novelista de los hombres y las cosas, del paisaje castellano, y todo ese mundo lo mueve sobre cuatro ideas elementales y sinceras, vivas y casi eternas, con lo que siempre tiene razón y hace un pan como unas hostias, que luego nos reparte a los amigos de la ciudad y a los lectores del mundo entero.
Entre sus novelas y su familia hay un parentesco de humanidad, de amor a la gente, de entendimiento con el medio pelo, de sencillez, unas genealogías de tabaco negro, una verdad tejida, inventada (la verdad siempre hay que inventarla) con el vino de la tierra, los pájaros del cielo, el rito sabio y sobrio de la matanza (otros dicen "matazón"), las jornadas de caza y las milanas bonitas, que generalmente no son milanas ni son bonitas ni son castellanas, sino extremeñas, pero se las quiere igual.
(Francisco Umbral, Diccionario de Literatura).