Julio Iglesias festejó sus setenta y dos años, probablemente en familia en su residencia de Indian Creek, en Miami. Su mansión en los Estados Unidos la adquirió en 1980 y es una de las veintiocho que hay en la exclusiva urbanización de lujo de la isla con tal nombre, desembolsando entonces 875.000 dólares. No hace mucho intentó venderla… ¡por treinta millones de dólares! Coincide este aniversario con el inicio de su gira por México, el 26 de este mes y al lanzamiento mundial, la víspera, de su último álbum, México, que contiene una selección de conocidas rancheras.
Hacía doce años, desde que en 2003 se editara Divorcio, que no grababa un disco en nuestro idioma. Hace el número ochenta de su abultada discografía, de la que se han vendido más de trescientos millones de copias. Existe expectación por esta breve gira por ciudades aztecas, entre otros motivos, por dos: su salud y su reencuentro con su hijo menor, Enrique. Acerca del estado físico actual del cantante tras la intervención quirúrgica a la que hubo de someterse en Nueva York a finales del pasado mes de junio, hemos podido saber que se halla en condiciones de continuar su actividad artística. Eso sí: sometiéndose diariamente a una dura terapia, a la que por otra parte él ya está acostumbrado desde aquel tantas veces evocado accidente de coche de 1962.
Muchos son los dolores de espalda que venía padeciendo; visible para los que lo conocemos su ligera cojera, que él siempre ha intentado disimular en el escenario. Pero el cantante, se autodefine así: "Soy un estoico, y mi disciplina continúa siendo de hierro. Continúo con mis ejercicios de rehabilitación y no creo que me vaya a morir todavía. De jubilarme, nada".
Ya se habían difundido voces que auguraban su próxima retirada. Entonces, cuando el dinero hace muchos años que no le preocupa, ¿por qué canta Julio Iglesias? "Por pasión. Podría ganar más sentado en mi despacho. Pero necesito salir a un escenario ahora, cuando canto mejor, bastante mejor que tiempo atrás. He aprendido sobre todo la técnica de la voz".
Acerca de la segunda cuestión que les planteábamos, la de si va a verse las caras con Enrique Iglesias, su hijo, habida cuenta de que por mucho cariño que uno y otro manifiesten que se profesan ello no concuerda con la realidad y se les ve juntos de uvas a peras, les cuento lo siguiente: el joven, todo un triunfador, tenía firmado un contrato para actuar en la ciudad mexicana de Puebla el próximo 17 de octubre. Enterados gente de su entorno profesional que Julio Iglesias actuará el día 10 de ese mes en dicha capital, cambiaron de fechas y planes. Así es que ese mismo 10 de octubre Enrique Iglesias presentará en el Centro Expositor de Puebla su espectáculo "Sex and Love", en tanto, no muy lejos, en el Auditorio Metropolitano de Puebla, su querido progenitor estrenará las versiones de rancheras de su próximo disco. Y nos preguntamos: ¿antes de esa gala, o después, se llamarán siquiera por teléfono? Los reporteros gráficos que estén ese día en Puebla perseguirán a ambos, por si se produce el abrazo que muchos esperan y firman la pipa de la paz.
Iglesias, Sabina y Serrat
A estas alturas de su dilatada carrera musical no se esperan muchas sorpresas. Julio Iglesias dice que en su último disco de rancheras ha incluido una de su colega Joaquín Sabina, "Y nos dieron las diez", porque "como autor lo considero un genio". Claro que sobre el cantautor jienense, lanza esta pulla: "¡A ver si un día quiere hacer una gira conmigo para cantar juntos los dos! ¡Y con Serrat también, si le apetece! ¡Y mira que llevo tiempo pensando en eso, yo, que he hecho duetos con Charles Aznavour, Stevie Wonder, Diana Ross...".
Nos tememos que un espectáculo de aquel trío no estará al alcance de ningún empresario pero, en fin, la idea está lanzada… O en televisión, por lo menos. Claro que conociendo a un divo como Julio Iglesias esas ocasionales uniones las suele meditar mucho. Cuando le propusieron unir su voz a la del veterano del country Willie Nelson comentó: "Yo no canto con un tío así, con esa pinta…". Y luego "To All the Girls" fue número uno en las listas de ese género. Caprichoso en tantas ocasiones, su entonces amigo y mánager Alfredo Fraile le gestionó la posibilidad de ocupar un asiento, durante la entrega de los Grammys de 1983, nada menos que al lado de Michael Jackson. A lo que Julio se negó: "¿Y que hago yo a su lado si él va a recoger un premio y yo no?" Menos mal que luego rectificó y hubo foto de los dos ídolos.
Julio Iglesias, en la distancia corta, cuando se lo propone, es un encantador de serpientes. El seductor, dentro y fuera del escenario, que siempre conquista. Pero así es un día, y al siguiente se muestra malhumorado consigo mismo, le arma broncas al lucero del alba (léase gente que trabaje a sus órdenes) y no se controla. El citado Alfredo Fraile, que tan bien lo conoce, me contaba: "Siempre acabó despidiendo con desprecio a las personas que lo ayudaron. No fue mi caso, que preferí ser yo quien lo dejara". Ahora, quien lleva los asuntos profesionales es su sobrino, Jorge Iglesias, hijo de su único hermano, Carlos. A ver cuanto aguanta a su lado, sabiendo lo difícil que es permanecer muchas horas al día junto a una estrella internacional como nadie puede discutir es el cantante madrileño. Al que por cierto, en febrero último, el Ayuntamiento que todavía presidía Ana Botella lo distinguió con el reconocimiento como "hijo predilecto de la ciudad de Madrid". Título que aún no ha recogido. Posiblemente por los alifafes de su maltrecha espalda. O acaso porque no le apetezca mucho hacerse una fotografía con doña Manuela. No pudiendo brindar contigo con una copa de Dom Perignom (su champán favorito), levanto mi vaso de vino con gaseosa por tus setenta y dos tacos, amigo Julio. Seguimos queriéndote.