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Con un disco y actuaciones

La vuelta de Patxi Andión

Se edita una grabación curiosa de Patxi Andión, procedentes de la primera grabación en directo de toda su discografía.

Se edita una grabación curiosa de Patxi Andión, procedentes de la primera grabación en directo de toda su discografía.
Portada del disco Evita

Se acaba de editar el disco Cuatro días de mayo con la voz de Patxi Andión, uno de los veteranos cantautores de la España de finales de los 60 y gran parte de los 70. Es una grabación curiosa, pues responde a unas actuaciones que hizo hace cuatro años en Portugal, la primera en directo de su abundante discografía, compuesta por veinte volúmenes. "Fueron conciertos inolvidables en un país que considero propio y entre cuya gente me considero uno más. Me costó lo mío, porque las dos primeras veces que fui a cantar allí, en 1969, fui detenido por la siniestra PIDE (Policía Internacional y de Defensa del Estado) y depositado en la frontera con lo puesto".

Dieciséis son los títulos aquí registrados que corresponden en su mayoría a la primera etapa de su carrera, comenzando por el de su debut discográfico en 1969, con el que tanto interés despertó: La Jacinta. Continuando con Samaritana, Una, dos y tres, Padre, El maestro (la canción más prohibida de su carrera)…, así hasta números ya de la década de los 80, como Canela pura, con sabor caribeño, Amor primero, Veinte aniversario… Es un recopilatorio brillante pues lleva arreglos diferentes, con toques de jazz, y un sonido más acorde con los nuevos tiempos.

La voz de Patxi Andión, que creíamos ya desaparecida, no ha perdido ese acento cercano, intimista de ayer. Voz rota la suya, como salida de una cueva del París de mayo de 1968, cuya revolución vivió en directo. Tan recia como si acabara de tomarse en ayunas una copa de cazalla. Poeta maldito de la calle transmitiéndonos historias de seres marginales, putas y gentes desvalidas. Retratista urbano de miserias e injusticias. También irónico como cuando nos hizo aquel boceto musical del Rastro madrileño (donde aún mantiene un apartamento, en la Ribera de Curtidores) entre pícaros, chamarileros, anticuarios y buscadores perpetuos de gangas en busca de un "chollo" con la vana pretensión de engatusar al que vende, cuando volverán a casa, engañados, acariciando un pequeño botín. Luminosa y divertida metáfora, como la vida misma.

Patxi Andión siempre mantuvo que es más escritor que cantante, y así se advierte en los textos de sus canciones, por no referirnos a su bibliografía, como autor de libros de relatos, poemas, novelas de tinte policíaco y hasta ensayos cinegéticos, pues es amante de la caza y hasta pertenece a varias instituciones deportivas de esa especialidad. Nació en Madrid circunstancialmente el 6 de octubre de 1947, y fue llevado a tierras vascas con diecisiete días de vida, considerándose siempre de ese lugar de sus antepasados, en cuya lengua ha interpretado muy hermosas baladas como Gitarra zahartxo bat, que ha recogido en esta última producción discográfica.

Neófito rockero en sus años adolescentes abrazó pronto un nuevo tipo de canción, mediados los años 60, hasta entonces desconocida en España, muy influenciado por el estilo de los Georges Brassens, Edith Piaf, Juliette Greco y sobre todo Jacques Brel, al que llegó a conocer personalmente en un tugurio parisiense, La Candelaria, donde nuestro compatriota se ganaba la vida entonando canciones con su guitarra todas las noches, por el equivalente a trescientas pesetas, dos euros de ahora. Lo creyó un simple bohemio borrachín: "A mí me gusta mucho Brel. ¿Y a ti?". Entre vahídos, dejando traslucir su amplia dentadura, el desconocido le respondió: "Yo soy Jacques Brel". Acabaron la noche, ya madrugada, apurando más copas en el domicilio del genial creador de Ne me quitte pas.

Patxi me decía una vez: "Yo he sido un lobo estepario toda la vida, que he vivido mal y pasado mucha hambre". Se desquitaría con el paso de los años para disfrutar ahora de una cómoda posición, mientras al levantarse todos los días ve desde su confortable vivienda el Palacio Real. Y del ayer recuerda la bruma de sus primeros tiempos de cantautor en Madrid, compartiendo amistad con Luis Eduardo Aute y "haciendo de negro" para Mari Trini, que le grabó algunas composiciones. Hasta que voló con voz propia y se convirtió en una especie de mito para la progresía cuando la censura maltrataba sus letras y él se las apañaba para cantar Rogelio, Esteban y otros temas prohibidos o con estrofas mutiladas. Así se labró una biografía de maldito que, si también cantaba al amor, no lo era a través de palabras convencionales, cursis y azucaradas. "Mis historias hablaban del país de entonces, de nosotros mismos…". Eran tiempos de esperanza mientras el Régimen iba agonizando poco a poco.

Es curioso, aunque no le pasó sólo a él: cuando ya se instaló la democracia, su voz, su repertorio, fueron diluyéndose, aunque él se mantuvo en candelero al menos hasta el decenio de los 90, etapa en la que fue el Ché Guevara de Evita e intervino como actor en una quincena de películas y series de televisión. Nunca dejó de escribir. Se licenció en Sociología e impartió clases como profesor en la Universidad Complutense de Madrid.

Hacía tiempo que perdí su pista, hasta recibir estos días el mentado disco portugués de Cuatro días de mayo, al que seguirá pronto otro con nuevas canciones. Creíamos que estaba retirado, mas resulta que ha seguido cantando en los últimos tiempos, sólo que sin promoción publicitaria alguna. Da clases para alumnos universitarios, martes y jueves, en Cuenca, donde es Director del Departamento de Arte. Y en febrero próximo baraja las fechas en las que reaparecerá en Madrid en el Centro Cultural Fernando Fernán-Gómez. Con él muchos españoles idealizaron sus mensajes comprometidos, que luego fue atemperando. Nos hizo pensar, sentirnos más solidarios, con unas canciones que buscaban un tiempo de esperanza, de libertad.

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