No todos los cantautores españoles de mediada la década de los 60 pueden celebrar la efeméride de permanecer en activo nada menos que cincuenta años. Víctor Manuel, sí, afortunadamente. El próximo 12 de septiembre conmemorará ese acontecimiento en una gala muy especial, en su tierra, en Oviedo, en el transcurso de la fiestas de San Mateo. El evento se anuncia con la leyenda "50 años no es nada". La misma que le ha servido, meses atrás, para algunas de sus actuaciones. Mas, insistimos, ésta es muy especial pues a ella ha invitado a dieciséis colegas y amigos, con los que piensa cantar a dúo algunas de sus más conocidas composiciones. Está previsto, por ejemplo, que entone "El abuelo Vítor" junto a Joan Manuel Serrat, "Asturias", al lado de Miguel Poveda, y así una selección de lo mejor y más popular de su repertorio, mano a mano con Miguel Ríos, Miguel Bosé, Pablo Milanés, L.E. Aute, Pedro Guerra, Sole Giménez, Rosendo, Ismael Serrano, Hevia, Estopa… "Se ha caído del cartel", utilizando un símil taurino, Joaquín Sabina, en principio invitado, quien ha decidido no tomar parte, a pesar de la amistad que le une con el homenajeado. Su disculpa es la de que tiene otro compromiso.
Conociéndolo, sospechamos que no se sentiría cómodo en medio de tanta gente, cuando no es el protagonista. Naturalmente, habrá llenazo; las entradas están vendidas desde hace semanas. Tamaña concentración de artistas de primera fila no sucede todos los días. Y como es natural quien más cerca estará del cantautor asturiano será su mujer, Ana Belén, con la que el pasado 13 de junio festejó cuarenta y dos años de matrimonio. Se casaron civilmente en Gibraltar; tienen dos hijos, David, que ha seguido las huellas musicales de sus progenitores: canta y compone, y Marina, actriz.
Víctor Manuel es un hombre muy querido en la profesión. Sobre todo, por su talante, su bonhomía. Es calmado, respetuoso y nunca se ha visto envuelto en embrollos causados por él. Aquel lío de México con un espectáculo titulado "Ravos", así con uve, que representó con su esposa poco después de su boda, donde alguien los acusó, sin probarlo, de quemar una bandera española, les supuso un serio varapalo. Boicotearon sus conciertos, de regreso a España; se montó una campaña en contra de la pareja. Cuando nos consta fue el bulo de un desaprensivo que quiso hacerles daño.
Conocí a Víctor Manuel San José Sánchez, que en el pasado julio cumplió sesenta y siete años, a poco de su llegada a Madrid. Procedía de su Mieres natal. Vivía en casa de unos parientes en el barrio de Chamberí. Estudió tres años de solfeo y dos de piano. Solíamos vernos en una cafetería semiesquina a la Gran Vía, concurrida de periodistas y cantantes, en donde lo sorprendí más de una tarde en compañía de la locutora Marisa Medina, con la que vivió una romántica relación. El "guaje" no tenía repertorio propio y solía imitar a Joselito; hasta participó en un fin de fiesta en el circo de Price, en un homenaje a Antonio Molina. Por entonces, año 1964 (es decir, hace cincuenta años, los que ahora va a conmemorar) tomó parte en un festival celebrado en el Palacio de los Deportes, presidido por el Ministro Secretario General del Movimiento, José Solís Ruiz, para celebrar los llamados XXV Años de Paz. Y lo que interpretó Víctor Manuel fue una canción hagiográfica, "Ese hombre", dedicada a Francisco Franco. En los años de la Transición, cuando el asturiano militaba en el PCE, se le recordó aquel pasado. Y aún en los últimos tiempos, aquel disco que hubiera querido olvidar, comenzó a divulgarse, vía YouTube.
La vena popular como compositor de Víctor Manuel se manifestó en 1969. Pertenecía a la casa Belter, con la que había grabado unas canciones, que no salían al mercado. Cuando estaba a punto de vencer el contrato la discográfica no tuvo más remedio que lanzar un "sencillo" con "El mendigo" y "La romería". La segunda se convirtió en un inesperado éxito y alcanzó el número 1 de las listas, lo que dada la lógica euforia de los ejecutivos de Belter, subidos en el carro de la oportunidad, posibilitó la aparición de un segundo con "El abuelo Vítor" y "Paxarinos", donde el novel cantautor revalidó su triunfo, ya considerado un meritorio creador de canciones costumbristas de su terruño.
La primera de las dos últimas citadas era un emotivo retrato de su abuelo que, de tanto trabajar en la mina acabaría siendo víctima de la silicosis. Víctor Manuel fue ya, en la década de los 70, compositor de una tendencia diferente, con argumentos socio-políticos. Si bien alguna vez cayó en el vicio del panfleto, justo es reconocerle méritos indiscutibles en temas tales como "Quiero abrazarte tanto", "Tengo cansada el alma", "Madre Coraje"… Problemas con la censura, tuvo muchos: el más sonado por su "Carta de un minero a Manuel Llaneza", basada en la historia de un líder sindical minero asturiano. Con "El cobarde", a punto estuvo de ser juzgado por un tribunal militar.
De las baladas sentimentales, que aún componía por entonces, destacó "Carmina", que dedicó a una antigua novia, hija de un arquitecto ovetense, donde contaba sus propias cuitas amorosas; la prohibición de la familia de ella para casarse "porque yo "nun" tengo na". Más adelante la musa de su vida sería ya Ana Belén, a quien regaló una preciosa "Canción para Pilar". La actriz, sabido es responde al nombre de Pilar Cuesta.
En el umbral de la democracia, Víctor Manuel sufrió un periodo difícil: no vendía discos, parecía acabado, sin inspiración. Por fortuna, en 1978 le llegó su resurrección artística con el álbum "Soy un corazón tendido al sol" y un número en concreto de gran calidad, el de dos seres desgraciados de un Psiquiátrico que se quieren: "Sólo pienso en ti". Desde entonces, con inevitables altibajos, fue apuntalando su carrera, logrando en 1986 junto a Ana Belén un título ya fetiche en su repertorio: "La Puerta de Alcalá", con su archiconocido estribillo "¡Mírala, mírala…!", no compuesto por él, sino por el grupo pop-rock Suburbano.
A día de hoy Víctor Manuel es reconocido como autor de una obra compacta y abundante, más que por su limitada capacidad interpretativa, reconocida por él mismo ante mí: "Sé que no sé cantar como otros, que nunca podría interpretar sino cosas mías, con mi estilo…". Porque es honrado, sincero. Nos alegramos de ese próximo homenaje en Oviedo.