En esta correspondencia:

Bruselas, 26 de enero de 2008

Querido Bernard-Henri Lévy:

Todo, como se suele decir, nos separa, excepto un punto fundamental: tanto usted como yo somos individuos bastante despreciables.

Especialista de números descabellados y payasadas mediáticas, usted deshonra hasta las camisas blancas que lleva. (...)

Nihilista, reaccionario, cínico, racista y misógino vergonzoso: sería hacerme un honor excesivo encasillarme en la poco apetitosa familia de los anarquistas de derecha; fundamentalmente, soy sólo un patán. (...)

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París, 27 de enero de 2008

[¿Querido Michel Houellebecq?]

(...) No me gusta el nihilismo. Detesto el resentimiento y la melancolía que lo acompaña. Y pienso que la literatura sólo vale para contrariar ese depresionismo que es más que nunca la contraseña de nuestra época. (...)

(...) ¿Por qué tanto odio? (...) ¿Y por qué, en cuanto se trata de escritores, tiene una tonalidad, una virulencia tan extremas? (...) Y quizás habría que intentar sondear    –sería mi tesis–– al propio deseo de los escritores. ¿Qué deseo? El de desagradar, vamos. (...)

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En estos diarios. De Fernando Pessoa, Narcisa:

Nunca tuve una prometida real... nunca supe cómo se ama... Sólo supe cómo se sueña amar... Si me gustaba ponerme anillos de mujer en mis dedos es porque a veces me gustaba tomar mis manos de joven por las manos de una princesa, y pensar que yo era, al menos en ese gesto de mis manos, la persona a la que amaba... Un día acabaron por encontrarme vestido de reina... y es que estaba imaginando que era mi regia esposa... (...) ¡Cuántas veces mi boca rozó mi boca en un espejo! Cuántas veces aparté una de mis manos con la otra, y cuántas adoré mis cabellos con mi mano enajenada para que pareciera suya al tocarme.

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En estos apuntes:

Siempre decimos lo mismo, aunque lo siniestro es que tengamos que decirlo.

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 En Lec:

"¡No matarás!". ¡En los Diez Mandamientos suena como admonición, y, sin embargo, es un descubrimiento!