¿Acaso el hombre, tal como pretende, desea conocer la verdad? ¿Acaso desea, cuando la conoce, sacar partido de ella? ¿Acaso desea la libertad? ¿La justicia? ¿Acaso desea, incluso, la prosperidad? Llegamos a dudar de ello cuando asistimos al espectáculo de tantas personas inteligentes que, resguardadas en una democracia de progreso social, han escogido con pleno conocimiento de causa luchar por una sociedad basada en la mentira, la esclavitud, la desigualdad, la miseria y la muerte.
Jean-François Revel, prólogo a La ceguera voluntaria de Christian Jelen ("para el anaquel Verdades como puños comunistas, junto a los Furet, Amis...", sostiene seguro Santiago ––Navajas).
¡Pobres muchachos los de esta unidad!
Sabrán, por gritos a derecha e izquierda,
que no son buscadores de verdad,
sino unos torturadores de mierda.
Adolfo Bioy Casares, Descanso de caminantes, "traducción negligente de versos de compasión y protesta compuestos por Juan Hus, durante su tortura, en Constanza, en 1415".
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Y mientras, en un barcito de Buenos Aires, quizá a sólo unas cuadras de donde Borges, Jorge, el padre, dijo aquello de "Vale más una mentira dichosa que cien verdades amargas", el pobre Pancho Perlman se confiesa ante son semblable, son frère Mossén, que no le hacía ahí y en esas horas:
––Hay noches que no me soporto solo en casa.
Marcelo Birmajer, "A cajón cerrado", Historias de hombres casados.