Vive María Dolores Pradera sumida entre agridulces recuerdos en su confortable, coqueto piso madrileño de la calle de Orense, decorado con muchos cuadros de importantes firmas. Si no fuera por algunos alifafes, consecuencia de su edad –cumplió 90 años en agosto- estaría de un lado para otro, envuelta en una nueva gira musical. Nos tememos que eso ya no será posible. Sí que nos podemos deleitar con un doble Cd que acaba de aparecer, titulado "Orígenes" donde se registran sus primeras cincuenta canciones, del más de medio millar que lleva grabadas, correspondientes al periodo comprendido entre 1954 y 1957.
La afición a cantar de María Dolores Fernández Pradera, tercera de una familia de cuatro hijos encabezada por un empresario asturiano, le viene desde niña. Pasó unos años de su infancia en Chile, donde su padre tenía intereses comerciales. De entonces retiene en la memoria no pocas melodías folclóricas sudamericanas. Su debut cinematográfico, en papeles de figurante, se produjo en los primeros años 40. Y aunque llegó a protagonizar pronto algunas películas (Altar Mayor, Inés de Castro) fue en el teatro donde desarrolló su carrera artística, hasta su definitiva retirada en 1975 con la comedia de Bernard Shaw "Cándida".
Ya entonces se encontraba fatigada de las dos funciones diarias y, como por otra parte su faceta de cantante estaba muy bien recompensada, optó por continuarla. Su primera actuación profesional como cantante se produjo el año 1952 en una sala llamada "Alazán", situada en el madrileño paseo de la Castellana, cerca de la Biblioteca Nacional. El contrato se lo proporcionó su buena amiga, ya fallecida, la actriz Josita Hernán. ¿Alguien la recuerda en La tonta del bote?
Como quiera que, en reuniones de amigos, María Dolores se prodigaba interpretándoles populares canciones hispanoamericanas, fue animada por todos ellos a dar aquel paso. El empresario quedó encantado y le instó a que continuara actuando. Le era rentable porque importantes gentes de la farándula acudían a menudo a aplaudir a su compañera. El lugar se había convertido en cita de intelectuales, de personajes de la vida social también, de estrellas como Ava Gardner, que vivía por entonces en Madrid, enamorada de Luis Miguel Dominguín. En ese ambiente surgió musicalmente María Dolores Pradera, que alternaba en su repertorio con boleros, algunas coplas andaluzas, rancheras…
Fue una época feliz, casada con Fernando Fernán-Gómez, con quien tuvo dos hijos, unión rota en 1959. Sin abandonar sus funciones en la escena, ella siguió cantando, aunque no de manera continuada. Su primer disco está fechado en 1954, pertenece al sello Columbia y contiene un par de temas que figuraron en la banda sonora de la película "Todo es posible en Granada", bien entendido que en la cara "b" aparecía un número instrumental. En la "a" es donde se escuchaba la primera canción que grabó en su vida, el bolero con letra de José Luis Sáenz de Heredia musicado por el celebrado maestro Ernesto Hallfter (el que concluyó "La Atlántida", de Falla) "Alhambra y tú". Es la que abre este doble Cd que nos ocupa, al que siguen, en el medio centenar reunido, títulos de Agustín Lara ("Noche de ronda", "El organillero"); Cuco Sánchez ("Guitarras, lloren guitarras", "Grítenme piedras del campo", "Fallaste corazón"); Frank Domínguez ("Tú me acostumbraste"); Fernando García Morcillo ("María Dolores"); Carmelo Larrea ("Dos cruces"); José Alfredo Jiménez ("Pa todo el año", "La noche de mi mal")… Y junto a boleros ya olvidados o desconocidos por los seguidores de María Dolores, se encuentran coplas como "No me digas que no", de León y Quiroga, los pasodobles "Islas Canarias", del maestro Tarridas, "Luna de España", de Fernando Moraleda…
También su archiconocida versión de "El rosario de mi madre", de Mario Cavagnaro y. cómo no, dos piezas fundamentales que siempre llevó en su repertorio, creaciones de su inolvidable amiga Chabuca Granda: "La flor de la canela" y "Fina estampa". Buena parte de estas cincuenta canciones reunidas llevan acompañamiento orquestal y otras ya pertenecen a la época en la que fue acompañada con sus guitarras por Los Gemelos. Fue a partir de los primeros años 60. Los hermanos Santi y Julián López Hernández, arquitecto uno, matemático el otro, habían pertenecido a una Tuna en su etapa universitaria; luego, terminadas sus carreras, fueron contratados por Nati Mistral, quien me haría esta confidencia: "María Dolores Pradera me los quitó". Y, en efecto, con ella estarían más de treinta años, hasta que la muerte de Santiago, en 1993, deshizo tan fructífera colaboración. Realmente la aportación de los dos instrumentistas a la voz de la cantante fue muy importante, consiguiendo un sonido característico, un estilo en definitiva, que ha marcado la carrera musical hasta nuestros días de la que es considerada "La gran dama de la canción". El reconocido periodista especializado en temas musicales, José Ramón Pardo, alaba de ella "su perfecta afinación, su expresiva dicción, su talento interpretativo…".
María Dolores Pradera ha recibido una treintena de discos de oro en razón a la ingente cantidad de grabaciones vendidas. Y un Grammy latino. Es tan adorada en la América hispana como en España, donde tres generaciones respetan su figura. Joven siempre de espíritu, ha interpretado duetos con buen número de artistas, que la veneran, desde Raphael a Joaquín Sabina, pasando por Vitor Manuel, Aute, Sergio Dalma, Rosana, Dani Martín y un largo etcétera. Puede que sea la cantante española que más dúos ha registrado en disco. Lástima, nos tememos, que su delicada salud le impida subirse ya a un escenario. Pero siempre nos quedarán discos como el aparecido estos días, con la voz fresca de sus primeros años. Una joya.