(...) el juicio por alta traición [al que fue sometido luego de perpetrar el no por grotesco menos siniestro putsch de la cervecería] (...) concluyó con una frase célebre: "Aunque nos declaréis culpables mil veces, la diosa eterna del juicio final [la Historia, para los alérgicos a la cursilería farragosa] destruirá la acusación y se sonreirá ante el veredicto del tribunal, porque ella nos absolverá". (Timothy W. Ryback, Los libros del Gran Dictador, p. 94).
También a Hitler, como a Castro tras el asalto suicida al Moncada (pero los suicidas eran los otros, los revolucionarios con más cojones y menos miras que el Caballo), le impusieron una pena ridícula; y esa misma sociedad, como después la cubana, lo acabó pagando.
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Miguel Hernández, tal como fue.
¿Dónde? En este libro, que en breve, si le presionamos una mica, reseñará Mr. Gago. A su autor, José Luis Ferris, le hicieron una entrevista magnífica el propio Víctor y Carmen el pasado sábado, en la última (qué va, qué va...) edición de LD Libros.
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Lecturas: Armonías económicas, de Bastiat y gracias al Instituto Juan de Mariana; Esperando a los bárbaros, de Sorman y lo que se pierden los que no visitan las librerías de viejo y saldos, y La vida de los paseantes en aquella Alemania del crítico 33, de Sebastian Haffner.