería matrimonio en 1977. La popularidad adquirida le permitió grabar numerosos discos, álbumes donde dejó la impronta de su habilidad con los palillos: Lecciones de castañuelas, El barroco español en castañuelas, Palillos flamencos, Música española con castañuelas… Toda su maestría quedó muy reconocida al ser nombrada profesora del Conservatorio de Música de Madrid. Lucero comentaba lo siguiente: "Me di cuenta que las castañuelas podrían ser un instrumento solista y no sólo de acompañamiento".
Las castañuelas, o palillos que es como las llaman en Andalucía, son un instrumento musical de percusión, fabricado en madera, que ya eran conocidas en tiempos de los fenicios, hace de esto tres mil años. Los egipcios también habían creado los crótalos, de similar sonido. Pero el caso es, insistimos, que en España no han abundado los concertistas de semejante instrumento. Y hoy en día no existe, que sepamos, ninguna escuela que se dedique a la enseñanza de la técnica de las castañuelas.
Lucero Tena, como es lógico, ha cuidado siempre de las castañuelas que le fabrica un artesano valenciano, José Tárrega Peiró. Suele usar una decena de pares de castañuelas, de los sesenta que posee y guarda como reliquias. No deja que las toque nadie y cuando con frecuencia acude a un aeropuerto y ha de someterse al imprescindible registro de guardias y aduaneros, advierte al abrirles los estuches que las contienen… que no se les ocurra ni siquiera acariciarlas. Con ellas sigue ensayando, acudiendo a dar conciertos. Son su vida. Y añade: "Siento que estoy viviendo una segunda juventud".