Finalizando 2014 hemos tenido la grata presencia de Lucrecia en el madrileño teatro Bellas Artes. Un recital de apenas hora y veinte minutos que nos supo a poco, con el título "Eternamente Cuba". Se presentó la intérprete habanera en un escenario desnudo de decoración, con un fondo de cortinas negras. Pero allí no había luto, porque esta mujer contagia, cantando, con su alegría. Sonríe sin desmayo.
Ataviada con un vestido de gala color rojo y con sus cabellos llenos de esos flecos de los restafaris que siempre luce, esta vez recogidos en moño, no sobre la nuca sino encima de la cabeza. Se colocó frente a los teclados y arrancó con un tango clásico, "Nostalgias", que cobró en su voz el acento azucarado de su tierra sin perder la esencia argentina. Y en adelante, ya sí, dedicó casi todo su repertorio a los sones y boleros que la han convertido en una referencia de Cuba en España. Porque Lucrecia es la mejor intérprete cubana aquí de esos ritmos.
Acompañada por el pianista Félix Ramos, nos fue deleitando con "Dos gardenias", que dedicó a la memoria de quien fue su profesora de canto, la gran Isolina Carrillo, autora de aquella inmortal pieza; "mi maestra", dijo. Porque ¿hay una palabra mejor que esa, referida a quien nos enseña? Y Lucrecia Pérez Sáez recibió una buena enseñanza musical en su adolescencia y juventud, cuando cursó sus estudios de piano. No toca ni canta "de oído", como tantos. Es una rigurosa profesional. Después, siguiendo el hilo de su actuación madrileña, pasó de "Capullito de alhelí" a "Piel canela", con ese ritmo caribeño inconfundible de quien, como ella, sabe hacernos partícipe de sus sentimientos. Luego vino una composición firmada por Emilio Aragón "Miliki", "La Cuba mía", donde el recordado, inmenso payaso, echaba de menos la isla de sus años mozos.
Sacó al escenario Lucrecia a su primer invitado, Tony Melero, a quien conoció hace meses cuando ella era componente de un jurado de artistas noveles, y él un participante. Resultó ser un afortunado descubrimiento, pues a su calidad vocal, en un dúo con ella del bolerazo de Armando Manzanero "Contigo aprendí", añadió más tarde su vis cómica en un esbozo de monólogos y en acertadas imitaciones de Manu Tenorio y sobre todo David Bisbal. La otra sorpresa de la velada fue Tamara, invitada al evento para interpretar un par de duetos, uno de ellos "Si nos dejan", el espléndido bolero-ranchera de José Alfredo Jiménez, que un día también Lucrecia cantara a dúo con la inolvidable Chavela Vargas. Momento en el que, tras una sonora sucesión de ovaciones del respetable, Lucrecia aprovechó para anunciarnos que en los próximos meses grabará un disco a dúo con la nieta de Rafael Farina, producido por Óscar Gómez. De boleros. Se hicieron muy amigas siendo jurados de un programa-concurso de TeleMadrid. El resto del concierto continuó con sabor cubano: "La noche de la iguana", composición de la propia Lucrecia, que formó parte de la banda sonora del filme candidato a los Óscar Balseros, que incorporó a su disco Prohibido. Siguió con una electrizante versión de "Guantanamera", que es canción folclórica imprescindible para todo cubano, con letras y estribillos muy variados, según quien la interpreta, con versos incorporados en su día de José Martí.
Si hemos de escribir una nota discrepante tiene que ver con el estreno de "Que baile el Papa", con letra de Pedro Ruiz, musicado por Paco Ortega. Rompió el conjunto del espectáculo, sin añadir nada reseñable, y no creo les vaya a aportar mucha gloria a quienes han participado en su creación. Por lo demás, el público, a requerimiento de la artista cubana, siguió en pie, con los brazos elevados en giros a diestra y siniestra, según sus indicaciones, compartiendo su sentido alegre de sus cantos. Porque Lucrecia posee, amén de una voz magnífica, una envidiable posesión del ritmo, la capacidad también para compartir con el respetable el aire de fiesta de cada actuación. Esa complicidad se vio correspondida con la petición de ¡otra, otra!, bis que ella complació con una hermosa versión de "Las hojas muertas", probablemente una de las más hermosas y a su vez melancólica melodía sentimental, que en su día diera a conocer Yves Montand. Y es que Lucrecia domina no sólo el son y el bolero. Hasta se recuerdan sus incursiones al techno pop.
Entre tanto, espera algún día volver a Cuba, sin que se haga por ahora demasiadas ilusiones tras las últimas noticias acerca de la política norteamericana respecto a la isla. Vive en Sitges desde hace doce años, y allí conoció a un catalán que le dio un hijo. Es muy feliz en España, donde ha desarrollado una fecunda carrera musical, como cantante, compositora, presentadora de un recordado programa infantil de televisión, Los Lunnis, y escritora de libros para los niños. Una artista muy querida, de contagioso humor y por supuesto extraordinaria voz.