Con retraso, me he enterado de manera fortuita del fallecimiento de Manolo Galván en Argentina, donde vivía desde 1981. Que yo sepa, la prensa española no divulgó la noticia, acaecida el pasado 13 de mayo. Fue uno de los más interesantes cantantes del pop hispano, vocalista de varios grupos y luego solista, del que muchos recordarán su versión de La vida sigue igual, al frente del conjunto Los Gritos.
Manolo había nacido en Alicante en 1947. Fue en Málaga donde comenzó su vida de músico profesional, como cantante, guitarra solista y compositor del grupo antes mencionado. Un día Los Gritos recibieron la propuesta de participar en el Festival de la Canción de Benidorm con una melodía original de un desconocido cantautor, estudiante de derecho, llamado Julio Iglesias de la Cueva. Galván, que era el líder, asumió ese reto en nombre de sus compañeros, pensando que el tema en cuestión era pegadizo. Eso sí: las normas del certamen establecían que cada canción debía ser representada, en dos vueltas, por otros tantos intérpretes.
La vida sigue igual se alzó vencedora en aquel lejano 1968, descubriendo a una futura estrella internacional del pop melódico, Julio Iglesias. Pero asimismo sirvió de trampolín para el éxito de Los Gritos. ¿Quién en verdad interpretó mejor aquella canción, su autor, el solista, o el cuarteto? Difícil respuesta. Los comentaristas musicales de aquel evento sí que coincidieron en que el neófito intérprete madrileño estuvo sosito y con poca voz, aunque su composición destacara entre todas, manteniendo que la versión del grupo resultó más atractiva, más moderna, conforme los gustos juveniles de entonces. Sobre todo se destacaba la personalidad de su vocalista, Manolo Galván. Con su voz, grave, algo rota, muy personal. En la línea de algunos cantantes italianos, como Adriano Celentano.
Con Los Gritos, Manolo Galván permaneció un par de años, tiempo en el que grabaron Veo visiones, Adiós verano, adiós amor y otras. Sus canciones sonaron en tres películas: Tuset Street, de Sara Montiel; Cuidado con las señoras, de José Luis López Vázquez, y Abuelo made in Spain, de Paco Martínez Soria. Cambiaron de nombre artístico por el de Zarzamora, que sonaba a copla de Lola Flores. Juan Pardo se convertiría en productor y compositor del grupo recién bautizado. Llegaron al número 1 con aquello de Si una paloma volara por el mundo…. Galván, que tenía su genio, se hartó de que la casa de discos les impusiera un estilo netamente pachanguero. Por otra parte, según me contó, cierto caballero, sin olerlo ni comerlo, que ni era autor ni nada, les obligaba a cederle el cincuenta por ciento de los derechos de creación de las canciones. Ello llevó a nuestro amigo a abandonar el grupo.
Así es que a partir de 1971 Manolo Galván se estrenó como solista. Títulos suyos fueron El regreso, Vagabundo, El manzano, Quise por querer, Pequeño gorrión, Mis inquietudes, María Magdalena, Te quise, te quiero y te querré y un largo etcétera. También se cansó de esa lucha, según me confesó, harto de injusticias en el mundillo musical. Hizo los bártulos y cruzó el charco, estableciéndose en Argentina, en Bella Vista, cerca de Buenos Aires. Allí lo localicé, vía telefónica, años más tarde. Me contó –mediaba la década de los 80- que en aquel país lo consideraban una figura, tratándolo con respeto. Quejábase de que en España lo habían olvidado. Lo que era bien cierto. Estuvo actuando con éxito, ganando un buen dinero, hasta 2006, cuando puso punto y final a su carrera. Dejaba atrás un brillante historial, con más de cuarenta grabaciones y alrededor de medio millar de títulos propios. Tenía tres hijos, uno de ellos, Gonzalo, era músico y además su agente artístico.
La causa de su muerte, acaecida el pasado 13 de mayo, fue un enfisema pulmonar. Manolo fumaba cigarrillos continuamente. Sus cenizas fueron esparcidas por el Mar del Plata, tal y como dispuso. En España, quienes recuerden la música de finales de los 60 y los 70, supongo que tendrán en la memoria alguna de sus canciones.