La Ira es una Energía (Malpaso, 2015) es el título de la segunda autobiografía de un icono musical tan polémico como representativo de una época, el inimitable John Lydon, más conocido como Johnny Rotten, vocalista en la mítica formación Sex Pistols. Un libro cuya edición traducida a nuestro idioma llega tan solo un año después de su salida al mercado, y en la cual nos encontraremos, como es habitual, con la crudeza de Lydon llevada a su expresión máxima, acentuada por los 21 años que han transcurrido desde la primeras memorias del frontman.
Con la perspectiva de un hombre a punto de cumplir sesenta años, el músico se enfrenta al reto de diseccionar su vida partiendo desde una infancia tan difícil como desconcertante, la de un niño que a la edad de siete años sufre meningitis, se queda en coma durante meses y al despertar, apenas tiene recuerdos de sus propios padres. Un hecho que marcará, según él mismo confiesa, un punto de partida en cuanto a la culpa y la furia latente en las letras y actitud de las canciones que definieron el punk en Gran Bretaña. La soledad del chico le llenará de nerviosismo (reflejado en su característico movimiento ocular, que arrastra desde entonces), y Johnny entra en la adolescencia en franca posición de rebeldía con el apodo de rotten (podrido), gracias a sus escasos hábitos de higiene oral. El paso definitivo llega con la conjunción del propio John con un chico conocido como Sid Vicious, forjando una amistad que cristalizó musicalmente en los archiconocidos Sex Pistols, la banda que redefinió el término punk desde sus orígenes en la Costa Este norteamericana.
Si bien el proyecto musical fue orquestado a la perfección por el oportunista manager Malcolm McLaren (al que Lydon ha criticado en incontables ocasiones), hay que reconocer que el impacto de las apariciones públicas de aquellos chavales no tuvo comparación posible en los dos años que pasaron juntos como grupo. Y todas las experiencias al límite son retratadas por el músico sin escatimar en detalles turbulentos, tales como las drogas, discusiones y decepciones. La entrada de Sid Vicious en la banda, así como su muerte en 1979, son reflejadas por su amigo Lydon con amargura y rabia, citando la pésima influencia materna como el factor básico para explicar la corta y trágica vida del bajista. Uno de los momentos donde la ira toma momentáneamente el control del casi sexagenario músico… porque lo del control de la ira no es exactamente el deporte favorito de John. Sobre todo, si tenemos en cuenta que sus declaraciones y apariciones televisivas desatan tanta controversia como las incisivas letras que han poblado su trayectoria musical. Una trayectoria que continuaría en solitario y al frente del intermitente proyecto Public Image Limited (PiL).
Aunque dentro de las historias que nos cuenta Lydon, algunos detalles que ni siquiera tienen que ver con la música son los que de verdad terminan de definir al personaje (curiosamente, algo similar a la que ocurría con los Pistols): como ejemplos, los pasajes en los que habla de sus gustos en materia de drogas y cómo éstos han ido evolucionando, o aquellas ocasiones en las que reconoce sin tapujos las diferentes ocasiones en las que se ha "vendido" por dinero. En este terreno, destacan sus participaciones en realities, sus apariciones anunciando mantequilla o la mismísima reunión de los Sex Pistols la década pasada (que tenía mucho más que ver con el cobro del cheque que con cualquier otra cosa). Pero siendo sinceros, ¿a quién le importa? A él, desde luego, no. A sus casi sesenta años y felizmente unido a su mujer Nora Forster, Lydon disfruta aplicándose a sí mismo una de sus máximas: nunca actúes de acuerdo a la edad que tienes.