Contó en su día Francisco Giner de los Ríos que una vez, manteniendo una conversación con un campesino durante uno de sus paseos por Castilla, escuchó una frase que le impresionó tanto que se la tuvo que poner en su despacho. "Entre todos sabemos todo", le había dicho el buen hombre. Y él no pudo más que reconocer la profunda verdad implícita que encerraba aquel inconsciente aforismo. La anécdota la rescata Andrés Amorós en Las cosas de la vida (Fórcola), libro con el que se ha propuesto llevar aquella intuición a la práctica y recopilar las enseñanzas de los autores más universales de nuestra cultura compartida, con el único objetivo de ofrecer un antídoto al adanismo.
"El objetivo del libro es muy claro", dijo ayer, durante su presentación en la librería Antonio Machado de Madrid. "Repensar las grandes preguntas de la vida, que nos hacemos todos". Él sabe mejor que nadie que la edad y la erudición pueden llegar a ser un impedimento para la sabiduría, si uno no es consciente de que todo lo aprendido puede terminar dándose por sentado, y que por eso es necesario regresar de continuo a lo ya sabido, para recordarlo. "¿Qué mejor manera para hacerlo que recurrir a los sabios del pasado?", se preguntó en alto. Rescatando la sentencia renacentista, subrayó que "somos enanos sobre hombros de gigantes". Y destapó el contenido de un libro que ha confeccionado siguiendo el legado de Walter Benjamin, que consideraba que el mejor libro debía ser un libro de citas.
"Uno nunca debe desaprovechar la oportunidad para citar a otro. Suele ser mucho más interesante que lo que se tenga que decir", dijo Proust. Y Amorós lo ha demostrado. "De todos mis libros, es el que más le ha gustado a mi mujer, precisamente porque tiene más frases de otros que mías", bromeó. El director del ABC Cultural, Jesús García Calero, lo definió mejor como "una enseñanza de vida". Y Amorós tomó el relevo explicando que el subtítulo, Guía para perplejos, "un guiño a Maimónides que no se tiene por qué captar", es precisamente el sentido de toda la obra.
"Estar perplejo es la condición del ser humano", dijo. "Uno llega al mundo y no tiene nada. Debe ir descubriendo el funcionamiento de la vida por su cuenta". Por eso, consideró la frase de San Pablo, "estamos perplejos, pero no desesperados", como la enseñanza más valiosa que se pueda atesorar. "Antonio Gala solía decir que la esperanza es la virtud más bajita, la que tiene las piernas más cortas, pero al mismo tiempo la que arrastra a todas las demás. Sin esperanza es difícil vivir". Por eso, en estos tiempos "y con estos políticos", quizás sea el mejor cabo al que agarrarse. Un resquicio desde el que cultivar el amor a la vida: "Juan Valera escribió aquello de ‘Yo soy en esto como el Aquiles de Homero, que amaba la vida por cima de todo y allá en el Orco le dijo a Ulises que daría toda su gloria inmortal por volver a vivir, aunque fuera un perro sarnoso’".
Alaska, también presente, consideró que se trata de un libro para todos, pero especialmente para los más jóvenes. "Contra el adanismo en el que todos hemos caído en juventud, este libro enseña que nada de lo que nos pasa es nuevo, y que otros mucho más inteligentes, sabios y virtuosos que nosotros encontraron respuestas que nos pueden ayudar". Amorós lo resumía en una frase: "Hay que ser orejeros". Prestar oídos, escuchar antes de hablar, y estar dispuestos siempre a replantearnos lo que nos digan quienes saben más. Por eso el libro recopila a los mejores, desde Shakespeare hasta Marco Aurelio, pasando por Cervantes, Gracián, Larra, Salinas, Pascal e incluso Garci.
En la misma librería hizo un repaso de muchas de ellas, separándolas por temas. De Édith Piaf y su canción más famosa rescató la idea del arrepentimiento. "Todos nos arrepentimos de muchísimas cosas que hemos hecho en la vida. Pero no se puede volver atrás. Lo importante es esforzarse por aprender de los errores". Sobre la importancia del silencio, recordó a Woody Allen y su frase: "Soy tan partidario del silencio que podría pasarme hablando sobre él durante horas". Y le apoyó con otra de Pascal: "Todas las desgracias del hombre se derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentado y solo en una habitación". De la necesidad de buscar lo importante, antes que lo superfluo, citó al Quijote antes de morir: "En los nidos de antaño ya no quedan pájaros hogaño". Sobre la imposibilidad de la soledad absoluta recurrió a John Donne y a Machado. Y sobre la esencia de la cultura española, de la que no se puede desprender, porque es la suya, siempre Cervantes. Terminó hablando del episodio de El Quijote con el león, cuando el famoso hidalgo obligó a que le abrieran la jaula a la fiera para enfrentarla, pero esta, aburrida, no le devoró. "Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible". "Es una enseñanza completamente contraria a la ética protestante, que se basa en el éxito. Los mediterráneos valoramos más el ánimo del corazón, y los pequeños placeres de la vida", terminó.