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Antonio Vega: entre el genio y la heroína

La película de Paloma Concejero, retrata a un hombre familiar, tímido, sensible, yonki, pero también a un artista sobresaliente, lúcido e irrepetible.

Una guitarra cubierta de nieve que se derrumba, un grupo de caballos corriendo por un prado, una cuchara con química tóxica. Son algunas de las imágenes que ha elegido la periodista Paloma Concejero para ilustrar el lado drogodependiente de Antonio Vega en la película documental Antonio Vega. Tu voz entre otras mil, un retrato cinematográfico de un hombre familiar, curioso, tímido, sensible, yonki, pero también de un artista sobresaliente, lúcido e irrepetible.

Lamentan algunos familiares que Antonio Vega. Tu voz entre otras mil, es el retrato de un toxicómano, no de un músico. La película, lo que se dice una hagiografía, no es. Según el relato de Concejero, la trayectoria vital/musical de Antonio Vega no puede entenderse, desde un punto en su biografía, sin sus adicciones, especialmente, a la heroína. ¿Es morbosa la cinta? Tampoco es eso, aunque sí hay una parte que apesta a programa del corazón en exceso. A la discusión entre el actor Will More y su hermana Carmen Colmenares-Navascúes, exnovia del cantante, sobre quién inició a Antonio Vega en la droga le sobra morbo.

Podríamos decir que la primera parte del documental se centra en la infancia y juventud de Antonio Vega, un niño inquieto al que un psiquiatra tildó de "muy conflictivo" por tener un cociente intelectual de 130, un tirillas que actuó por primera vez con 14 años en el Liceo francés, dejando mudo a un auditorio que se dio cuenta de la madera que tenía delante. Años después, en la mili, Antonio recibió incluso una medalla por ser un gran tirador, compuso la "Chica de ayer" -de Elena Valenciano no se dice nada, por cierto-, la primera canción verdaderamente suya.

La segunda parte retrata la génesis y la demolición de Nacha Pop -todo ello regado con los testimonios de los exmiembros del grupo-, su amor con Teresa Lloret, su introducción en el mundo de las drogas. Quizás sea esta la parte más, permítaseme la expresión, 'biográficamente musical' de la película, contándose con nitidez, por ejemplo, los inicios como teloneros de los Siouxsie Sioux, las crisis de ego entre los componentes de la banda, los desmentidos de la disolución y, finalmente, el "esto es todo, amigos".

El último tercio del film transita por la carrera en solitario del músico, y quizá sea aquí donde más se muestre al Antonio Vega yonki, que dejaba la heroína -"un lince" que le servía para estar "creando, creando, creando..."-, volvía a retomarla, y de nuevo la dejaba, y así. Dice su exmujer, Teresa Lloret, que lo abandonó definitivamente "por instinto de supervivencia". Aparece Antonio enfadado en un escenario, bebiendo cerveza, una admiradora le grita "borracho", él responde "tururú". Desmiente que sea un enfermo de Sida y que esté "en fase terminal de ninguna clase". Y después, el romance con Marga, compañera de amor, colocones y desintoxicación, muerta tras una encefalitis bacteriana. Fallecida la amante, Antonio se recluye, padece tuberculosis, y aunque consideraba el suicidio como "lo peor", porque la misión de cada uno "es llevar la vida contigo", entonces sí que estaba dispuesto "a irse por el sumidero".

La música salva a Antonio. Recuerdan sus músicos que, en su última etapa, no paraba de hacer cosas nuevas. Entonces, el cáncer ataca y acaba con su vida. Suena "Lucha de gigantes" y su madre, la entrañable Mariluz Tallés -imposible no encariñarse con la señora durante el film-, recuerda las últimas palabras que le dijo Antonio: "Te quiero mucho". Y tras esto, estrellas, planetas, el universo: eso que le inspiró una de sus obras maestras, "El sitio de mi recreo".

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