Los hermanos Raúl, Manuel y Oscar Quijano llevaban ocho años sin grabar un nuevo disco, tras sus espectaculares inicios profesionales en 1998. Ya saben: cantaban en "La Lola", el pub familiar de la capital leonesa. Su progenitor fue quien más les animó. Entre otros géneros, el trío interpretaba boleros cubanos y mexicanos, que mezclaban con otros ritmos latinos y números de pop-rock. Dentro de estas últimas tendencias centraron sus propias composiciones, que fueron grabando hasta alcanzar cuatro álbumes, con óptimos resultados de crítica y público. No obstante, por razones no del todo aclaradas, sus componentes estuvieron en los últimos tiempos enzarzados en otras aventuras musicales, cada uno de los tres por su cuenta. Y hace un año llegaron a la lúcida conclusión que era mejor reencontrarse de nuevo en un estudio y proseguir la que sin duda es una muy estimable carrera de este trío, Café Quijano.
El disco que lanzaron en el pasado invierno, Orígenes: el bolero, era una apuesta arriesgada. Significaba romper, siquiera por un tiempo, con el estilo que les había convertido en triunfadores en toda España, incluso después en algunos países hispanos. Volvían la vista atrás, a las canciones románticas que les recomendaba su padre, aquellas que sonaban en el viejo tocadiscos familiar; las de Los Panchos, el mejor trío de la historia del bolero desde que surgieron en los años 40 del pasado siglo. Un homenaje que Café Quijano hacía a la generación de sus mayores. Aunque, bien mirado, el bolero nunca pasó de moda porque es un género clásico, el más sentimental de cuantos existen en la música popular.
Este quinto CD del terceto leonés resulta que es uno de los más vendidos en los últimos meses, contra el pronóstico de algunos agoreros, y les ha hecho acreedores a un disco de platino. Lleva once títulos. Para el último de ellos, Quiero que mi boca se desnude, buscaron la complicidad del más importante compositor e intérprete vivo de boleros: el mexicano Armando Manzanero. Unieron las cuatro voces, consiguiendo un afortunado broche de oro. Habrá aficionados acérrimos al bolero que puedan reprocharles cierta monotonía en algunos de esos temas; o interpretaciones que no alcanzan la altura de aquellos grandes del género surgidos en Cuba y México, sobre todo entre los años 30, 40 y 50. Pero a nosotros nos parece muy digna esta grabación de Café Quijano, con un sonido excelente. Al trabajo de Manuel Quijano como autor, hay que unir su labor compartida con el productor norteamericano Kenny O´Brien (el mismo de algunos trabajos con Barbra Streisand y Céline Dion), más el contrabajista Yelsy Heredia y el percusionista Richard Bravo. Y las guitarras, el requinto, que suenan estupendamente y son elemento imprescindible para acompañar un buen bolero. La grabación tuvo lugar en el estudio que los hermanos Quijano montaron en León, aunque la parte final se rematara en otros de Miami y Los Ángeles. Técnicamente, el resultado fue óptimo.
Y, desde principios de este año y hasta vencido el próximo otoño Café Quijano prosigue su gira, que responde a este enunciado: "Orígenes: el bolero Tour". Suelen vestir ahora de etiqueta en sus actuaciones. Como los "crooners" americanos de otros tiempos. Y lo hacen, si les es posible, en recintos cerrados, en teatros, en pos de la intimidad, de la cercanía con el público. Pero ¿cuál es ahora el público de Café Quijano? ¿Más adulto? Es probable que de su legión de jóvenes seguidores, muchos hayan "descubierto" ahora el bolero. En cualquier caso, el trío ha demostrado tener buen gusto, exquisita sensibilidad con sus recientes composiciones. Volverán a lo suyo. Seguro. Pero nadie puede quitarles el placer que ahora disfrutan con estas historias del más puro amor. O desamor también. Los podrán encontrar actuando en cualquier punto de España.