En el corazón de los años ochenta, la primera época dorada del videoclip, se gestaron un buen puñado de discos tan representativos de su momento y cultura como relevantes en el panorama internacional. Al margen de los grandes iconos del pop, las figuras glorificadas a golpe de televisión musical y faraónicos espectáculos en directo, también despuntaron trabajos de calidad incuestionable. Hace treinta años que uno de aquellas obras consiguió el número uno en todo el mundo: Brothers in Arms de Dire Straits.
En los meses previos a la grabación del disco, la banda creada y dirigida por el talentoso Mark Knopfler gozaba ya de un gran reconocimiento y popularidad tras cuatro discos en el mercado, en los que el principal responsable de la banda había dejado claro su talento y su técnica a las seis cuerdas. La mezcla de rock clásico y blues, conjugada con figuras líricas como Bob Dylan en el retrovisor, Knopfler había regalado ya al mundo un puñado de canciones como "Sultans of Swing", "Romeo and Juliet" o "Private Investigations", el guitarrista había aprovechado el tiempo para colaborar con no pocos mitos vivientes como Phil Lynott, el propio Dylan o Van Morrison. A toda esta labor había que sumarle su dominio de la producción musical (terreno en el que trabajó, por ejemplo, junto a Tina Turner) y su contribución a las bandas sonoras de films tan representativos del momento como La Princesa Prometida estaba a la vuelta de la esquina… pero antes le tocaba reivindicar una vez más a su banda con el trabajo que hoy nos ocupa.
Para la grabación del disco, Knopfler reunió a la banda (por aquel entonces, un sexteto que ejecutaba con maestría los planes del maestro creador) un par de semanas para ensayar los temas, y pusieron rumbo a la isla de Montserrat. De la mano se llevaba al productor Neil Dorfsman y el propósito de realizar una de las primeras grabaciones digitales de la época, todo un reto que se consumó en la salida al mercado del disco y su consiguiente éxito de ventas. Los tiempos estaban cambiando, pero más en el aspecto técnico que en el ideológico. Las nuevas técnicas y máquinas terminarían de definir el sonido que la banda estaba buscando, pero aquello no iba a ser motivo de alarma para una banda cuyo nombre podría traducirse libremente como "situación límite".
En primer lugar, y para explicar el resultado comercial del álbum, habría que hacer mención a la lista de canciones que lo componían, una muestra de un trabajo sin fisuras, compacto y de calidad, que incluía elementos tan comerciales como reconocibles de un estilo propio para una obra que aspira a todo. El trabajo abría con la soberbia "So Far Away", corte firmado (como casi todos) por Mark, en el que la suavidad de la guitarra nos introducía en el auténtico hit de este trabajo, "Money for Nothing". Un tema con aportación vocal del mismísimo Sting, quien también introdujo en la grabación del disco al batería Omar Hakim, que aparece en la mayor parte de las tomas del álbum. Con "Money for Nothing" la banda se reía de la condición de las estrellas de rock, poniendo voz a una conversación de "gente normal" sobre todos esos que salen en la MTV, ganan fortunas a cambio de algo que no es trabajo y tienen montones de chicas cuando quieren, mientras que los demás cargan electrodomésticos y sudan la gota gorda para salir adelante. Un tema jocoso e inconfundible, cuya característica guitarra lograba un sonido tan peculiar al disponer los micrófonos casi por accidente durante la grabación. Una vez más, la magia del estudio lograba un producto tan sugerente como exitoso. El videoclip para el tema es sin duda uno de los más recordados de la década, con la animación por ordenador dirigida por Steve Barron (autor, por cierto, de otro de los videoclips más destacados de aquel período, aquella aventura a medio camino del comic llamada Take on Me, de la banda A-ha).
El siguiente en la lista era "Walk of Life", homenaje desenfadado a los clásicos del rock and roll con los que Knopfler se había criado, con menciones a numerosos temas de los años cincuenta y una pegadiza línea de teclado concebida tres décadas después de Jerry Lee Lewis, Elvis y el resto de la banda de los oldies del género. Para su difusión en el mercado americano, el videoclip se llenó de imágenes de bloppers deportivos, haciéndolo perfecto para ser emitido por las pantallas gigantes de los pabellones y estadios. A continuación se desplegaba la magia de "Your Latest Trick" -ay, cuando los saxofones campaban a sus anchas por el rock- y el hondo lirismo se paseaba por "Why Worry Now". Las flautas y la reflexión dibujan "Ride Across The River", primera en tocar el tema bélico en el álbum, y que compartirá ese mantra con el Brothers in Arms que titula este sensacional trabajo. En medio de estas dos composiciones, tenemos otras dos algo más potentes y recargadas como "The Man’s Too Strong" y "One World", que terminan de acusar el momento de preocupación global tan presente en muchos músicos de los ochenta. No hay más que recordar las apariciones de la banda en el concierto celebrado en Wembley en 1988 en homenaje a Nelson Mandela, con un elenco arrollador de artistas entre los que se encontraban Dire Straits.
Con semejante arsenal de canciones, no es de extrañar que aquel disco se convirtiese, por ejemplo, en una de los diez más vendidos de la historia en Gran Bretaña. Además, como dato curioso de los cambios que se producían en aquellos días, hay que señalar que Brothers in Arms tiene el honor de ser el primer disco millonario cuya tirada en formato CD vendió más que su homónimo en vinilo, siendo también uno de los primeros en grabarse completamente en formato digital. Aunque por encima de todo, su importancia radica en la calidad y ejecución de sus composiciones. Algo muy fácil de comprobar cuando se vuelve a escuchar treinta años después.