Paquita Rico, la cara más bonita del cine español
Ha dejado Madrid y vuelto a su tierra, donde ve plácidamente pasar los días.
Nos gusta recordar a quienes nos hicieron felices con sus películas, sus canciones, en un país como el nuestro tan propenso al olvido de quienes no están "en la pomada", en "el candelabro", que dijo aquella Miss madrileña. Como Paquita Rico, quien este lunes, 13 de octubre cumple ochenta y cinco años en su casa de Triana, barrio sevillano donde vino al mundo el 13 de octubre de 1929. En el seno de una modesta familia en la que el padre se ganaba la vida vendiendo por las calles cucuruchos de marisco barato. Su hija, andando el tiempo, se convertiría en una de nuestras más grandes artistas folclóricas.
Supo Francisca Rico Martínez, nuestra protagonista, lo que era "dar el callo" desde temprana edad para ayudar a los suyos. Así es que, con diez años, hacía de niñera en su vecindad, a cambio de dos reales. Lo que pasa es que, cuando escuchaba las notas de un pianillo se iba derecho a él para aprenderse alguna copla y cantarla luego en fiestas y bautizos. También se ganó algunas perrillas como ayudante en una peluquería. Tras pasar por una academia de cante y baile regentada por Adelita Domingo se dio a conocer en un concurso radiofónico, anunciada como "La Trianera de Bronce". Un cazatalentos de la época, José Brageli, la llevó a la compañía del gran Pepe Pinto. Eran mediados los años 40 y a Paquita le pagaban diez duros diarios por hacer "de telonera": la primera que salía ante el público en el espectáculo. Lo mismo que percibía, pero a la semana, peinando a las señoras.
A su madre le pareció bien que se dedicara al folclore, mas como no se fiaba del ambiente, la acompañaba en sus giras. La "carabina", quien vigilaba que ningún "moscón" importunara a la niña. Pasaron calamidades, cenando un bocadillo de chorizo muchas noches que transcurrieron para ellas al raso; es decir, durmiendo al aire libre en alguna terraza de verano. Llegó el día en el que Paquita se largó a Madrid, viviendo de realquilada en el piso que tenía con sus padres su buena amiga y paisana Carmen Sevilla, cerca de la Gran Vía. Y así pasaron unos años hasta que en 1950 protagonizó la película Debla, la virgen gitana, con el galán de la postguerra Alfredo Mayo, que la consagró popularmente. La película fue al Festival de Cannes. Alguna jovencita coplera y algún indocumentado comentarista han dicho que allí la sevillana ganó el premio "a la mejor actriz", rivalizando nada menos que con Bette Davis, que competía en el certamen con Eva al desnudo. La verdad es que a Paquita Rico, en correspondencia a su simpatía y a que la delegación española invitó a muchos miembros del Festival a una generosa fiesta a base de paella, jamón y vino de Rioja, le dieron un trofeo "a la popularidad".
Nada de ello resta importancia a su espléndido trabajo dramático, pues sépase que no sólo fue en el cine una intérprete de coplas folclóricas, sino una muy estimable actriz, que intervino en treinta y dos películas. Algunas de ellas muy dignas, a partir de 1950 hasta 1983, como Luna de sangre, Viva lo imposible, La Tirana, La viudita naviera… Pero ninguna, en cuanto a popularidad se refiere, como la que se estrenó en 1958, ¿Dónde vas, Alfonso XII?, edulcorado argumento en el que incorporó a la joven y desdichada María de las Mercedes de Borbón, que a los cinco meses de su reinado falleció víctima de unas fiebres tifoideas. Allí tuvo como estupenda pareja al recordado galán Vicente Parra. Es una de las películas que más veces se han venido difundiendo hasta nuestros días por las televisiones. Erróneamente se cree que el popular romance de León y Quiroga , que ella cantó tantas veces, figuraba en dicho filme, lo que es inexacto. La verdad es que lo estrenó en los años 40, sin éxito, la cantaora Conchita Martínez, luego lo grabó con mayor fortuna Concha Piquer y en la década de los 60 lo rentabilizó Paquita Rico.
A sus felices incursiones cinematográficas hay que agregar otras en la escena. Aparte de sus comparecencias folclóricas, destacamos su extraordinaria interpretación en el papel central de Bodas de sangre, drama que se representó en 1962 en el madrileño teatro Bellas Artes a las órdenes de José Tamayo. Paquita recibió previamente las clases y consejos de la veterana Cándida Losada. Con ello queremos hacer hincapié que no fue sólo una estrella de la copla, sino una actriz loable en el drama y en la comedia. Mérito grande para quien apenas fue a la escuela y fue labrándose una cultura, conforme iba desarrollando su carrera de cantaora.
La vida le deparó éxitos, pero asimismo momentos duros, amargos. El 9 de mayo de 1960 se casó civilmente en Bogotá con el torero Juan Ordóñez, hijo del "Niño de la Palma", hermano de Antonio, el gran matador. No había tenido suerte aquél como novillero y acabó en un escalafón inferior, el de peón. Fuera porque no ganaba mucho, (porque Paquita sí que llevaba al hogar más dinero), tal vez a causa de una depresión que lo llevó al juego y la bebida, el caso es que, cinco años después de la boda, ingirió unos barbitúricos que le ocasionaron la muerte. No olvidaré nunca aquella tarde en su piso madrileño de la calle de Gutiérrez Solana, a espaldas del estadio Bernabéu, cuando Paquita Rico me mostró la carta que le había dejado su marido antes de suicidarse. Una cuartilla estrujada, escrita a mano, cuyos caracteres tenían signos de ir desdibujándose por culpa de las lágrimas de la viuda, cada vez que releía el macabro texto, cuyo contenido me comprometí a no revelar. Paquita era cercana con sus amigos, les hacía partícipe de sus penas y alegrías. Recuerdo una tarde en la que había quedado para entrevistarla, y terminamos cenando en la cocina, ella con bata de estar en casa. Así se comportaba en la intimidad una gran estrella de nuestro cine, la de la cara más bonita, "La Venus trianera", como la llamó Terenci Moix. A Juan Ordóñez no lo olvidó jamás, aunque en 1968 se casara con un importador de plátanos, el canario Guillermo Arocha, que falleció en 2002.
Paquita Rico decidió retirarse conforme acababa el siglo XX. Lo hizo de manera discreta. Hace pocos años dejó su piso madrileño y volvió a su tierra. Sale poco de casa y ve plácidamente pasar los días, envuelta en los más bellos recuerdos de su glorioso pasado.
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