Cualquier día es bueno para celebrar el fabuloso legado de un músico con mayúsculas, aunque sea con motivo de una de sus excentricidades más conocidas. Y si el protagonista es Keith Moon, el número de anécdotas que acompañaron su trayectoria profesional y personal se dispara en cuanto echamos la vista atrás. De hecho, los comportamientos escandalosos formaban parte de su personalidad escénica hasta tal punto que fueron algunas de sus "exhibiciones" las que hicieron que The Who llamaran la atención de público y crítica desde sus comienzos.
Nacido el 23 de agosto de 1946 en Londres, Keith se destapó desde muy pequeño como un niño muy inquieto, casi hiperactivo, para el que la batería sirvió como ruta de escape a casi toda su energía sobrante: creció adorando la música surf (que le acompañó en sus primeros proyectos musicales) así como el jazz que ejecutaba con ferocidad, al estilo de su idolatrado Gene Krupa. Su facilidad para interactuar sobre el escenario con el resto de componentes de la banda (algo no del todo habitual para el puesto de batería, que en no pocas ocasiones quedaba aislado de los otros músicos), le valió para destacar en su instrumento, al tiempo que servía de complemento perfecto para su frenético estilo a las baquetas. Fue así como llegó a formar parte de la banda de Roger Daltrey, Pee Townshend y John Entwistle, antes incluso de que fueran conocidos bajo el nombre que les haría eternos: The Who. A los aspavientos de su vocalista, los molinetes y gestos de su guitarra y la teatralidad en general de la banda, Moon aportó su carácter tanto escénico como personal.
En el primer apartado, el músico gesticulaba en exceso y arrojaba sus baquetas al aire en cuanto tenía ocasión, reforzando la brutal experiencia de aquellos jóvenes salvajes del rock and roll. En cuanto a su fuerza y personalidad, llevó el caos un poco más allá en una banda en la que la armonía y la calma brillaban por su ausencia. Las peleas y el desorden eran algo frecuente, pero no estaban reñidas con la calidad que afloraba en cada concierto de la banda. No hay que olvidar cómo se hizo con el puesto, uniéndose a la banda en un show en el que casi acaba con la batería con su excesiva interpretación: aquella fuerza destructiva sería siempre una seña de identidad de los cuatro músicos en la escena de las décadas siguientes. La pasión con la que dotaba a sus directos (que esperaba con los nervios de un niño, puesto que constituían su principal interés como músico) resultaba un acicate perfecto para sus tres compañeros. Cuando Townshend rompió accidentalmente su guitarra (en lo que más adelante sería un gesto tan característico como estudiado), Keith fue el primero que se unió al delirio del público, haciendo lo propio con su batería. Pocos años más tarde, llegó a incluir la pólvora en algunas ocasiones, con lo que la potencia destructiva se multiplicaba, al igual que la locura del público.
Curiosamente, no era un músico que gustara de hacer solos, ejerciendo el papel de fuerza rítmica imparable, pero descartando exhibiciones en esos términos en numerosas ocasiones (aunque habría excepciones, claro está): para el músico, su sola presencia y su demoledor estilo le bastaban para "robar el show" cada vez que tenía oportunidad. Además, le encantaba unirse a las voces en numerosos temas, llegando al punto que sus compañeros no dudaban en excluirle de grabar algunos pasajes con juegos vocales, dejándole fuera del estudio para obviar su vena cómica en temas más elaborados. En otras ocasiones, le dejaban interpretar algunas canciones con mayor o menor protagonismo y le hacían feliz con dichas contribuciones: no fueron los únicos, ya que incluso The Beatles le reclutaron para los coros de "All You Need Is Love". Junto a estos últimos, tuvo algunas anécdotas muy divertidas, como sugerir un intercambio de baterías entre ambas formaciones, en una noche en la que el alcohol corría por su gaznate y las risas se fabricaban a cada segundo.
Otra de sus sabidas frases fue la de, según dicen, bautizar a la que sería una de las bandas más conocidas de la historia, augurando que caerían como un "zepelín de plomo"… Led Zeppelin cruzaron así camino con el que pudo haber sido su baterista, pero que finalmente no abandonó a sus compañeros, y su lugar pasaría al no menos frenético (y también malogrado) John Bonham.
Y al mismo tiempo que The Who se consagraban como una de las mejores bandas de rock en vivo de todos los tiempos, Keith explotaba su carácter destructivo con un comportamiento que oscilaba entre el de un niño travieso y el de una estrella de rock pasada de anfetaminas y alcohol: destrozaba habitaciones de hotel, y arrojaba televisores a la piscina con la misma facilidad con la que marcaba el ritmo de éxitos como "I Can’t Explain" o "My Generation". Y así llegamos a la noche de su vigesimoprimer cumpleaños: el 23 de agosto de 1967, en la que la banda tomaba aire en un Holiday Inn de Flint, Michigan. Al cumplir 21, alcanzaba la edad legal para consumir alcohol de forma legal en Estados Unidos, así que montó una fiesta enorme con alcohol a raudales y batalla de comida y lanzamiento de objetos a la piscina incluidos. La policía no tardó en acudir al lugar, alertada por los huéspedes y personal del hotel. Mientras se escabullía de los agentes de la ley, Moon llegó al asiento del conductor de una limusina e intentó huir de la escena… lástima que, en su estado, pusiera la marcha atrás y terminara con el vehículo atravesando la verja y sumergido en la piscina del hotel, en un destrozo que superó los 24.00 dólares. The Who tendrían prohibido el acceso a los hoteles de la cadena de por vida, y la publicidad sobre la banda y su destructivo comportamiento crecía y crecía.
Arrancaba así un camino de excesos que pasaría por fases como la de desmayarse en el escenario (un asistente al concierto y fan de la banda le reemplazó en el resto del mismo), y toda clase de comportamientos erráticos. Algo más de una década después, en otoño de 1978, el músico encontraba una muerte prematura por sobredosis, pasando a ocupar su lugar Kenney Jones. La banda seguía su camino con menos problemas de comportamiento, pero perdiendo también aquella fuerza de la naturaleza llamada Keith Moon. Hoy habría cumplido 69 años, de los que sólo nos quedan sus contribuciones al animal conocido como rock and roll.