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Cuando la mafia quiso contratar a Tito Mora

El cantante falleció este lunes tras una larga enfermedad pulmonar.

Tito Mora | Efe.

Tito Mora nos ha dejado en este funesto 2013, que tantas vidas se ha cobrado en el mundo del espectáculo. Escribir un obituario sobre un buen amigo es un difícil ejercicio profesional. La última vez que nos vimos en su piso madrileño del barrio de Chamberí, donde vivía en soledad, me habló de sus problemas de salud. Se cansaba, después de su paseo matinal por los alrededores de la calle de Miguel Ángel. Pero nunca le abandonaba su buen carácter, afable, optimista. Hacía tiempo que no cantaba, aunque su maravillosa, potente voz, la conservaba en perfecto estado. "A ver si hacemos algo juntos, en la radio... En tiempos pretéritos, cuando los contratos no le eran propicios, se ganaba la vida con un catálogo de joyas. Nunca le fallaba el ánimo, la esperanza, guardándose para sí las penas de su quebradizo estado físico, y aceptando que la gran popularidad que había gozado en los primeros años 60 ya era cosa de la nostalgia. Del pasado que, tristemente, nunca vuelve.

Él creció en un ambiente familiar presidido por la música. Su padre fue barítono. Dos de sus hermanas triunfaron, en facetas artísticas diferentes. Ana María Olaria destacó como tiple ligera en la ópera y la zarzuela, carrera que abandonó al casarse con un médico. La otra hermana, Amparo de Lerma, fue una conocida vedette de revista. Cuando Carlos García Romero, que así se llamaba, irrumpió en el campo de la entonces llamada música moderna, en los primeros años 60, un afamado locutor, el chileno Raúl Matas, el animador del programa Discomanía, lo bautizó como Tito Mora. El autor de la conocida melodía "La novia", Joaquín Prieto, fue quien lo recomendó a la casa RCA, donde comenzaría su espectacular escalada musical, en la época en que se iniciaba un nuevo tipo de música, teniendo por colegas y rivales en las listas de éxitos a Raphael, Luis Gardey, Jaime Morey... Tito era un número uno, al que perseguía una legión de fans, como pude comprobar personalmente. Se enamoró entonces de una estrella del incipiente pop nacional, la granadina Gelu. Grabaron varias canciones juntos ("Gracias", "Dile") y todo hacía presagiar que contraerían matrimonio. Pero el padre de la novia se opuso a aquellas relaciones, como me confió el propio Tito: "Y ella me dijo que su padre era antes que yo, así es que rompimos aquel noviazgo que pudo haber acabado en boda".

Otro episodio de mi amigo Carlos fue cuando hizo un curso de paracaidismo, que aprobó satisfactoriamente. Y para presentar uno de sus discos, allá mediados los años 60, los periodistas fuimos convocados al aeródromo madrileño de Cuatro Vientos, donde el cantante hizo una demostración, lanzándose en paracaídas para descender en el lugar determinado, a pocos metros de donde nos hallábamos. Probó suerte en el cine, en dos películas: Dos chicas locas, locas, junto a Miguel Ríos y Pili y Mili, apareciendo cantando en la segunda, Mayores con reparos, protagonizada por Analía Gadé y Fernando Fernán-Gómez. Seguía manteniendo su popularidad en 1968, cuando decidió marcharse a Estados Unidos. ¿Fue una decisión acertada, habida cuenta que era un ídolo en España? El caso es que en tierras americanas se ganó muy bien la vida. Un día me contó esto: "Actué en dos de los más importantes shows de la televisión USA, los de Ed Sullivan y Johnny Carson. Me contrataron después para una gira por grandes ciudades. En Boston se me acercó el dueño del club en el que yo cantaba, me felicitó, proponiéndome asociarme a él. Tenía una red de salas y eso podía beneficiarme. Debuté, por ejemplo, en el club Monticello, en Las Vegas. Claro está que las condiciones eran que debía aceptar los lugares, las fechas en las que esa sociedad quisiera. Hice una consulta con mi abogado, haciéndome desistir de la propuesta, a pesar de los millones que hubiera podido percibir. Aquel empresario era sobrino de Frank Nitti, el famoso gángster. Y la organización, claro está, la Mafia. Hubiera podido ser una figura en los Estados Unidos, ¡quién sabe!...

En Nueva York estuve con Tito Mora un par de veces. Lo vi actuar en el Chateau Madrid. Y pasé una agradable velada en su apartamento, a espaldas de las Naciones Unidas, junto a una hija de Alicia de Larrocha. Tito se casó dos veces en Nueva York: con Elaine, que le dio una hija el año 1971, y luego con Donna. Dos fracasos. Mediada la década de los 70 regresó a Madrid. Ya nada le fue igual. Grabó una buena melodía, "El desamor", con letra de Mari Trini. Participó, sin suerte, en varios festivales. Y se ganó la vida actuando en pequeñas salas, sin lamentar su mala fortuna: había sido un ídolo atrás y tuvo que aceptar la dura realidad: su tiempo había pasado. A pesar de sus formidables condiciones para cantar con un estilo tal vez pasado de moda, "atenorado". Pero insistimos con voz extraordinaria, sensiblemente superior a la de muchos de los jóvenes que en los años 80 estaban en auge.

Portada de uno de los CDs de Tito Mora

En 1992 vivió una amarga experiencia: lo operaron tras cuatro meses de angustiosa espera, de un trasplante de hígado. Un hermano mellizo, Enrique, fue operado dos meses después de lo mismo, y no sobrevivió. Por eso, mi amigo Carlos, el Tito Mora de la canción, me decía siempre que nos veíamos: "La vida es una maravillosa aventura. Tuve la fama. La perdí. Estuve a punto de morirme. Y estoy aquí para contarlo. Por eso digo que un hombre no debe perder nunca la esperanza". Veintiún años han pasado de aquello. Apuraba su existencia día a día. Con un carácter bonachón. Sin quejarse. María, fue su postrero, abnegado amor. Su último disco fechado en 1996 era Un canto a la vida. Con carácter benéfico, para promover la donación de órganos.

Te echaré mucho de menos, Carlos...

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