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Los valses y polcas de Strauss

El concierto vienés de Año Nuevo: desayuno con diamantes

"La marcha de Radetzky" de Johann Strauss siempre es la pieza más aplaudida. La saga Strauss comenzó con el hijo de unos modestos posaderos.

"La marcha de Radetzky" de Johann Strauss siempre es la pieza más aplaudida. La saga Strauss comenzó con el hijo de unos modestos posaderos.
Johann Strauss I, 1835

Ningún espectáculo televisado –si hacemos caso omiso de algunas retransmisiones deportivas- goza de la amplísima audiencia del Concierto de Año Nuevo a cargo de la Filarmónica de Viena en su sede del Musikverein, inaugurada en 1870. Aunque el evento al que nos referimos se inició en 1939 hasta nuestros días, entonces sólo con trascendencia local hasta convertirse en universal. En sus comienzos, la propia Orquesta, curiosamente, desdeñaba los valses. Pero, algo más: muchos de sus componentes eran de ideología nazi, empezando por su director. Clemens Krauss, amigo de Göebels. Los de filiación judía fueron denunciados, allá por 1942. Una comisión convocada al efecto ha confirmado esas más que posibles sospechas, sosteniendo la relación de sus músicos con el régimen hitleriano. Política aparte, nadie puede discutir el fasto cultural que supone esta magna y popular celebración musical desde la capital austríaca, a base de un repertorio ya clásico de valses y polcas. La mayoría de ellas firmadas por un mismo apellido: Strauss. Una dinastía que empezó Johann Strauss I, hijo de unos modestos posaderos, en la primera mitad del siglo XIX, al que llamaron "el rey del vals". Aunque quien realmente dotó a ese ritmo de alcance internacional fue uno de sus tres hijos, también de igual nombre, apodado "El emperador del vals" para elevarlo de categoría respecto a su progenitor. En cambio, sus otros descendientes, gozaron de menor entidad: Josef, era de carácter retraído, tuvo poca producción musical y además, murió tempranamente; y Eduard, tenía talento, fue excelente violinista, pero le perdió su idiosincrasia, al ser muy engreído, envidioso y conflictivo. Así es que nos ocuparemos más de Johann II y de sus valses más conocidos. El más divulgado, con fecha de 1843, "El bello Danubio azul" (o "El Danubio azul"), encargo que recibió de la Sociedad Coral Masculina de Viena para bailarse sobre todo en ese tipo de fiestas. No lo compuso con ánimo de ensalzar el encanto fluvial, sino como símbolo del romanticismo vienés. De su primitiva condición coral pasó ser tema instrumental, un vals sinfónico que tantas veces se ha utilizado en las bandas sonoras de películas y en la apertura de los bailes aristocráticos o simples bodas.

De 1866 es "Bombones de Viena", que Johann Strauss II dedicó a la princesa Pauline de Metternich-Wineburg, esposa del embajador austríaco en París (hijo del que fuera legendario Canciller) llamada "La gran dama del II Imperio", en la Corte gala de Napoleón III. Luego, en 1868 nuestro inspirado autor, que gozaba de la amistad y admiración de sus colegas Brahms y Mahler dio en crear el vals posiblemente más poético de su repertorio: "Cuentos de los Bosques de Viena", con el que quiso evocar las bellas colinas que rodean la capital austríaca. Y sepan que el mismísimo Richard Wagner, de conocido endiablado genio y poco proclive a alabanzas ajenas, elogiaba el genio creador de Johann Strauss II, quien consideraba a "Vino, mujeres y canciones", como el mejor de sus valses, que se dio a conocer en 1869. Tanto le gustaba a Wagner que estando un día escuchando el concierto de una orquesta de aficionados, al sonar los primeros compases de tal vals, se dirigió al director y le arrebató la batuta, para continuar la interpretación bajo sus órdenes.

A partir de 1870 Johann Strauss II se dedicó más al teatro musical, dejando en sus operetas valses inolvidables: "El murciélago", "Rosas del sur", "El barón gitano"… En 1973 compuso "Sangre vienesa", en unos difíciles momentos económicos para el país, que sus compatriotas estimaron como una inyección de optimismo. Su larga lista de éxitos quedaría completada en 1888, con ocasión de festejarse el cuarenta aniversario de la coronación de Francisco José, al ofrendarle su majestuoso "Vals del Emperador".

Si la biografía artística de Johann Strauss II resulta impecable, en cambio su vida personal estuvo llena de episodios donjuanescos que enturbiaron su hogar. Enviudó de su primera esposa y la segunda le recetó la misma medicina que él había empleado con su cónyuge anterior: le fue infiel con un director de teatro. Tras divorciarse eligió a una joven con muchos menos años que él. Empeñado en casarse con ésta, hubo de renunciar para ello a su nacionalidad austro-húngara y a su fe católica. A día de hoy se le sigue recordando como el más fecundo compositor de la legendaria familia Strauss, aquel que en un solo día era capaz de crear un vals de exquisita belleza.

En cuando a su padre, sólo se le recuerda, en el plano musical, como autor de un vals que ha perdurado en el tiempo, "Ecos de Lorelei del Rhin" y desde luego por su archiconocida "Marcha de Radetzky", que dedicó a un sanguinario mariscal de campo, vencedor de los piamonteses y nacionalistas italianos. La compuso durante la revolución de 1848, lloviéndole después críticas políticas, acusándolo de reaccionario. La marcha cierra cada año el Concierto de Viena, entre los aplausos del respetable. Sólo un director, Claudio Abbado trató de interrumpir ese acompañamiento. Los espectadores no renuncian a esa tradición, batiendo palmas. En este próximo 1 de enero de 2015, con las entradas agotadas como siempre desde que se ponen a la venta, quien dirigirá la Filarmónica de Viena desde su podio del Musikverein será otro prestigioso maestro de la batuta: Zubin Mehta.

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