Joaquín Sabina, tras la enésima velada terrible de su vida, la del sábado, se ha redimido en un concierto sin flaquezas y con el cariño redoblado de su público. "En noches como hoy comprenderán que decir gracias es muy poco decir", dijo el músico en su primera intervención en su segundo concierto en Madrid, dentro de la gira 500 noches para una crisis y tras el ataque de pánico escénico que sufrió hace solo unos días por su "exceso de ganas de estar bien" ante su gente.
Esta vez no hubo espacio para la sorpresa: "Desoyendo negros presagios, lo que quisiéramos para ustedes es el mejor concierto de nuestra vida". Las más de 10.000 personas que cubrieron el aforo, vendido hace meses en un par de horas, lo recibieron en pie.
Ahí estaba Sabina, con los ojos vidriosos y emocionado, pero firme en su caminar hasta el centro de las tablas para abrir el show con "Yo me bajo en Atocha", un detalle con la ciudad de Madrid, antes de proseguir con "Ahora que", subrayando ese verso que dice "ahora que estoy más vivo de lo que estoy".
"Estos días he recibido tanta solidaridad y complicidades que me han conmovido hasta los huesos y las lágrimas; además, he cumplido esa fantasía que todos tenemos de saber qué haría la gente en el entierro de uno", dijo entre las risas del respetable.
Cambiaron más cosas, sobre todo a raíz del ictus que sufrió en 2001. "Dejé los bares de madrugada y empecé a dormir unas cuantas horas cada noche, porque este disco se hizo en noches insomnes y de forma muy intensa. Abandoné sustancias no recomendables, pero que dan mucha risa", recordó.
"Me fui con los poetas, porque entre los músicos corrían muchos las drogas, pero los poetas eran muy borrachos. Me desenamoré, me volví a enamorar y lo peor es que dejé de tocar las puertas de las Magdalenas", añadió como introducción a ese tema que escribió con música de Pablo Milanés sobre "la más señora de las putas, la más puta de las señoras".
Entre el público, Joan Manuel Serrat, Víctor Manuel, Ana Belén y Jorge Drexler, de los que "no ha parado de aprender", aunque el que le cambió la vida, recordó, fue Bob Dylan, al que dedicó una "versión libre" de "It ain't me baby", titulada "Ese no soy yo".
Esta vez si hubo tiempo para bises con "Tan joven y tan viejo", el mensaje conciliador supraterritorial de "Máter España", "Aves de paso", la romántica "Contigo" y las festivas "Pastillas para no soñar" y "La canción de los (buenos) borrachos", hasta alcanzar las dos horas de duración y otra media de sana propina que el sábado no pudo conceder.