Veintisiete años, ocho meses y quince días. Ese fue el tiempo que vivió entre nosotros una de las mejores voces blancas que alguna vez cantó el blues. Una voz que rompió a gritar por primera vez en Port Arthur, Texas, en 1943, y que pronto comenzó a sentir la angustia que precede a la expresión artística. De carácter y gustos diferentes a otros chicos, Janis Joplin crecía cultivando la tristeza en terreno moldeado por el rock and roll, el blues, el soul y el folk. De ellos aprendió la forma de desatar su portentosa voz en animales de todos los colores, teñidos por las figuras de Bessie Smith, Otis Redding, Odetta o Leadbelly. Todos ellos ayudaban a canalizar la energía de una chica cuya actitud y físico en la adolescencia la convirtieron en una marginada social en el instituto, situación que se invertía al subirse a un escenario y soltar al animal que vivía en sus pulmones.
La universidad le descubrió la relación entre la música, la poesía y la ciudad de San Francisco, todo unido en la experiencia de la generación beat, y como en un libro del propio Kerouac, a los veinte años se dirigió al epicentro del futuro movimiento hippie. No había pasado ni un año desde su llegada a la ciudad, y ya había actuado junto al futuro integrante de Jefferson Airplane, el guitarrista Jorma Kaukonen. Unas sesiones de las que se conserva testimonio musical, y que nos muestran a una joven artista desarrollando su propio estilo. También por aquellos días, Janis se enfrentaba a su primera confrontación seria con las drogas y en alcohol, motivo por el cual abandonó California y regresó a su ciudad natal durante un tiempo. La falta de un equilibrio entre el aislamiento y la luz de los focos marcarían su breve e intensa carrera desde sus mismos inicios: Janis vivía entregada a su pasión por la música, hasta el punto de no medir la intensidad con la que se entregaba a todo lo que rodeaba la escena de la California de los sesenta.
La segunda vez que viajó al oeste, ya en 1966, fue para comenzar a escribir su fulgurante y desgarrada carrera musical: intentó esquivar las drogas y los excesos, y comenzó a actuar en solitario por diferentes locales de San Francisco. Su momento llegó al entrar en la banda psicodélica y bluesera Big Brother & The Holding Company, con los que se trasladó a vivir en comuna, frecuentando compañías como la banda Grateful Dead, y volviendo a caer en la peligrosa espiral de sustancias que circulaban por el vecindario. Se abría paso el año de 1967, y con él, uno de los eventos más destacados de la década: el Festival de Monterey, en el que Janis y la banda arrasaban con su incendiaria versión del "Ball and Chain" de Big Mama Thornton. Unas semanas después, editaban su primer álbum y el éxito del mismo les conseguía un contrato con el sello Columbia, con el que llegaría su celebradísimo Cheap Thrills (1968). Un disco que contenía algunos de los temas más recordados de su carrera, como "Piece of My Heart" o su versión del "Summertime" de los Gershwin. Número uno en las listas, y la confirmación de un hecho incontestable: asistíamos a una de las voces femeninas más poderosas de la década, consagrada a una música que parecía reservada a otras razas, ambientes y escenas artísticas. Lo cierto es que el dolor, la pasión, el hambre de más y la búsqueda desesperada de amor convertían a Joplin en un icono tan atormentado como auténtico, lo mismo que otras figuras como Billie Holiday.
El siguiente paso no se hizo esperar: tras algunas tensiones internas, muchas drogas y no menos cumplidos hacia el talento de la vocalista, la separación de la banda fue cosa hecha a finales del mismo año. 1969 abría sus brazos al futuro en solitario de la artista, con la aparición de su I Got Dem Ol’ Kozmic Blues Again Mama!, en el que reunía a una nueva banda de acompañamiento, la Kozmic Blues Band. Si bien el disco fue un éxito, la calidad de algunos de los temas no estaba a la altura del poder de su voz, con excepciones como el genial "Try" (Just a Little Bit Harder).
Joplin paseó su talentosa voz por escenarios y platós de televisión, interpretando duetos memorables junto a Tom Jones o Tina Turner. Por si esto fuese poco, acudió a Woodstock (aunque no fue de sus mejores interpretaciones ni estados) y figuró así en el momento más icónico para el rock americano en los años sesenta. Era hora de un tiempo de descanso, y Janis se dirigió a Brasil, donde pareció encontrar de nuevo la calma junto a una nueva pareja, aunque eso tampoco duró mucho. Su regreso a la actividad musical derrumbó algunos de sus planos personales, y Janis se volvía decidida a reescribir su historia.
La Full Tilt Boogie Band
Formó una nueva banda, la Full Tilt Boogie Band, y comenzó la grabación del que sería su álbum más completo hasta la fecha: Pearl. El trabajo conjugaba mejor que ningún otro todas las influencias de la tejana, con una meritoria producción de Paul Rothchild, y cortes tan definitorios como la versión de "Me and Bobby McGee", el torrente de "Move Over" o la desgarrada "Cry Baby". Un tremendo éxito, en el que destacaban también un tema a capella como "Mercedes Benz" y un poderoso instrumental titulado "Buried Alive in The Blues".
Aunque estas dos últimas canciones se mantenían como los testigos de un trabajo incompleto, cortado de raíz y publicado después de la muerte de Janis, un 4 de octubre de 1970. Y es que, tras demasiadas vueltas en la montaña rusa, la atracción descarrilaba en una sobredosis de heroína que arrancaba de este mundo a un auténtico icono. Quince días antes, la muerte había reclamado a un tal Jimi Hendrix, y menos de un año después, les acompañaría un tal Jim Morrison. Como si en menos de un año, el mundo cantara un gigantesco blues a un público huérfano.