Tengo por costumbre, sin olvidarme como periodista de la actualidad más inmediata, de evocar algunos nombres, asuntos del pasado, en la creencia de que merecen ser objeto de nuestro recuerdo. Así, hoy quiero ocuparme del cuplé y de una de sus más brillantes intérpretes, Lilián de Celis, aprovechando la efeméride de su ochenta cumpleaños, este 31 de enero. Lilián Ángela de Celis Collía nació en Fíos, caserío del concello de Parres, cercano a Arriondas, pueblo asturiano donde anualmente se celebra el muy concurrido descenso del río Sella en piragua. Allí en Arriondas vive desde 2006 la cantante, ya de vuelta de las vanidades de este mundo, donde ha venido atendiendo una de esas entrañables tiendas donde se vende de casi todo, en lo que antiguamente se llamaba mercería y luego modernamente "boutique".
Pero hoy mismo aún podría envolvernos con su fina, maravillosa voz, evocando los tiempos de la "bèlle époque", cuando el género musical del cuplé estaba de moda en Francia, de donde nos vino finalizando el siglo XIX. En aquellos años de nuestros tatarabuelos los caballeros se refocilaban en barracones y cafés cantantes cuando la cupletista de turno interpretaba "La pulga" en tanto mostraba sus partes pudendas en su ensayadísimo número, palpándose el cuerpo en búsqueda del mentado díptero.
Los cuplés animaron los salones europeos durante la Gran Guerra, siempre con un tono desvergonzado y pícaro. En España fueron sus más conspicuas representantes Consuelo Portella "La Chelito", "La Fornarina" y sobre todo Raquel Meller, considerada la mejor de todas, que eran legión. Aquel cuplé con letras de doble sentido tuvo entre finales de los años veinte y primeros treinta un aire distinto cuando se incorporaron otros autores empeñados en convertirlo en expresión romántica. Raquel Meller resultó la mejor abanderada, en unión de otras cantaoras andaluzas que ya hacía tiempo habían abandonado aquel lado "sicalíptico", el género ínfimo que llamaron los hermanos Álvarez Quintero. Así se fueron sumando artistas de relieve como Pastora Imperio, "La Goya", Carmen Flores y Amalia Molina. Las que triunfaban con cuplés tan populares que han resistido el paso del tiempo, incluso hasta nuestros días: "El relicario", "La violetera", "La nieta de Carmen"…
La música es testigo de los cambios generacionales de toda sociedad. Y en la España de la postguerra lo que estaba en auge era la canción española, o andaluza, que terminó llamándose copla, heredera en gran parte de la esencia del cuplé romántico y folclórico. En los vaivenes de cualquier tiempo, cual "boomerang", suele echarse de menos el pasado y así, vuelven las modas, desde el vestir a la música. Por eso, a comienzos de los años 50, la cadena Ser resucitó el cuplé. Una marca de turrones, que iba a patrocinar el espacio dedicado a recuperar canciones del pasado, prefirió el cuplé a las romanzas de zarzuelas. De ese modo se estrenó en el año 1952, en los estudios madrileños de Radio Madrid, "Aquellos tiempos del cuplé". Se emitía en la sobremesa de los jueves y duró cinco años. El maestro Indalecio Cisneros, que dirigía la orquesta, acudió a la academia del maestro Manuel Monreal, quien recomendó a su alumna más brillante para que fuera la estrella de aquel programa.
Resultó ser la asturianina Lilián de Celis, nombre poco corriente que sus padres habían elegido a la hora de bautizarla porque les gustaba mucho una cantante de moda llamada Lilian Harvey. La neófita intérprete, con voz de resonancias líricas, no en vano poseía estudios del Conservatorio, resultó ser todo un acierto, evocando los cuplés antaño populares, treinta o cuarenta años atrás: "Mala entraña", "Flor de té", "La cruz de guerra", "Mimosa", "Rosa de Madrid", "Las tardes del Ritz", “La chica del diecisiete”, “Batallón de modistillas”, “Bajo los puentes del Sena”…
Lilián de Celis, en pleno éxito del programa, se casó con su maestro el 4 de julio de 1953. "Fue un error. Me llevaba treinta y dos años. No hice caso a mis padres, que habían desaconsejado aquella boda. Mi marido quiso vivir a mi costa, en calidad de pianista, administrador, mandando siempre en mí. Nos separamos a los pocos años aunque hasta 1972 no lo fue legalmente, luego tuve el divorcio. Enterándome de que era viuda a los tres años de que él hubiera muerto". Tuvieron un hijo que padecía una enfermedad incurable.
Gracias a dicho programa radiofónico en 1957 el director cinematográfico Juan de Orduña urdió el argumento de El último cuplé. Eligió como protagonista a Sara Montiel, con la premisa de que ella no cantaría, sino fingiendo hacerlo por el sistema del "play-back", para lo cual se entrevistó con Lilián de Celis, quien se negó en redondo a prestar sólo su voz, a no ser que ella fuera la estrella. Y entonces fue cuando la manchega fue aceptada como intérprete de los cuplés de la historia, a los que dotó de un estilo muy diferente, con su voz grave y sensual, cuando en la mejor época del género las voces tenían acentos agudos. Nadie puede discutirle a Sara Montiel que con ella el cuplé volvió a renacer, y así lo demostró en posteriores películas. Pero justo es reivindicar aquí que de no haber sido por Lilián de Celis y los cinco años que estuvo en el programa de radio Aquellos tiempos del cuplé, este género no habría surgido de sus cenizas. Precisamente con el mismo título rodó en 1958 una entretenida cinta, taquillera, aunque no como El último cuplé. Protagonizó otros filmes: Los claveles, Alma aragonesa, Júrame, Las estrellas…
Se fue a la Argentina en 1962. Permaneció nueve años en Hispanoamérica, la mayor parte del tiempo, nueve años, en México, donde fue habitual del cine, el teatro musical, y la televisión. Cuando retornó a España en los primeros años 70 el cuplé estaba olvidado. No obstante ella lo mantuvo en su repertorio hasta tiempos recientes, lo que no deja de ser meritorio. De los años 80 recordamos, por ejemplo, el espectáculo "Cantando los 40", donde había sustituido a Marujita Díaz. Vivió unas temporadas en Madrid, residiendo en el pueblo de Navalcarnero. Hasta que la nostalgia le hizo volver a su hermosa tierra.