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Música popular

El chotis 'Madrid' cumple 65 años

Su autor, el mexicano Agustín Lara, lo dedicó a su gran amor, la actriz María Félix.

Su autor, el mexicano Agustín Lara, lo dedicó a su gran amor, la actriz María Félix.
Agustín Lara y María Félix | Efe

Celebra estos días la capital de España sus fiestas patronales en honor de San Isidro. Quedan pocos restos del tipismo de antaño, por ejemplo los de su música más representativa: el chotis. Curiosamente, su origen es extranjero, de Escocia; aunque fue en tierras alemanas y austriacas donde alcanzó su apogeo, expandiéndose luego por el resto de Europa, hasta que llegó a nuestros lares. Fue el 3 de noviembre de 1850 cuando se bailó por vez primera en el Palacio Real de Madrid, en el transcurso de una gala presidida por Isabel II. Pronto sería adoptado por las clases populares, manolos y chulapas, menestrales, obreros, castizas modistillas… Y el chotis se integró en las costumbres madrileñas, cuya música sonaría en los primeros organillos que se importaron de Italia, gracias a un guarnicionero llamado Luis Cogni.

Quien le dio al manubrio por vez primera fue otro italiano radicado aquí, Esteban Expósito. En 1908 se instaló en la madrileña Carrera de San Francisco la familia Apruzzese, cuyos miembros varones, paisanos de los antes citados, se dedicarían a lo largo de varias generaciones a fabricar el típico instrumento, hasta que a principios del actual siglo falleció el último descendiente. Desde entonces es difícil encontrar un organillo. Quedan poco más de media docena, para ser alquilados en alguna ocasional verbena o en programas de televisión. En un rincón del Rastro, casi al final de la transitada dominguera Ribera de Curtidores, puede advertirse la presencia de una simpática y sencilla mujer que toca un minúsculo organillo. Responde al nombre de Salvadora, es de Albacete y viene a ser la superviviente, con su artilugio, de un añejo Madrid que se resiste a certificar la muerte del chotis.

Nos quedan múltiples grabaciones de zarzuelas en las que suena tan tradicional ritmo. O de revistas musicales donde aparece "El Pichi" como número legendario y simbólico. También otras de piezas de hace sesenta años, con la voz de quien mejor interpretó el chotis, el riojano Pepe Blanco. En la actualidad apenas quedan voces que lo canten en directo. La más reconocida es la de Olga María Ramos, digna sucesora de su madre en esos menesteres musicales, quien con su atractivo palmito y sus notables condiciones mantiene en su repertorio, junto a clásicos cuplés, esas notas tan entrañables para los nacidos en Villa del Oso y el Madroño. Precisamente este 12 de mayo, a las nueve treinta de la noche, actuará en la Plaza Mayor de Madrid en un homenaje a Sara Montiel junto a otras dos veteranas de la música popular madrileña, Eva y Mari Pepa de Chamberí. Últimas intérpretes que cultivan, contra viento y marea y al margen de las modas estas partituras tradicionales que el tiempo va arrinconando irremisiblemente. Pero que aún suenan…

El chotis por excelencia, el más divulgado es Madrid. A falta de un himno oficial, digamos que es el que, oficiosamente, representa a la capital de España. Harto sabido es que lo compuso –sin haberla visitado todavía- el gran compositor azteca Agustín Lara. No hace mucho se disparó la especie de que no lo había creado él, sino dos exiliados españoles durante la guerra civil. En el mundo de la música, del teatro, la literatura, es viejo asunto el de la existencia de los llamados "negros". Letristas, músicos que, necesitados de dinero, ofrecían sus obras a autores consagrados; o bien eran éstos los que los buscaban, a cambio naturalmente de una compensación económica. Y renunciando a su nombre y a los derechos de autor. Lara era un creador fecundo –tiene registradas cerca de setecientas canciones-. Y si recurrió a algunos de esos "negros" nadie desde luego puede probarlo. Lo único que hemos investigado es que una tarde se reunió en su casa con uno de sus colaboradores, el libretista teatral Rodolfo "Chamaco" Sandoval. Y a su vera, sentado el maestro ante el piano, fue desgranando las notas del que iba a ser el famoso chotis. El citado "Chamaco" era habitual en las tertulias de Agustín, tenía mucha imaginación y puede que le brindara algunas de las estrofas de la pieza. En cualquier caso, Agustín Lara no sólo componía música, sino las letras de sus boleros, pasodobles, y en este caso chotis. Algunos de sus números los firmaba su hermana Teresa, pero sólo a efectos fiscales.

Madrid lo estrenó en una emisora mexicana una neófita intérprete de aquel país, llamada Esmeralda, absolutamente desconocida por estos pagos. Y pasó inadvertido. También luego, sin más suerte, en la voz de una sevillana, Carmela Montes, que pasó largas temporadas en México. Cierto día, Agustín Lara se enteró que su gran amor, la actriz María Félix (de quien ya estaba divorciado) iba a viajar a España para rodar la película Mare Nostrum. Todavía recordándola apasionadamente y en un intento de recuperarla, le hizo saber que le dedicaba una nueva canción. Retocó la letra del chotis, compuesto tiempo atrás, que empieza así: "Cuando vayas a Madrid, chulona mía, voy a hacerte Emperatriz de Lavapiés…". Para finalizar así: "… y vas a ver, lo que es canela fina, y armar la tremolina cuando llegues a Madrid". Compuesto el chotis precisaba de una intérprete (desechadas desde luego las dos citadas anteriormente). Y ofreció a su buena amiga Ana María González el reestreno de la pieza. En realidad, estreno, pues repetimos que la letra era algo diferente. Y esta magnífica cantante, a quien traté en varios de sus viajes a España, la dio a conocer en vísperas de la festividad de San Isidro el año 1948 a través de Radio Madrid. Tres días después cantaba ese chotis ante el público que abarrotaba la entonces sala de moda "Villa Romana". Donde, precisamente, se encontraba su famosa paisana María Félix; ya decimos: la destinataria de Madrid. Ana María González se equivocaba, asegurándome que Agustín Lara había compuesto el chotis pensando en ella. Y no. Fue, insistimos, dedicado a "La Doña", o "Machángeles", como aquella diva del cine azteca era motejada. En cualquier caso, desde entonces, hace ahora justamente sesenta y cinco años, es una melodía universal que rinde homenaje a Madrid y sus habitantes.

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