Han pasado casi treinta años desde la muerte de Andy Warhol, y todavía tienen lugar fervientes discusiones sobre su aportación a las artes. Como creador visual, pocos discuten su impacto, pero también hay quien olvida el papel determinante que el artista desempeñó en el terreno del rock. Un rol asociado a una de las bandas más influyentes de la historia: The Velvet Underground.
La historia de Warhol con la mítica formación arrancaba en 1965, época en la que Andy gozaba ya de un nombre con mayúsculas en la escena vanguardista neoyorquina, y diversificaba su expresión a través de medios como el cine, con la ayuda del director y guionista Paul Morrisey. A sugerencia de éste, Warhol comenzó a jugar con la idea de apadrinar una banda rock. Fue entonces cuando conoció a Lou Reed, John Cale, Sterling Morrison y Maureen Tucker.
La banda actuaba regularmente en el Bizarre Café de la Gran Manzana, y en uno de estos eventos se fraguó el patrocinio de Warhol con la Velvet. Un flechazo que no dejaba de tener sentido, si pensamos en el sonido altamente caótico y experimental que imperaba en el grupo, que además había tomado su nombre de un libro de tintes sadomasoquistas. Toda aquella energía, provocación y celebración del "hazlo tú mismo" que definía a la banda, terminaron de enamorar a Warhol, que pasó a representarles y promocionarles a través de su espectáculo ambulante audiovisual The Exploding Plastic Inevitable.
Pero no quedaba ahí la cosa: Warhol les sugirió (o les ordenó, más bien) incorporar a la modelo, musa y cantante alemana Nico como complemento a la banda, con la que entrarían a grabar su primer álbum de estudio en 1966. Un disco que roza la perfección, sobre todo si lo juzgamos en el marco de su tiempo, y que no estuvo exento de polémica.
En primer lugar, las letras de las canciones versaban sobre drogas, sexo, masoquismo, desesperación y toda la libertad (o sordidez, según quien lo escuchase en aquel momento) de la parte más oscura de Norteamérica, lanzada desde el subterráneo mundo de la noche neoyorquina. Por otro lado, estaba la música: rompedora, desafiante y casera, con matices de garaje, rock y pop, y deliciosamente imperfecta. Pasajes tan chirriantes como el de la viola de Cale en Heroin –sí, en 1966 titularon una canción así- o The Black Angel’s Death Song marcaban un momento clave en el futuro del rock y sus derivados. Y siempre, de algún modo, la sombra de Andy Warhol aparecía en escena.
El artista figuró en el disco como productor, si bien apenas se había pasado por el estudio en los pocos días que duró la grabación. El trabajo en este aspecto recayó en Norman Dolph, John Licata y Tom Wilson (quien se ocupó del tema Sunday Morning, y continuaría trabajando con la banda en el futuro), pero sobre todo, en la idea sonora de John Cale, responsable junto a Lou Reed del espíritu de la Velvet.
Y detrás de todos ellos estuvo Warhol: puede que no operara como último responsable de aquel sonido, pero cumplió su papel de padrino a la perfección. Y es que, dado el respeto absoluto por el criterio del artista, todo lo que tenía que hacer era pasarse por allí y decir lo fabuloso que era un tema u otro… nadie le iba a llevar la contraria. Y eso hizo posible el milagro de sacar aquel experimento tan poco comercial, pero de una fuerza y pureza tan impactantes. Un auténtico punto de referencia en el mapa musical, con canciones tan emblemáticas como I’m Waiting for The Man, Venus in Furs, I’ll Be Your Mirror o All Tomorrow’s Parties.
Y la presencia de Andy no se quedó ahí, ya que quedaba la cuestión del arte visual del álbum. Un trabajo que, pese a retrasar la publicación del disco hasta el año siguiente, se percibía como el gancho perfecto para incrementar las ventas de aquel The Velvet Underground & Nico. Se realizó un tratamiento especial de impresión para crear la portada del disco, que reproducía la imagen de un plátano sobre fondo blanco. En la cubierta se podía leer "pélalo despacio y verás", con la intención de que el comprador retirara la cáscara del plátano, dejando al descubierto el interior carnoso de la fruta, en clara referencia fálica que redondeaba la provocación y traspasaba la sugerencia. Repetiría experiencia en las portadas icónicas cuatro años después, con el Sticky Fingers de los Rolling Stones. Aunque ese es otro disco y otra historia.
The Velvet Underground & Nico significó, en conjunto, una bomba de relojería para la música popular moderna… aunque tardaría algún tiempo en explotar, dicho sea de paso. Aquel disco ni siquiera entró en los 150 primeros en las listas de éxitos. Pero aquellos ejemplares que sí se vendieron, cayeron en las mejores manos: las de David Bowie, Brian Eno, y un montón de chicos que años después, recorrerían su propio camino en la música. La leyenda dice que cada persona que compró uno de aquellos LP’s, acabó formando su propia banda.
Por desgracia, las relaciones entre Warhol y el grupo se fueron deteriorando y acabaron por separarse, con una Velvet Underground que iba cambiando integrantes sucesivamente, hasta su desaparición. Por el camino, y ya en solitario, Lou Reed dejó algunos recuerdos para su padrino y amigo (o enemigo, según el momento): por un lado, compuso Andy’s Chest, recordando elintento de asesinato que Warhol sufrió en 1968. Por último, puso título musical a una sugerencia –otra más- que Andy le había hecho tiempo atrás: "¿Por qué no escribes una canción que se llame Vicious?" El músico le preguntó de qué clase de persona hablaba. Y Warhol le respondió: "Ya sabes, del tipo… te pego con una flor…" y así lo escribió Reed. El resto es historia, genio y música.