Dos meses y medio después de la desaparición de Paco de Lucía sale a la calle su disco póstumo, Canción andaluza, en el que estuvo trabajando hasta prácticamente el día de su inesperada muerte en una playa cercana a Cancún, donde había asentado su residencia. Tenía otras propiedades en España (Toledo, Mallorca), pero buscando un lugar tranquilo, ideal para su forma de vida, el ambiente sosegado que necesitaba para componer, eligió aquel entorno mexicano. Ello no le quitaba inspiración alguna para crear hermosas piezas de inequívoco sabor andaluz, porque llevaba a su tierra permanente en el recuerdo. Y en su corazón.
Así, defensor a ultranza siempre de nuestra cultura, dispuso en sus últimos meses de vida grabar un disco de coplas. No iba a ser el primero, pues como ya escribimos en su día anunciándoles a ustedes ese disco, ya registró tres álbumes de ese género entre 1965 y 1967. Canción andaluza contiene ocho piezas, que salvo una de Juan Solano (Señorita) pertenecen al más grande y popular de los compositores, Manuel Quiroga. Me decía un día aquél, lo que le comentó el segundo: "Tú, Juan, eres un gran músico, posiblemente mejor que uno, pero el que ha traído la gallina de huevos de la copla… he sido yo". ¿Quién podría arrebatarle al maestro sevillano ese cetro habiendo creando la mejor de todas las coplas, Ojos verdes?
En la guitarra de Paco de Lucía cobra una hondura singular. Harto sabido es que Concha Piquer, por un lado y, por otro, Miguel de Molina, la elevaron a auténtica joya popular. No lo es menos aquella María de la O que, aunque no estrenada por ella, popularizó Estrellita Castro antes de la guerra civil. El guitarrista algecireño adapta sus notas con aires primero de tango, luego de bulería. Belleza y armonía derramadas entre los dedos del mayor genio de la guitarra flamenca de nuestro tiempo. No olvidamos cuando Sabicas y Melchor de Marchena acompañaron en sus espectáculos teatrales a esas y otras grandes figuras. Porque casi toda la producción coplera se conoce discográficamente en versiones orquestales. Por eso resulta insólito y valioso que Paco de Lucía haya querido rescatar con su instrumento este ramillete de canciones sureñas.
Le siguen Romance de valentía, pasodoble que "la Piquer" bordaba en su último espectáculo, de 1957, a punto ya de retirarse. Paco incluyó sonidos de castañuelas en su purísima versión, fiel siempre a la partitura de Quiroga. Le sigue una zambra memorable, "Te he de querer mientras viva", que estrenó, sin suerte, Carmen Flores, en 1959. No contando ésta con casa de discos, se le adelantó Marifé de Triana, que le dio un rápido pasaporte de difusión en la radio de la época. Cuando ya, por cierto, las coplas iban perdiendo pujanza. En esta recreación, Paco de Lucía contó con la voz privilegiada de Estrella Morente. Su versión es menos arrebatada que las creaciones de las dos artistas antes mencionadas; ello no le resta sentimiento alguno. Esta era la primera vez que instrumentista y cantante se reunían. ¡Y qué pena haya sido la última…!
Después, La chiquita piconera, que Concha Piquer estrenó en 1942 evocando en la letra de Rafael de León a una de las habituales modelos del pintor más cantado en coplas, el seductor cordobés Julio Romero de Torres. Y Paco de Lucía de nuevo contando con la otra voz del disco, el levantino Parrita, en "Zambra gitana", título que no existe en la producción de Quiroga, pero que sí reúne tres fragmentos de otras tantas coplas del maestro: "Romance de Juan Osuna" y "Manuela". Este cantaor, que tanto admiraba Paco y por ello lo incluyó en Canción andaluza, suena "a Manolo Caracol", sin imitarlo, desde luego. Recoge la profundidad del cante de aquel monstruo del jondo.
Quiroga por bulerías es otro homenaje de Paco de Lucía al ilustre compositor, al que comparaba a la altura de Falla y Turina, naturalmente no en su faceta sinfónica sino por su eco popular recogiendo la esencia de las legendarias tonadillas, los cantes de corralas o los cafés cantantes del siglo XIX. Suenan en ese número trozos de Lola la piconera, La Ruiseñora, Candelaria la del Puerto, aquellas coplas que nos cantaron Juanita Reina y Concha Piquer, las dos más grandes del género. Cierra el disco el ya mentado al principio tema del extremeño Juan Solano: Señorita. Fue estreno de un honrado Enrique Montoya, tal vez no justamente valorado en su tiempo, que bastantes años más tarde incluyó en su repertorio Isabel Pantoja.
Paco de Lucía, pudoroso siempre en su carrera, como un divertimento, un guiño, nos regala unos segundos de su propia voz, en este broche de oro a su disco póstumo. Posiblemente había planeado completarlo con cuatro piezas más hasta llegar a la docena, que suele ser lo habitual. Pero las ocho que se incluyen en Canción andaluza son ya testamento imprescindible para quienes deseen rendir su último tributo de admiración al gran maestro de la guitarra. Al que el Ayuntamiento de Algeciras, su ciudad natal, quiere seguir manteniendo presente su memoria, con una ruta de los lugares donde vino al mundo, donde se crió y vivió su infancia y adolescencia, señalada como invitación a los turistas que visiten la ciudad gaditana.