Los últimos días en la vida de John Winston Lennon estuvieron marcados por las buenas sensaciones: volvía a la actividad musical (con un gran disco, por cierto), tras disfrutar de un retiro en el que había decidido alejarse de todo lo que no fuese su hijo Sean y la vida en familia. Consagrado a una vida ajena a los continuos eventos musicales y políticos, Lennon reconducía su vida para disfrutar de un perfil público bajo, en el que apenas tuvo tiempo para componer, dejando sitio en sus ratos libres para dibujar y sin ánimo de publicación en el horizonte.
La decisión de su regreso (igual que la de su retirada temporal) había sido consensuada en familia, y los preparativos comenzaron en el verano de 1980, tras un incidente navegando en un mar de tormenta, suceso que recordó a Lennon la fragilidad de la vida y que le empujó a crear música de nuevo. El de Liverpool escribiría un puñado de canciones a la luz de su situación personal, y muchas de ellas indican un período de calma, de paz espiritual, de reconciliación consigo mismo. Tenemos cortes como Beautiful Boy (Darling Boy), la preciosa nana dedicada a su hijo, que incorporaba una de las citas más célebres del artista: "la vida es aquello que te ocurre mientras estás ocupado haciendo otros planes". También deja un enorme sitio para el no menos grande amor que sentía hacia su mujer, materializado en la brillante Woman. Aunque tal vez el mejor resumen de la sensación que llenaba al músico la tengamos en Watching The Wheels, en la que hace las paces con su interior, explicando por el camino sus últimos años. Cantando sobre la felicidad que acompaña a las cosas sencillas que, si se miran con detenimiento, se revelan ante nuestros ojos como las más grandes.
Todo este material se editará en el mes de octubre con el denominador común del álbum Double Fantasy, título que en palabras del artista, condensaba la esencia de su relación con su Yoko, mano derecha en la ejecución de este trabajo y que además firmaba la mitad de los temas del mismo. Las sesiones de grabación, rodeadas de secretismo y sin un sello discográfico detrás, dieron sus frutos y entre las numerosas ofertas de distribución, la pareja eligió al recién creado Geffen Records, referente en los años que seguirían dentro de la industria. Las cartas estaban echadas, y se editó el single de presentación de tan esperado trabajo, (Just Like) Starting Over. La elección nada tenía de casual, y servía como explicación de cómo las cosas habían cambiado entre John y Yoko, de cómo la confianza entre los dos había regresado y habían empezado de cero su relación con tan feliz resultado. Todo hacía presagiar un período de calma y felicidad relativamente largo, pero la rueda del destino ya había comenzado a girar: el mismo día que la canción veía la luz, un individuo compraba una pistola de las que saldrían las balas que impactarían en el cuerpo de Lennon, causándole la muerte.
El asesino en cuestión (cuyo nombre omitiré, por negarle ese anhelo de poner sus iniciales en la historia que hoy contamos), un ser enfermo, trastornado y espoleado por el alcohol y sus propias fantasías, tuvo al menos una oportunidad previa de matar al músico, pero se echó atrás en el último instante. En sus diferentes testimonios, indicó haber confeccionado una lista de posibles objetivos que merecían correr aquella suerte fatal, pero encontró que Lennon era el más fácil de eliminar. Y no era de extrañar: el músico siempre se mostraba dispuesto a firmar autógrafos e incluso a hablar un poco con los fans y curiosos que se congregaban a la entrada de su piso en el edificio Dakota, en el corazón de Nueva York. Y allí fue donde tuvo su segunda oportunidad, el 8 de diciembre de 1980. John y Yoko iban a mezclar un par de temas al estudio, y en el mismo portal del edificio, el músico llegó incluso a firmar un ejemplar de Double Fantasy a su asesino. Tras este fugaz contacto, y después de esperarles durante horas junto al edificio, llegó el momento fatal: el coche que les traía de regreso a casa aparcó frente a la puerta, y ambos se bajaron del vehículo como cualquier otro día. En los siguientes minutos, llenos de confusión y marcados por la tragedia, cuatro disparos dieron en el blanco y pusieron fin a la vida de John Lennon, que ingresó cadáver en el hospital. Cuatro detonaciones que privaban al mundo de uno de los más importantes creadores de la música popular. Uno que cambió las cosas en lo artístico, y ayudó a que se moviera un poco el mundo.
Como pruebas de la importancia de su legado, tenemos todas las vigilias y celebraciones en su honor que se llevaron a cabo hace 35 años. También podemos encontrar homenajes en forma de santuarios, lugares erigidos para recordar su vida y obra, pero el mejor reconocimiento quizá esté en la música. En canciones creadas por artistas como Queen, Mike Oldfield, The Cranberries, Elton John, Paul Simon, o antiguos colegas de banda, como Paul McCartney o George Harrison. Con esas piedras se construye un muro que rodea la propia construcción artística de John Winston Lennon, el que imaginó un escenario diferente y mil sueños para darle forma. Un buen puñado de años después, todavía no hemos encontrado mejor destino que ese, ni en este mundo, ni en ningún otro.