Correspondencias/Valoraciones
Vicente Martín, oyente atento y fiel, jodón y... ¡caballero!
Sábado. Las cuatro y media. Una hora menos en las alejadas Canarias. Comienza LD Libros. Da igual lo que uno esté haciendo, se deja y punto. Si uno puede, entra en el facebook, donde un paciente Mario nos aguarda para darnos juego a una tropa ansiosa y, a veces, algo sonada. Comienza para muchos la mejor hora del día; para otros de la semana.
Un año antes, mirando la tele, uno se encuentra con Carmen Carbonell, y se queda en ese canal. Carmen es un buen motivo por razones obvias. Al saber hacer le acompaña la presencia. Le acompañan Víctor Gago y Mario Noya, nombres y voces que nos son familiares. Hablan de libros, nos descubren autores y realizan análisis sesudos o graciosos hasta la médula, según proceda. Pero la profesionalidad domina en el ambiente. Con Gago, Noya y Carbonell se pasa un rato la mar de agradable.
Pero todo cambia en septiembre. Tras el parto de esRadio, en la casa de Libertad Digital ya nada volverá a ser igual. La joya de la corona ha obligado a la familia a trabajar mucho, dormir poco y preocuparse por la salud del nuevo miembro de la casa. Los de LD Libros no iban a ser menos, y tuvieron que dejar las cámaras por los micros. Lo que para muchos iba a ser una catástrofe, ha resultado ser una bendición del cielo.
Cada semana esperamos a que llegue el sábado, sabiendo que el tridente se ha encerrado en el zuloestudio el viernes, sacándole más horas al día de las que tiene, y nos dejan una grabación dinámica, atractiva y atrayente. Ya pocos nos acordamos de la tele, aunque alguna Noyette y los fans de la Carbo o de Víctor quisiéramos que se televisara el programa de radio, qué le vamos a hacer.
Y por si esto fuera poco, recuerdo que el señor director nos hace el juego y nos aguanta un rato a una tropa de lo más peculiar. Todavía uno se pregunta por qué, que si no tendrá bastante dirigiendo los suplementos de libertaddigital.es, colaborando en varios programas durante la semana, aguantando la crítica de Luis Herrero sobre moda y encabezando el reparto del sábado.
A la Carbo o a Gago les pasa más de lo mismo, pero siguen teniendo algo de sentido común y no se asoman por el muro del facebook.
Comenzamos con la actualidad, con nuestras aportaciones en facebook. Unos y otros comentan qué libro les marcó, cuál tienen pendiente, con qué autores no se atreven, etc. De ahí nos vamos a la Florida, donde Gina nos lleva a dar una vuelta. Es lo que tiene la magia de la radio y de la literatura. Y por si el viaje se hace corto, conocemos a la tropa exiliada que hace patria y trabajo de campo. El Kit-Kat [el intermedio del programa, durante el cual se emite un boletín informativo y publicidad] sirve para estirar las piernas... o cabrearse, tal y como está esta España. El sorteo [de un libro] es un aliciente más, pero no uno cualquiera. Si ellos lo regalan, es que merece la pena, siguiendo la tónica del problema.
El ensayo, la literatura de todo tipo, los libros de viajes, la poesía, letras españolas, hispanoamericanas o extranjeras..., todo se toca, nada se desecha. Sólo las malas obras y los autores que las producen pueden llevarse una crítica más que merecida. Se descubren pequeñas editoriales, libros descatalogados, denuncias y entrevistas. Y todo concentrado en una hora, que se hace corta, y por eso Somalo debería plantearse ampliar el horario, pese a que ello le conlleve subir las nóminas. No tocaremos la moral, y dejaremos las cosas como están. La denuncia es cosa de Gago y su prosa victoriana.
¿Queríais una valoración de esta segunda temporada? Pues, en definitiva, que la segunda temporada de LD Libros ha superado con creces a la primera, y eso que hacer un programa de libros por la radio es como conseguir la cuadratura del círculo. Pero es que en Juan Esplandiú eso ya no es un reto, es lo que se hace todos los días. Y si Dios quiere, por muchos años.
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Varlam Shalámov, "Sherry-Brandy", Relatos de Kolimá (vol. I), Minúscula, Barcelona, 2007, pp. 117-126.
El poeta se moría. Las grandes palmas de las manos hinchadas por el hambre, los dedos blancos, sin una gota de sangre, y las sucias y crecidas uñas, como cañas, reposaban sobre el pecho, sin protegerse del frío. Antes metía las manos entre la ropa, [o las ponía] sobre la piel desnuda, pero ahora su cuerpo no conservaba el suficiente calor- Hacía tiempo que le habían robado las manoplas (...).
[...]
Así estuvo, acostado, ligero, la mente en blanco, hasta que llegó la mañana. La luz eléctrica se hizo algo más amarilla, trajeron el pan sobre unas grandes bandejas de madera, como lo hacían cada día.
Pero él ya no se alarmaba, no rebuscaba entre los pedazos, no lloraba si no le tocaba una punta, no devoraba con dedos temblorosos el pedazo de pan que completaba la ración. El trocito se derretía al instante en la boca, se le hinchaban las ventanas de la nariz, y él con todo su ser sentía el sabor y el aroma de pan de centeno recién hecho. El pedazo ya había desaparecido de la boca, aunque no había tenido tiempo ni de tragarlo, ni de mover las mandíbulas. El trozo de pan se derretía, desaparecía, y era un milagro, uno de los muchos milagros de esta tierra.
No, ahora no perdía los nervios. Pero cuando le colocaron en las manos su ración diaria, abrazó el pan con sus pálidos dedos y se lo apretó contra la boca. Mordía el pan con sus dientes heridos por el escorbuto, los dientes bailaban y le sangraban las encías, pero no sentía dolor. Apretaba el pan con todas sus fuerzas contra la boca, se llenaba de pan la boca, y lo chupaba, lo mordía, lo roía...
Sus vecinos querían detenerlo:
––No te lo comas todo, guárdalo para luego, después...
Y el poeta comprendió. Y abrió de par en par los ojos sin soltar el pan ensangrentado de sus sucios y azulados dedos.
––¿Cuándo después? ––pronunció en voz alta y clara. Y cerró los ojos.
Murió al anochecer.
Pero no lo dieron de baja hasta el cabo de dos días; durante dos días seguidos sus ingeniosos vecinos lograron hacerse con el pan del fallecido. El muerto levantaba la mano como un muñeco, como una marioneta. De modo que murió antes de la fecha de su muerte –detalle no exento de valor para sus biógrafos futuros.
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Lecturas: Saving Israel. How the Jewish People Can Win a War That May Never End.