Para el Alcalde bueno
Aquí y aquí, los audios del programa del sábado, en que entrevistamos a Pío Moa y hablamos deprisa y corriendo de Cela, Pla, Baroja, Marsé, Martín Gaite, Galdós, Delibes, Azorín... También, con sólo un poco más de sosiego, de Cuatro hermanas y de un breviariete sobre Occidente lastrado en algunas páginas por la tiranía de la penitencia.
Se admiten digresiones y argumentos. Y, si están bien lanzados, hasta juramentos en lenguas varias.
***
Este relato chico del gran Mingote se lo dedicaría yo al Alcalde bueno, fíjese usted qué cosas.
El problema empezó cuando Polimnia, la musa de la Poesía Lírica, que salía de Olimpo a dar una vuelta, se enamoró de Ramón Pelegrín, que dormía a la sombra de una higuera. Pulsó su lira la olímpica deidad, y los dulces acordes despertaron al muchacho.
––Sólo quería amenizar tu sueño bajo la higuera ––se disculpó la chica.
––Me he dormido esperando que cayera una breva. Tengo entendido que la caída de una breva es buena cosa y quisiera averiguar por qué.
––El caer de la breva es una metáfora ––explicó la deidad––. Es como una ilusión, la esperanza en un bien futuro que...
––Pero, primero, ¿por qué cae? Y, segundo, ¿por qué es tan conveniente?
––Es como si dijéramos la culminación de un anhelo indefinible que...
––Mi anhelo perfectamente definido es saber por qué si cae una breva es buena cosa y si cae una teja, un suponer, no es ni fu ni fa, a no ser que te caiga en la cabeza.
––Has de saber, Ramón, que el inquieto y turbulento corazón de los hombres...
––Mi corazón no está inquieto y aún menos turbulento, pero...
En aquel momento apareció Urania, la musa de la Ciencia, que volvía de beber agua en la fuente Castalia.
––No te canses, rica ––le dijo a la parnasiana compañera––. El muchacho hace preguntas, es un científico. El que tiene un anhelo indefinible es aquel poeta de allí que suspira mirando la luna. Ve y atiéndele como tú sabes.
Se lejó Polimnia, desilusionada, despidiéndose tristemente del esquivo Ramón con los últimos melancólicos arpegios de su lira.
––Pues verás ––dijo Urania sentándose junto al muchacho––. Las brevas, frutos tempranos de la higuera, aparecen en los principios del verano...
***
El sábado, el muro de LD Libros fue Amor.
Luis Alberto Santamaría Fernández
Yo creo que la Srta. Carbonell es una estrella volando bajito.
Sospecho.
Otro más galanteó a nuestra impagable presentadora; hasta se preguntó si era real, de lo guapa que es. Pero ya no está. Así que, también,
El sábado, el muro de LD Libros fue Desamor.
Dos libros estoy leyendo, uno bueno y el otro lo voy a dejar en regular. El primero es Cuatro Hermanas, coincido con Víctor, un libro sobre una familia sencilla que se quiere. En un mundo en el que parece que sólo el cinismo, y el lado dramático de la vida son interesantes, una historia de gente sencilla, que aprecia en cambio, lo bueno de la vida, es gratificante. El malo es El tiempo entre costuras, de María Dueñas. Parecía que iba a ser un novelón de los de antes, pero creo que a su autora, aunque ha conseguido una trama bastante buena, y nos ilustra sobre el antiguo protectorado español de Tetuán, le falta la genialidad de plasmar con cuatro palabras una intención, un sentimiento o el carácter de un personaje. Es entretenido, nada más, y lleno de topicazos sobre la guerra civil. Un abrazo
¿Pero Vikinga, qué haces tú por aquí sola? Decía el otro día nuestro bienamado a lo que parece, no tanto como la presentadora) director que usáramos el feisbuc para los comentarios “en corto” o “a bote pronto” y que consignáramos en el blog nuestras más sesudas reflexiones. Sea. Yo distingo las obras de “evasión y deleite” de aquellas de “implicación y aprendizaje”. Otros llaman a la primera categoría “ficción” y a la segunda “no ficción”. Son las primeras aquéllas con las que te entretienes, te deleitan con su lectura (o indignan, si son malas) y cuidan el fondo y la forma. En cambio las segundas facilitan información, opinión y formación. Según esta mi peregrina teoría, adscribiría a las primeras el de las “Cuatro hermanas” y a las segundas “la explicación de Occidente”. Dependiendo de la necesidad o de los estados de ánimo, uno se inclina por unas o por otras. En mi situación actual de desencanto hacia Occidente y su política vergonzosa y suicida me inclinaría por las primeras. Tal vez por eso, en la actualidad estoy retomando con fruición la colección de Patrick O’Brian sobre el Capitán Aubrey y el cirujano naval Maturin. A ver cuánto me dura.
Hola Justivir, ¡qué bueno que viniste! Ando por aquí sola porque la verdad es que hace tiempo que no tengo tiempo de oir el programa, así que me pierdo en el feis, sólo leo el blog. Y por cierto, voy a dejar de escribir porque cosas muy sesudas, lo que se dice muy sesudas, no escribo, ja,ja. No me extraña que te vayas de batallitas navales, en esos libros al menos se respira honor, valentía y honradez, entre otras cosas. Igualito, igualito que en la sociedad actual. Un saludo, y pásate por aquí algún otro día, que me aburro.