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Ángela Molina prepara un disco de boleros

Pese a la popularidad de la banda sonora de algunas de sus películas, Ángela Molina no quiso definirse como cantante. Hasta ahora.

Ángela Molina | Cordon Press

Tiene Ángela Molina una mirada brillante, profunda, acentuada por unas ojeras que resaltan su belleza, y esa fotogenia de la que se enamorara Luis Buñuel cuando ella fue elegida, a los veintidós años, como una de las dos protagonistas de Ese oscuro objeto del deseo. Si en su rostro hay surcos de arrugas y le blanquea el pelo cuando lo lleva natural, ella no se preocupa. Al contrario: asume con normalidad el inevitable paso del tiempo, sin un atisbo de lamento.

Viene la actriz madrileña, que este pasado octubre ha cumplido cincuenta y ocho otoños, de rodar su última película en Marruecos. Con la satisfacción de haber recibido ese mismo mes la Medalla de Oro de la Academia de Cine "como reconocimiento a toda su carrera". Y embarcada ahora en un atractivo proyecto: la grabación de un disco de boleros.

Es muy posible que los más jóvenes la encuadren sólo en su faceta de estrella de la pantalla, actividad que inició a partir de 1974. Pero, antes de dar ese decisivo paso, la tercera de los ocho hijos del cantaor y cancionero malagueño Antonio Molina, amén de recibir clases en la Escuela de Arte Dramático, estudiaba ballet clásico y danza española. Cantaba en la intimidad familiar. Se sabía las mejores coplas de su padre, aunque nunca se decidió a repetirlas cara al público. Se animó a grabar su primer disco contando treinta y un años. Aquella experiencia le deparó conocer a Georges Moustaki, el de "Le météque", un griego que fue amante fugaz de Edith Piaf, con quien registró un dúo, "Muertos de amor", lo más sobresaliente del resto del Cd, que se titulaba "Con las defensas rotas", que hoy podría catalogarse como raro, posiblemente buscado por coleccionistas, nunca reeditado.

Si Ángela Molina no alcanzó entonces mayor relieve como cantante no quita para que se le reconociera como muy dotada para la música. Lo que ocurrió, probablemente, es que no definió su estilo con aquellas baladas, que parecían estar al margen del mercado y la moda. En cambio, cuando rodó Las cosas del querer en 1989, película que tuvo una segunda parte seis años después, conquistó a un público mayoritario con una selección de coplas clásicas como "Coplas de Luis Candelas", "Pepa Bandera", "Tatuaje", "Tani", "Canta guitarra" y la que daba título a los dos filmes, entre otras recreaciones de éxitos que habían estrenado entre los años 30 y 50 Concha Piquer, Juanita Reina y algunas glorias más del género. Lo sobresaliente del caso es que Ángela no copiaba a ninguna de ellas, mantenía la esencia de aquellas canciones de postguerra de Quintero, León, Quiroga, Valverde, Monreal, Jofre y Bolaños…, historia sentimental de un duro periodo de la vida española, y les insuflaba un aire personal. ¿Herencia paterna? El caso es que demostró su arte.

Mas Ángela, a pesar de la buena acogida de ambas cintas (sobre todo la primera) y de la difusión de un par de discos conteniendo la banda sonora de las mismas, no quiso presentarse cara al público como cantante. Nos aventuramos a elucubrar que hubiera ganado mucho dinero. Y prestigio. Prefirió continuar su faceta de actriz, sin duda alguna brillante a día de hoy. Citemos de pasada su participación hace un par de temporadas en la serie televisiva Gran Reserva, de notable audiencia, donde mostró su vena dramática en los pasajes de algunos capítulos. Y asimismo es digno de recordarse su papel en la premiadísima película de hace un año, Blancanieves, en blanco y negro y muda. Y en otra, rodada este mismo año a las órdenes del neófito realizador pero conocido cantante pop Coque Malla, "Mujeres", donde interpretó una canción. No obstante su exiguo historial en esa faceta, ella ha dicho: "Adoro la música, adoro cantar". Porque lo lleva dentro de sí, en la sangre. Quiso en su día llevar al cine la vida de su padre con la participación de su familia. Pero el proyecto nunca se llevó a cabo. Su hermano Micky hizo una gira hace un par de años con un espectáculo propio donde rememoraba pasajes de la vida de su progenitor, aunque tuvo muy discreta difusión. La figura de Antonio Molina merecería que se recordara de modo más ambicioso y multitudinario. Aun está a tiempo Ángela de reemprender aquel antiguo deseo, pues entre sus ilusiones alberga la de protagonizar algún día una comedia musical en el teatro. Sus dos hermanas, Paula y Mónica se inclinaron por su vocación de cantantes, pero la primera se retiró al poco tiempo de debutar, en tanto la segunda prosigue su carrera con resultados positivos, como ha demostrado con su más reciente disco, evocando una serie de coplas estrenadas por su padre.

En el plano personal, Ángela Molina es una madre feliz de cinco hijos. Los tres primeros fruto de su primer matrimonio con el fotógrafo francés Hervé Timarché, al que conoció en Ibiza. La primogénita, Olivia, tiene una esperanzadora biografía como actriz, quien ha convertido a su madre en abuela de una niña. Yo conocí el chalé de los Molina en la isla ibicenca, donde siempre veranea "el clan". Y allí, Ángela conoció al que hoy es su segundo marido, el empresario canadiense Leo Blakstad, con quien ha tenido dos retoños. Cuando pueden, todos los hermanos Molina se reúnen en la casa familiar de tres pisos , en el barrio madrileño (antiguo pueblo) de Fuencarral, donde los acoge con infinito cariño Ángela Tejedor, la madre. Viuda del siempre recordado por los amantes de la copla Antonio Molina, fallecido en marzo de 1992, al que dedicaron una calle, justo enfrente de donde vivió toda su vida con los suyos. Me contó un día que cuando iba al cine, de incógnito, a ver una película de Ángela, tenía que salirse sin verla completa, porque se ponía a llorar al verla, sobre todo si el argumento la obligaba a interpretar escenas dramáticas. Era un ser de gran sensibilidad, muy querido por cuantos lo tratamos siquiera alguna vez. Y su familia no ha dejado de recordarlo con el cariño que se merecía.

Ángela Molina y su actual marido | Cordon Press

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