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El concierto de Año Nuevo, un bello rito

Como cada año, iniciamos el 2015 contemplando por televisión el Concierto de Año Nuevo de Viena; contemplándolo y disfrutándolo, claro está.

Como cada año, iniciamos el 2015 contemplando por televisión el Concierto de Año Nuevo de Viena; contemplándolo y disfrutándolo, claro está. Es – podríamos decir – el hermoso rito iniciático con que saludamos al año que comienza, más allá de la ceremonia social de los ricos de todo el mundo que se pelean por estar allí (aunque no asistan a ningún otro concierto, quizá, en el resto del año) y de las habituales concesiones al "kitsch" televisivo.

La base de todo es una música bellísima, que, por mucho que la conozcamos, nunca nos aburrirá ni pasará de moda. La de los Strauss es música popular estilizada, de primera categoría, dentro de su género. Nos habla de un mundo ya desaparecido pero que sigue vivo, en la belleza de estas melodías. No es raro que compositores tan "serios" como Brahms o Mahler la admiraran; no en vano escribió el primero sus "Rapsodias húngaras", sobre motivos populares, y recreó el segundo bellísimos valsecitos, en medio de sus dramáticas sinfonías.

A este tipo de música cabe aplicar lo que decía Wanda Landowska y repetía Eugenio d’Ors: "No se sabe lo que hay detrás de un minué". En el arte auténtico, muchas veces, la aparente sencillez encubre honduras de belleza y emoción. Por eso, no es tan fácil interpretarla bien. Dicen los austriacos que sólo lo logran los vieneses: de nacimiento o de espíritu, deberíamos añadir. Hace falta mantener un ritmo tan cambiante con flexibilidad, sin rigidez; y, sobre todo, dejar "respirar" la música, no atropellarla con gratuitas aceleraciones.

Sala dorada del Musikverein

La Filarmónica de Viena es, sin duda, una de las grandes orquestas del mundo y, obviamente, lleva esta música en su corazón. Observando cómo disfrutan, interpretándola, tenemos la tentación de pensar que no necesitan director, que podrían tocarla solos: es lo que, en algunos momentos, suelen mostrar los grandes directores. También lo ha hecho, esta vez, Zubin Mehta, repartiendo copas de champán a la orquesta, mientras tocaba, y en la esperada propina final, la "Marcha Radetzky", que ha dirigido, casi toda, mirando al público, para organizar sus palmadas por secciones.

No ha habido novedad en el reportorio elegido, alternando la suave cadencia de los valses con la espectacular rapidez de polkas, marchas y gallops, que puede simbolizarse en uno de los títulos, "Perpetuum mobile" (concluído, como siempre, con las palabras del director: "Etcétera, etcétera"). Tampoco han faltado las bromas habituales, con el uso de instrumentos insólitos: carracas, pajaritos de cerámica y una "bomba" de confetis, accionada como final de una pieza ("Explosión") por el director. Ni, por desgracia, las postales turísticas vienesas y unos bailes que remiten a lo más "pasteloso" y cursi de la Viena de Sissi: no hacen ninguna falta para añadir interés televisivo al acontecimiento.

Orquesta Filarmónica de Viena bajo la dirección de Zubin Mehta

Ha vuelto a dirigir este Concierto, ocho años después, uno de los grandes maestros actuales, Zubin Mehta. (Algún experimento pasado no funcionó del todo). Desde que debutó en el Palacio de la Música madrileño, hace cerca de cuarenta años, ha tenido mucha relación con España: es amigo de doña Sofía, ha jugado un gran papel en el proyecto musical de Valencia... Se conserva en plena forma, cerca ya de los 80 años. Su gran virtud es el mando, la claridad, el rigor técnico. Con él, las orquestas se sienten muy seguras y transmite al público con fuerza los mensajes. Tratándose de Strauss y esta orquesta, no le hace falta emplearse a fondo, dirige muy "sobrado", deja reposar la mano izquierda, parece ir desplegando su lección sobre una pizarra... En términos futbolísticos, es como si Toni Kroos dibuja sus pases, sin esfuerzo, en un partido de exhibición.

El resultado es magnífico, desde luego. ¿Inmejorable? Eso sería decir demasiado. Todavía cabría añadir algo más de sutileza, de elegancia, de misterio. Es lo que hacía, para mí, como ninguno, Carlos Kleiber. (Sus valses del "Caballero de la Rosa" siguen siendo una cumbre); también, don Sergio Celibidache, Giulini... Recurramos otra vez al fútbol: Kroos es magnífico pero no es Zidane ni Laudrup.

Con este hermoso rito hemos iniciado el año 2015. Lo seguiremos cumpliendo, el año próximo, si Dios quiere.

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